Pobreza laboral, la nueva esclavitud
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Pobreza laboral, la nueva esclavitud

 


Uno de las más importantes promesas del sistema económico predominante en el mundo es que el mérito y el trabajo es la base de la movilidad social. Sin embargo, cada vez existen más evidencias de la estructura del sistema mantiene grandes sectores sociales marginados, en condiciones de verdadera precariedad, donde la supervivencia en el único objetivo alcanzable, sin importar las horas de trabajo o el esfuerzo puesto.

Es la llamada pobreza laboral. De acuerdo con la metodología de Coneval, la pobreza laboral representa a la proporción de la población que no puede adquirir la canasta alimentaria con el ingreso proveniente del trabajo de su hogar. Es decir, no importa que muchas de las personas que se encuentren en esta condición cuenten con un empleo que incluso supera las ocho horas de jornada laboral, que incluso implicaría el pago de horas extras, el salario que reciben por jornadas de ocho, 12 o 16 horas no les alcanza para comer.

En México, al primer trimestre de 2018, el 39.1 por ciento de la población mexicana vive en esta condición, es decir, 48 millones 639 mil pertenecen a un hogar en donde se trabaja duro, pero vive al día.

En Oaxaca, con Chiapas y Guerrero, lideran la tabla nacional en cuanto a la proporción de las personas que padecen pobreza laboral, el 63.1 por ciento de los oaxaqueños no pueden comprar la canasta básica con su salario.

Encontrarse en un estado de pobreza laboral es casi un sinónimo de esclavitud. Si no se cuentan con suficientes recursos para comer, no se puede aspirar al desarrollo, de ningún tipo; biológico, educativo, social y patrimonial.

Lo más preocupante, es que la política social del país ha fallado. En comparación al mismo periodo del año pasado, la pobreza laboral aumentó .2 por ciento a nivel nacional, realidad que convive con una Secretaria de Desarrollo Social que excede 18 veces su gasto de publicidad para alcanzar un vergonzoso monto de 630 millones 758 mil 338 pesos.

Con otras modalidades, en forma de trata, explotación y pobreza laboral, variantes y fórmulas cercanas a la esclavitud siguen en auge en pleno siglo XXI. Nuestra economía y modos de consumo/producción requerirán cambios profundos y con visos de largo aliento si queremos detener —y luego erradicar— la marginación de millones y millones de personas que a pesar de contar con uno o dos empleos y desear integrarse a la productividad nacional, no tienen ni para comer.
@GalateaSwanson