Ser positivo en exceso también es toxicidad
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Ser positivo en exceso también es toxicidad

El problema surge cuando nos vamos a los extremos


Ser positivo en exceso también es toxicidad | El Imparcial de Oaxaca

La positividad tóxica aparece cuando la dosis que incluimos de la misma en nuestra construcción de la realidad y/o expectativas se torna excesiva. Así, en este artículo hablamos del origen y consecuencias de este hábito pernicioso que la sociedad, de alguna manera, parece querer imponer.

Aquellas personas que nos contagian de su buen sentido del humor, aquellas que convierten en gris cualquier día, unas que son más impacientes, otras a las que les encanta ser mediadoras. Al ser humanos, somos únicos. El problema surge cuando nos vamos a los extremos. Es el caso de la positividad tóxica.

Entonces, ser optimista a una enorme distancia de la realidad no es bueno. Hoy te contaremos cómo alguien llega a situarse en esta posición. Además, te mostraremos algunas estrategias para no caer en este tipo de positividad.

Positividad tóxica, ¿qué es?

Según la Real Academia Española de la Lengua (RAE), una persona positiva es aquella que es ‘optimista, inclinada a ver el lado favorable de las cosas’. Ahora bien, cuando hacemos referencia a la positividad tóxica hablamos de una positividad sin ancla o base en la realidad. Un caso extremo de este tipo de pensamiento sería aquella persona que piensa que va a tocarle la lotería, aunque no haya jugado.

¿Por qué resulta tóxico? Por que los pensamientos que alimenta generan unas expectativas que nunca se cumplen. Así, la persona tiene que lidiar todo el rato con sensaciones de impotencia.

Por otra parte, los fracasos son necesarios. María Caballero, en su libro «Neuroeducación de profesores y para profesores» señala lo fundamental que es la frustración para un adecuado proceso de autorregulación emocional. Enseñarlo desde la infancia, facilitaría al niño el reconocimiento y validación de sus estados emocionales.

También, el optimismo en exceso puede potenciar las ideas irracionales. Por ejemplo, «todo va a salir bien», «a las personas buenas siempre les va bien». Este tipo de frases terminan configurando un tipo de distorsión cognitiva.

Por otra parte, se habla de positividad tóxica cuando el exceso de optimismo nos lleva a una excitación y euforia tan extrema (manía) que dejamos de trabajar por completo con el mundo real. Entonces, podemos llegar a tomar decisiones poco asertivas generen un daño, tanto a nosotros como a los demás.

Además, podemos dar pasos a hacia la dirección equivocada; no es que cuando no seamos positivos no pueda suceder, pero si lo podríamos estar potenciando más. Sucede cuando tomamos decisiones poco meditadas alentados por una sobreconfianza en nuestra intuición o posibilidades.

¿Cómo evitar la positividad tóxica?

Te mostramos algunas estrategias para que te alejes de la positividad tóxica. Veamos:

Sé sincero. Las virtudes no le quitan existencia a los defectos, un buen rendimiento no implica incapacidad para la mejora.
Permítete fracasar. Date la oportunidad de explorar tanto el éxito como el fracaso.

No siempre es buena la atención selectiva. En algunas ocasiones está bien inhibir cosas que resultan irrelevantes, por ejemplo, cuando estamos estudiando y hay mucho ruido al rededor; pero centrarnos exclusivamente en las cosas buenas puede desmesurarnos.

Expectativas adaptadas, sensibles a las circunstancias.

Establece límites. Decir «no» puede ser necesario para salvaguardar nuestros derechos, aunque no sea la opción más cómoda.
Has una lista de pros y contras. Procura que tenga la dosis necesaria de realismo.

Además, intenta pensar en frases que no sean absolutistas. Por ejemplo, las que incluyen: todo, nada, siempre. Eso te ayuda a contemplar excepciones y a contemplar que estas se pueden producir. Algunas frases de este pensamiento polarizado serían:

  • «Querer es poder».
  • «¡Vas a poder con todo!».
  • «Todo tiene un lado positivo».
  • «Si te lo propones, lo cumples».
  • «Si está en tu mente puedes convertirlo en real».
  • «Con entusiasmo todo es posible».

La trampa del pensamiento positivo

La idea de que hay que tener un pensamiento positivo está asentada en la sociedad. Es cierto que el poder que tenemos con nuestra mente es muy grande, que lo que hacemos con ella puede jugar, y mucho, a nuestro favor. Sin embargo, esto rara vez sucede cuando ignoramos los errores, las incapacidades o la parte negativa con la que a veces nos obsequia el azar.

No es crucial que permanezcamos siempre con una mentalidad optimista. En esos momentos es cuando se da la positividad tóxica. Debemos aprender de todas nuestras emociones, de los fracasos, de las malas decisiones, negarlas o reprimirlas puede hacernos daño.

Además, la positividad tóxica nos invita a ser menos estrictos con los límites o a no establecerlos. Nos hace ser menos prudentes o dedicar tiempo a elaborar planes alternativos por si el principal no funciona. ¿Para qué hacerlo si pensamos que va a salir bien, que no hay otra posibilidad que no sea la de que el futuro nos sonría?

Barbara Ehrenreich, bióloga y ensayista estadounidense, escribió un libro llamado «Sonríe o muere: la trampa del pensamiento positivo» en el que reivindica que a veces el pensamiento positivo puede ser un engaño.

Sugiere que la sociedad ha tenido una gran influencia a la hora de polarizar hacia este lado lo deseable para nuestros pensamientos. Opina que puede llegar a ser algo dictatorial y que anula el sentimiento de colectividad. Relata su propia historia; Ehrenreich tuvo cáncer de mama y comenta que todos los comentarios eran tan positivos que sonaban como un mandato que se podía resumir en una sentencia: «no tienes derecho a sentirte mal».

Ignorar, por norma y de manera absoluta, lo negativo puede empeorar nuestra calidad de vida. En este sentido, la inteligencia emocional radica en la introducción de una dosis calculada de optimismo que medie en cómo nos proyectamos, en el presente, hacia el futuro.