Servir es un privilegio
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Servir es un privilegio

 


Si todos los seres humanos cumpliéramos nuestro deber, este mundo sería totalmente diferente. Es cuestión de educación y cultura, de elevación de conciencia, y eso requiere de mucho trabajo y voluntad para poder trascender

El comentario de una amiga quien trabaja en uno de los organismos descentralizados del gobierno federal sobre los vicios que están enraizados profundamente en la burocracia mexicana, me motiva hacer algunas reflexiones sobre la responsabilidad laboral de que se habla constantemente en el sector, pero no todos los servidores la llegan a entender y cumplir.

La encontré el pasado fin de semana cerca de su centro de trabajo, ya que los servidores federales no disfrutan los días concedidos a los demás burócratas, como los estatales y municipales, para festejar a sus seres queridos difuntos. No, los trabajadores de la federación se rigen bajo otras normas.

Pero el tema del comentario es que dentro de cada oficina, departamento, unidad o dirección, o como se llamen las áreas, siempre hay quienes cumplen de acuerdo con el contrato y compromiso firmados e incluso trabajan más, en tanto que otros hacen que trabajan, le cargan tareas a otros, cobran puntualmente sin pena ni gloria y son los primeros en exigir aumentos salariales y más prestaciones. Y lo peor, los protegen sus padrinos o sindicatos.

Eso pasa generalmente en las dependencias públicas. Antes, me cuentan, estaba estrictamente prohibido comer, platicar o hacer otra cosa diferente delante de las personas que se presentaban a solicitar algún servicio o información. Disponían de unos 30 minutos para comer algo, no como ahora que entran y salen de las oficinas públicas cuantas veces quieran los empleados.

Puede un ciudadano o ciudadana estar esperando pacientemente una o más horas, hasta que finalmente sea atendido y a veces de mala gana, pero aclaro que no generalizo, porque hay quienes sí cumplen, son atentos, son auténticos servidores públicos, se ganan el respeto y el reconocimiento de la gente.

Son los empleados negativos los que dan la mala imagen del gobierno de todos los niveles. Servir es ciertamente un privilegio. Si todos los seres humanos cumpliéramos nuestro deber, este mundo sería totalmente diferente. Es cuestión de educación y cultura, de elevación de conciencia, y eso requiere de mucho trabajo y voluntad para poder trascender.

Ahora que vamos a entrar en otra etapa presidencial, existe en el ánimo popular una gran inquietud y esperanza porque cambie todo lo negativo, sin embargo, la percepción es que lo queremos alcanzar con la varita mágica de quien encabezará la administración federal y eso será imposible.

Lo que hemos logrado como país hasta este momento ha sido sin duda por la visión y compromiso de los gobernantes y por la participación crítica de los ciudadanos responsables, de los que opinan en pro y en contra, los que se suman y accionan, los mártires, héroes y demás victimados. No de los que solamente esperan los beneficios con los brazos cruzados.

Ciertamente que se han cometido errores y muy graves en la administración pública. No siempre las decisiones públicas responden a las necesidades de los grandes sectores de la población mexicana; no siempre los responsables de las dependencias son los idóneos, pero para eso están los que saben, los científicos sociales, los especialistas , los políticos de carrera, los verdaderos servidores públicos, los que auditan lo bueno y lo malo, los tribunales para castigar, etcétera.

La transformación es posible, pero no se olviden tampoco de los humanistas. México tiene una gran tradición cultural e histórica que los nuevos gobernantes pueden aprovechar para reorientar la vida pública de nuestro país. Aprovechemos esa herencia que nos dejaron los sabios viejos abuelos y han preservado los pocos entendidos; tenemos todas las herramientas necesarias para interactuar en la modernidad y también en las adversidades, que no son pocas ni fáciles.

Parece un contrasentido que unos empleados trabajen por quienes flojean o hacen que trabajan, pero cumplir con total responsabilidad ante la indiferencia, incomprensión y burla de los demás, coloca a la empleada o empleado en otro nivel de conciencia y eso honra al ser humano, lo dignifica.