Pintar en la calle siempre va a ser social: Colectivo Lapiztola
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Arte y Cultura

Pintar en la calle siempre va a ser social: Colectivo Lapiztola

El colectivo que en 2006 conformaron Rosario Martínez, Roberto Vega y Yankel Balderas ha tomado otros matices y a él se han unido otros compañeros del oficio.


De una expresión de protesta, que nació en un momento álgido para la historia de Oaxaca (en el 2006), el trabajo del colectivo Lapiztola ha encontrado una conexión con distintas sociedades del mundo. Y lo ha logrado con sus esténciles sobre la migración, el maíz nativo, los oficios y el narcotráfico. Sus piezas han sido lo mismo para recordar a la activista Bety Cariño o para apoyar un movimiento que buscaba hacer visibles a las comunidades indígenas en las pasadas elecciones, a través de la defensora de derechos humanos María de Jesús Patricio Martínez, “Marichuy”.
También para hablar de la valía del arte urbano y —sin proponérselo— conseguir mayor apertura para esta expresión en Coachella, California, donde el mural Sembremos sueños, cosechemos esperanzas ha resurgido, a casi tres años de su realización.

El colectivo que en 2006 conformaron Rosario Martínez, Roberto Vega y Yankel Balderas ha tomado otros matices y a él se han unido otros compañeros del oficio. Los tiempos son algo distintos a los de hace 12 años o poco más, cuando el arte estaba adormecido y dominado por un mercado, según lo ha explicado el investigador Abraham Nahón, quien ve ese año como crucial para la emergencia de nuevos autores, lenguajes y formas de organización en el plano estético.

A ese arte de protesta, el investigador lo ha vinculado con lo social, ya que los creadores de ese momento consiguieron conectar con sectores que por lo general no estaban contemplados.

Esto último, parece mantenerse, especialmente en el arte urbano, desde el que Rosario Martínez afirma que “pintar en la calle siempre va a ser social”, independientemente de lo que se plasme. Puede ser un “pitufo o algo muy político” y que a la gente le guste o no, “pero en realidad tiene que ver con la cuestión social, con la cuestión pública”.

Su apreciación se traslada a las propuestas de muchos artistas urbanos oaxaqueños, en quienes percibe cierto arraigo que incluso es tema de burla cuando se habla del arte creado en esta entidad. Eso ocurre “porque tiene que ver mucho con la lucha social y la cuestión indígena, pero también porque creo que somos de los que siempre estamos muy orgullosos de nuestra gente, podemos vestirnos con un huipil y no nos da pena, sino al contrario”. Pero esa revaloración de la cultura, aclara, es reciente “porque antes como que no”.

En 2016, el colectivo celebró su décimo aniversario con Corte aquí, una retrospectiva en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. Desde entonces explicaba que su línea seguía siendo social y de protesta, de ahí que su obra fuera casi atemporal, pues como ahora señala Martínez, lo que se hace es una adaptación al tema, en caso de ser necesario.

Sin embargo, la identificación con sus obras ha conseguido cierto grado de universalidad, como ocurrió en Canadá, donde el Museo de Antropología de Vancouver adquirió una pieza del colectivo para su acervo. La obra, que en su tiempo fue creada para Oaxaca y enfocada en la defensa del maíz nativo, fue ahora empleada en una exposición que el recinto hizo sobre las resistencias sociales en América Latina.

Al final, esa lucha por la soberanía alimentaria se volvió “más globalizada porque la mayoría de los pueblos latinos están sufriendo lo mismo”, ahonda Rosario, quien junto a Roberto Vega imparte un taller de esténcil, como parte de las actividades del festival de animación Animasivo, que se desarrollará del 8 al 12 de agosto en la ciudad de Oaxaca.

MIGRACIÓN Y POLÍTICA

Entre las últimas obras del colectivo está una alusiva a la migración, hecha en colaboración con un grupo (3B) de jóvenes de Los Ángeles, Estados Unidos, descendientes de migrantes mexicanos.

El colectivo halló en este proyecto la ocasión ideal para retomar el tema que hace tiempo querían trabajar. El resultado se puede apreciar desde hace unas semanas en el Museo Infantil de Oaxaca, donde fue intervenido uno de los vagones del ferrocarril, mismo que alude a una de las formas en que muchos migrantes han pasado por territorio mexicano en su travesía a Estados Unidos.

La pieza también retoma los casos recientes sobre separación de niños migrantes en su camino al vecino país del norte.

LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y ARTE

Desde su desaparición en 2015, por temas alusivos a la reglamentación del Centro Histórico, el mural Sembremos sueños, cosechemos esperanzas ha cobrado mayor visibilidad. Aunque estuvo poco tiempo en las paredes del museo Belber Jiménez, esta pieza volvió a ser pintada, pero en Coachella. Más tarde, estuvo en una pared de Oaxaca, en el IAGO, como parte de la celebración por los 10 años del colectivo.

Hace como un mes, la obra resurgió con la difusión de una nota en que se hablaba de mayor apertura para la libertad de expresión en Orlando, en específico del arte urbano.

La pieza, explica Rosario, ha sido importante en el movimiento artístico urbano, desde que se pintara en noviembre de 2015 en Pueblo Viejo, Coachella, como parte del proyecto Coachella Walls.


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