Alejandra “Alhil” crea otros mundos en muros
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Arte y Cultura

Alejandra “Alhil” crea otros mundos en muros

Construir las realidades que sueña y tener la posibilidad de generar emociones en quien ve su obra, son sus ideas en el arte


El muro, ese que se asocia con una barrera para quienes migran en busca de mejores condiciones de vida o aquel que se ha ideado para dividir naciones, deja de serlo ante las manos de Alejandra Canseco “Alhil”. Para ella, ese trozo de concreto (u otro material) se convierte en un lienzo en el cual pintar las realidades que sueña, para pensar que se camina hacia ellas, a esos mundos de reconexión con la madre Tierra, y en donde las personas pueden vivir en equidad.

Las ideas de la originaria de San Andrés Zautla, y también artista del grabado, surgen de su historia familiar, de su involucramiento en el movimiento social de Oaxaca (2006) -cuando el arte y la radio fueron sus herramientas de expresión-.

Pero nacen también de su participación en otros proyectos con jóvenes, donde ha entrado en contacto con temas de feminismo.
A partir de ello ha creado piezas que se pueden observar en la ciudad de Oaxaca, en Miahuatlán de Porfirio Díaz y en San Marcos Tlapazola. En esas obras, lo mismo se alude a temas de identidad de los pueblos que a la necesidad de una conciencia ecológica.

Su última obra, un mural titulado Ajolotes (sobre la calle José López Alavez 702, barrio de Xochimilco), expone esa pertinencia por reflexionar sobre una especie endémica de México y en peligro de extinción. Y a su vez, para pensar que al igual que este anfibio, es posible regenerar “nuestra cultura, recuperarla y reconstruirla”.

“Estamos un poco desconectados de nuestras raíces, de la Tierra, y en los murales me interesa esa reconexión, pensar que nosotros somos de la Tierra y no la Tierra de nosotros, como para hacerla florecer otra vez, generar agua, no acabarnos el territorio”, cuenta la egresada de la segunda generación de la licenciatura de artes plásticas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.

En sus creaciones previas, que ha realizado de forma independiente o con compañeros del colectivo Alalimón, tienen que ver más con las identidades de los pueblos, representadas a través del maíz, el cacao, las plantas, el jaguar o el colibrí.

“Siempre he tenido un interés por los temas sociales, pero también en el proceso de ir creciendo nos tocó justo en la generación vivir el conflicto del 2006 y mirar hacia las necesidades sociales. También hay ese interés por hacer visibles algunas cosas que me parece que no son justas, o que son inequitativas y por eso de pronto plasmo esas realidades que quisiera que existieran o que pienso que varios soñamos o que queremos construir. El muro se convierte en ese lienzo para hacer posible esas realidades, como para ir caminando hacia ellas”.

De la movilización a la construcción

Presentar su trabajo en las calles viene de la historia que le tocó vivir en 2006 en la ciudad de Oaxaca, donde no solo se gestaron movimientos sociales ligados a la lucha magisterial, sino también se generó una conciencia de quienes estudiaban o se desarrollaban en las artes. Fue un tiempo que dio pie a un arte vinculado con la realidad social y político, con la emergencia de nuevas dinámicas y lenguajes, como lo han considerado estudiosos del tema (el ensayista Jorge Pech y el investigador Abraham Nahón).

El movimiento sirvió para volcar el descontento de varios artistas como ella –que además formaron colectivos (ASARO, por ejemplo). También para desarrollar nuevos lenguajes en los que la conciencia social no siempre se manifiesta de manera directa, “como una cuestión de propaganda, de agitación o de movilización, sino que tiene que ver con proyecto a largo plazo, de cómo generar una sensibilización, eso, trastocar los sentidos a partir de imágenes estéticas”.

El 2006 fue fundamental –detalla Alejandra- para hacernos ver que el espacio público es una herramienta para expresar lo que no nos gusta, pero también para construir lo que queremos.

El espacio público para el arte

Aunque su trabajo en los muros también viene de la idea de que el arte no está solo en las galerías o los museos, a los que “muchos no tenemos la posibilidad de ir”. Pero también de que el “apreciar una expresión estética, en el espacio público, es un derecho que tenemos como seres humanos porque nos acerca a la sensibilización, a la alegría. Y en ese sentido sueño con poder trastocar lo cotidiano de las personas, que al ver el mural de pronto se olviden de lo que traían en mente y puedan escapar de esa realidad y mirar otros futuros posibles; detonarles un sentimiento, una emoción”.

Mujer artista: equidad y visibilización

El muralismo y la gráfica son las áreas más exploradas por Alejandra, quien cree que en las artes, en general, las mujeres se han abierto paso poco a poco, pero aún falta más presencia o mayor reconocimiento. “Mujeres sí hay y creo que también la calidad del trabajo es muy buena, y tiene mucho que ver con la constancia, tener un compromiso con lo que se hace y una seguridad”.

“Justo cuando egresé de la escuela tenía esa inquietud, por eso surge Alalimón Arte en Comunidad (2010), con la idea de reflexionar sobre la construcción de la equidad”, comenta quien además percibe otros esfuerzos de mujeres, a través de colectivos como MacMo o Guenda.

En la parte de gráfica, percibe un momento clave para sus congéneres, a partir de la creación de un taller (Hoja Santa), que es dirigido por mujeres y apoya el proceso creativo de las artistas.

Sin embargo, en el arte urbano, disciplina en que se desenvuelven las oaxaqueñas Jade Midori Rosario Martínez (del colectivo Lapizola) y Yuma Díaz, considera que aún son pocas.