Una explosión en una toma clandestina de hidrocarburos sacudió la madrugada del lunes 2 de junio a la comunidad de Ulapa, en el municipio de Tetepango, Hidalgo. Dejando un saldo preliminar de dos personas fallecidas y al menos diez heridas, varias de ellas con quemaduras graves. El incidente, ocurrido en un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex), vuelve a poner en el centro de la agenda pública el persistente y peligroso fenómeno del huachicol.
De acuerdo con los primeros reportes, la detonación se produjo mientras un grupo numeroso de personas manipulaba de forma ilegal el ducto para extraer combustible. La magnitud del siniestro fue tal que se localizaron cuatro camionetas totalmente calcinadas. Presuntamente utilizadas para transportar el hidrocarburo robado.
Movilización de emergencia: fuego, humo y caos
Vecinos alertaron a las autoridades mediante el 911, lo que derivó en una rápida movilización de bomberos y personal de Protección Civil de los municipios de Tetepango, Tlaxcoapan y Atitalaquia. Al sitio también arribaron elementos de Pemex. Quienes trabajaron para sofocar las llamas y controlar la fuga de combustible, en una labor que se extendió durante varias horas.
Las personas lesionadas fueron trasladadas inicialmente a una clínica privada en Tezontepec de Aldama, aunque debido a la gravedad de sus heridas, varios pacientes fueron referidos a hospitales con mayor capacidad.
Zona militarizada: intervención federal tras el desastre
Durante la mañana, las autoridades confirmaron que el incendio había sido totalmente controlado, pero el área permanece bajo resguardo de elementos del Ejército Mexicano, la Guardia Nacional y la Policía Estatal. Quienes establecieron un perímetro de seguridad y dieron inicio a las investigaciones correspondientes.
Hasta el momento, no se ha confirmado la identidad de las víctimas mortales, y se mantiene hermetismo sobre la posible presencia de menores o trabajadores forzados en la escena, una situación no poco común en este tipo de delitos.
Huachicol: un problema que no se extingue
Este nuevo episodio se suma a una larga lista de tragedias asociadas al robo de combustible en Hidalgo, entidad que encabeza las estadísticas nacionales en cuanto a tomas clandestinas. Hace apenas un año, autoridades locales detuvieron a cinco personas con más de 2 mil 700 litros de hidrocarburo robado, además de armas y drogas.
A pesar de las campañas gubernamentales para erradicar esta práctica, la percepción ciudadana sobre el incremento del huachicol ha repuntado, según encuestas recientes. En paralelo, grupos delictivos han perfeccionado sus métodos y redes de distribución. Lo que ha dificultado la acción efectiva del Estado.
¿Falla estructural del Estado o colapso de seguridad energética?
La tragedia de Tetepango reaviva un debate incómodo: ¿por qué, a pesar de la militarización de los ductos, la vigilancia satelital y la intervención directa de Pemex, el robo de combustible sigue siendo tan común y letal?
Los críticos del gobierno actual acusan una falta de estrategia integral, centrada más en el castigo que en la prevención. Por otro lado, defensores de la actual administración insisten en que la reducción de tomas clandestinas ha sido significativa, aunque incidentes como el de este lunes ponen en duda esa narrativa.
Lo que queda tras las llamas
Mientras las autoridades contabilizan heridos, confirman fallecidos y aseguran vehículos calcinados, la comunidad de Ulapa vuelve a vivir el trauma de una tragedia anunciada, en un estado que aún no supera el recuerdo de Tlahuelilpan (2019). Uno de los peores desastres por huachicol en la historia del país.
La pregunta persiste: ¿cuántas vidas más deben perderse antes de que el robo de combustible deje de ser una opción en Hidalgo? Y más aún, ¿qué responsabilidades se están evadiendo en la cadena de impunidad que permite que esto siga ocurriendo?