El síndrome de Hernán Cortés
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Toltecáyotl

El síndrome de Hernán Cortés

 


Desde niño, me enseñaron a llamar a la invasión española, “la conquista de México”, como si yo fuera español. Así que hoy los mexicanos, tan colonizados, malinchistas y racistas, usamos en nuestro vocabulario cotidiano el concepto de “la conquista de México” en vez de la invasión. Que no es lo mismo, pero es igual. Porque, cómo se escucharía que alguien dijera, “la semana pasada vinieron los cacos a conquistar mi casa, mataron a los perros y se llevaron mi pantalla y mi computadora”. 

El punto es que vemos la invasión como algo natural y normal, y como si fuéramos españoles. En parte, porque nos han enseñado a pensar y ver la historia, con las ideas de Hernán Cortés. En efecto, es patético, pero así es. Los historiadores oficiales, que la mayoría son pro “hispanistas”, toman los escritos que hicieron los aventureros de espada y crucifijo, como verdades que no aceptan la menor duda o crítica alguna. Con ellos, hacen refritos y variaciones sobre el mismo tema. Por ejemplo: la versión de los hechos escrita por Cortés, es totalmente parciales hacia su persona. Cortés era un psicópata, no es exageración. Asesinó a quien se opuso a sus deseos o intereses, comenzando con su propia esposa a la que estranguló en su casa de Coyoacán. Pero también podemos decir de los hombres de la expedición que mandó a asesinar, porque deseaban regresar a Cuba y entregarlo a la justicia, porque había traicionado al Gobernador Diego Velázquez, por lo cual tenía una guardia personal para protegerse de sus propios hombres. Cortés fue un violador, no había mujer que se cruzara en su camino que no fuera violada. Los historiadores hispanistas callan el hecho que la esposa y las hijas de Cuauhtémoc fueron violadas, no solo por Cortés, fueron botín de guerra, al igual que todas las mujeres de la nobleza mexica. Pero además, en sus textos, porque ahora se sabe que como la corona le instauró un juicio de residencia por todas sus fechorías, no lo dejaron salir de España y le prohibieron escribir sobre la invasión, motivo por el cual, como siempre, Cortés no respetó la ley y escribió el libro, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, con el seudónimo de Bernal Díaz del Castillo, para tratar de mantener su popularidad como el más valiente y osado conquistador de Europa, cosa que le ayudaba en el larguísimo juicio que estaba llevando. Cortés tenía el vicio y la manía de la traición como forma de relacionarse. Traicionó a todo aquél que tuvo la desgracia de entrar en relación con él, comenzando con el Gobernador de Cuba. Traicionó a sus compañeros de invasión. En el juicio de residencia se le acusó de que no cumplió con el equitativo reparto del oro robado. También traicionó a sus inversionistas que le financiaron la invasión. Traicionó a sus aliados anahuacas después de la victoria sobre Tenochtitlán. Y la máxima traición, que no lograr consumar, la traición al rey de España. En efecto, Cortés pretendía ser virrey de la Nueva España, pero si la corona no le daba el puesto, Cortés se independizaría de la corona y se convertiría en el rey de México. Esta es la razón fundamental por la cual, la corona le instauró el juicio de residencia y no le permitió regresar al Anáhuac.

Esto es una pequeña muestra de quién en verdad fue este siniestro personaje, el que la cultura dominante hispanista de México, lo quiere mantener como un heroico y valiente conquistador. Sin embargo, el “síndrome de Cortés” nos alcanza hasta nuestros días, y aunque usted no lo crea, define mucho del comportamiento de aquellos que en estas tierras llegan al poder. 

Robar, mentir, violar y asesinar, es la ley de Hernán Cortés. Esa actitud despiadada con los ciudadanos, máxime, sin son de descendencia anahuaca, históricamente comienza con las matanzas de Cholula y del Templo Mayor, pero siguen en ríos de sangre que recorren todos los pasajes de nuestra historia y llega con las matanzas de Tlatelolco o de Ayotzinapa. 

Esa forma de torcer la ley, para violarla “legalmente”, inicia con Cortés. Por ejemplo: Cortés traiciona a Velázquez, que tiene el permiso de la corona para “rescatar oro”, es decir robar. Para invadir y fundar, se requeriría otro permiso que tenía un costo en el porcentaje de lo robado más alto. Cortés funda el ayuntamiento de Veracruz, pone autoridades títeres, renuncia a la expedición de Velázquez y crea otra expedición, para actuar dentro del “marco de la ley”. Algo muy parecido al Pacto por México, reformar la Constitución para entregar “legalmente” el petróleo a las empresas trasnacionales. Es lo mismo, pero diferente.

Si no conocemos la historia, estamos obligados a repetirla una y otra vez. La invasión no ha terminado, antes llegaban en galeones, hoy llegan en aviones, antes traían espadas y arcabuces, hoy tren dólares y euros, pero a final de cuentas, hoy hacen más daño que en el siglo XVI. El síndrome de Hernán Cortés es requisito para ser funcionario o político en este país colonizado, racista, clasista e hispanista. Educayotl AC. “Descolonizar es dignificar”. www.toltecayotl.org