El peregrinar que nadie merece vivir
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Sin cuentos chinos

El peregrinar que nadie merece vivir

 


El derecho a la salud es igual de esencial que el derecho a la vida. La razón es simple: para garantizar la plenitud de uno, hay que asegurarse que se cubra el otro.

Este último año ha sido un desafortunado recordatorio de que nuestra esperanza de vida no es una estadística homogénea, sino una lotería socioeconómica. Prueba de ello, es la pesadilla que vivió la familia Soto Medina el año pasado, en la Ciudad de México.

Todo comenzó con un dolor de estómago intenso que molestaba a Hilda, la madre. Acompañada de algunos de sus hijos, llegó a la Clínica 27 del Seguro Social pidiendo ayuda con su ya bastante insoportable dolor. La ‘internaron’ pero no la atendieron propiamente, pues sólo había médicos para atender a pacientes covid. “Nos pidieron que nos la lleváramos a casa y regresáramos el lunes; era miércoles”, me explicó Ely, la hija mayor, quien fue forzada a firmar un alta ‘voluntaria’.

Unos días después, el sábado, la señora Hilda ardía en fiebre. Era momento de buscar un hospital que la pudiera admitir por urgencias. Llegaron al Hospital de Nutrición, el cual estaba totalmente aislado por covid. Los mandaron al Gea González, pero tampoco les fue mejor. “Nos dijeron que por covid, no tenían camas, pero que nos podían apoyar con una hoja de referencia que dijera que mi mamá necesitaba una tomografía urgente, a ver quién nos la aceptaba” narró Ely.

Siguieron su peregrinación hacia el Hospital Nacional Homeopático, pero cuando mostraron la hoja de referencia se rieron de ellos: “Aquí no hay camas, ni tomógrafo ni doctores disponibles. Váyanse a otro lado”. La ansiedad y desesperación entre la familia crecía, pero tirar la toalla no era opción, por lo que fueron al Hospital General con la esperanza de tener más suerte. No obstante, tan sólo para enseñarles la famosa hoja de referencia había que hacer una fila que demandaba una cantidad de tiempo con la que la señora Hilda no contaba.

Para este punto ya se retorcía del dolor. Al verla, la familia convino que había que llevarla a un hospital privado, que las cuentas las harían después. “La llevamos a un hospital en la colonia Roma, el más barato que encontramos. El médico nos dijo que tenía una pertionitis ocasionada por una perforación de intestino que de haberse atendido antes, se hubiera podido evitar. La ingresaron a cirugía de emergencia” contó Ely.

Adicional a la preocupación de saber que su madre se debatía entre la vida y la muerte, estaba el factor económico. Ely y sus hermanos ya se encontraban rebasados. Empezaron a buscar un hospital público a donde pudieran trasladarla.

Ely regresó a la Clínica 27 para ver si ‘de churro’ había lugar, pero el escenario fue desalentador. “Era un caos. Me tocó ver que dieran portazo y dejaran a toda la gente muriéndose afuera. Todos se avientan a las rejas, desesperados”.

Por esas mismas fechas, Ely y sus hermanos vieron en la mañanera que el presidente anunció un convenio con hospitales privados. Creyeron que ahí estaba su salvación, pero fueron a tres hospitales particulares y según explicó Ely, “en ninguno sabían nada sobre tal convenio, nos dijeron que eso no iba a pasar, que lo que AMLO había dicho había sido sólo para la foto”.

Los días pasaban y la cuenta del hospital, aumentaba. La contadora ya estaba al acecho, incluso con amenazas. “No sabíamos qué hacer pero no tuvimos de otra. La llevamos a casa, pero poco a poco su cuerpo se llegaba y el color de su cara se desvanecía, por lo que hicimos un último intento de internarla en un hospital público para salvarle la vida” contó Ely.

Llegaron a la Clínica 29 donde por fin la recibieron, la entubaron y le realizaron otra cirugía, pero ya era demasiado tarde. La señora Hilda cada día tenía menos fuerza. Ese mismo día, falleció.

Hilda Medina no murió de covid, pero murió por covid. La negligencia, la fallida estrategia de gobierno para controlar la pandemia y evitar tener hospitales colapsados, aunado a la facilidad con la que convirtieron un sistema de salud deficiente, en uno simplemente precario, es inadmisible.

Escuchar a Ely fue desgarrador. Ella estaba dolida pero también enojada. Enojada con el presidente por hacer aseveraciones y promesas falsas en su estrado matutino. Enojada de que mientras hay gente abarrotando hospitales, se están destinando recursos a obras (sin sentido) como una refinería. Enojada de haber escuchado que todo estaba bajo control y toparse con una peripecia marca Homero que desembocó en el deceso de su madre.

Hilda era una mujer de 65 años, fuerte, que gustaba de hacer manualidades y que dejó a siete hijos. Es uno de los aproximadamente un millón 500 mil mexicanos que dejaron de recibir atención hospitalaria y de urgencias desde que comenzó la pandemia. Personas cuyo verdugo, tiene nombre y apellido.

Son muertes silenciosas pero que existen, que dejan heridas abiertas y familias rotas.

La salud es un derecho universal fundamental, lástima que el precio de que nuestro sistema no esté a la altura, lo estén pagando tan caro las familias mexicanas.

En memoria de Hilda Medina Paniagua (1954-2020).

Tw. @chinaCamarena