La nueva normalidad en los albergues de migrantes
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Sin cuentos chinos

La nueva normalidad en los albergues de migrantes

 


Para Omar Ortega, la llegada de la crisis sanitaria supuso un abrupto cambio de planes. Llevaba aproximadamente un año como responsable de integración local en la Casa de Acogida, Formación y Empoderamiento para la Mujer Migrante y Refugiada (CAFEMIN), ubicada al norte de la Ciudad de México, cuando se vio obligado a enfrentar la nueva realidad que le deparaba al albergue y a los más de 50 migrantes bajo su techo.

Desde Guatemala y Honduras, hasta India y El Congo, en CAFEMIN reciben casos muy específicos que organizaciones aliadas e incluso el propio gobierno mediante instituciones como el Instituto Nacional de Migración (INM) y el DIF Nacional, canalizan hacia dicha asociación civil para apoyar esencialmente a familias, mujeres, madres solteras y adolescentes no acompañados, que necesitan un lugar de mediana estancia para vivir, ya sea en lo que su condición legal se arregla, o bien, en lo que reúnen las herramientas necesarias para valerse por sí mismos allá afuera.

A pesar de que el albergue cuenta con una capacidad de 100 personas, debido a la situación actual, tuvieron que restringir el acceso “Tuvimos que reformular todo el modelo de atención que teníamos (…) no ha sido fácil adaptarnos a esta nueva normalidad” me explicó Omar en entrevista telefónica. CAFEMIN, cuenta con tres ejes de acción que contempla la hospitalidad, la atención integral y la integración local.

La atención integral y la integración local, según señala Omar, son fundamentales. En la primera, se lleva a cabo una ruta que va desde la atención médica y psicológica, hasta la legal y educativa. “Creemos importante enfocarnos en la formación de la persona, por lo que les damos capacitaciones y talleres de comunicación asertiva, valores, derechos humanos, entre otros” apuntó el joven. Por su parte, el nicho de integración local, del cual es directamente responsable, refiere al ‘día después’ es decir, a asegurarse que cuando las mujeres, familias y/o adolescentes, abandonen el recinto, lo hagan teniendo la oportunidad de concretar sus estudios o bien, certificarse en algún oficio para así aumentar las posibilidades de emplearse o autoemplearse y por tanto, tener una vida independiente.

De acuerdo con Omar, ya llevan más de dos meses acatando las recomendaciones de las autoridades sanitarias, de no salir de las inmediaciones a menos de que sea estrictamente necesario. Adicional a esto, han redoblado esfuerzos en la implementación de protocolos de higiene, para evitar que se pronuncie algún caso de coronavirus dentro del albergue. 

Sin embargo, también han tenido que tomar decisiones estratégicas, como la remoción del eje de integración local, hecho que en un principio ocasionó que la convivencia entre el medio centenar de personas que ahí habitan, se dificultara. “Uno de los grandes retos al principio, fue hacerles creer a todos que lo que estábamos viviendo era real. Muchos no lo creían pero a medida que lograban comunicarse con sus familiares en otros países, se daban cuenta que era algo real y que no nos lo estábamos inventando” narró Omar.

Con el fin de contrarrestar la incertidumbre que apremiaba a los ‘residentes’, implementaron asambleas semanales para actualizarlos con información fidedigna sobre la pandemia y así evitar la desinformación. 

Por lo menos 30 de las personas que hoy están en el albergue son adolescentes, lo que ha significado un reto para el equipo de Omar a la hora de repensar las actividades ya que no sólo están acostumbrados a un ritmo de vida ‘muy acelerado’, sino que además,  dado su contexto, “cada persona es una bomba de tiempo emocional, por lo que el sentir la incertidumbre consecuencia del escenario mundial actual, hace que tengan crisis más fuertes”. 

La mayoría de las personas que han recibido en el albergue, llegaron a la capital mexicana huyendo de la violencia de su país, siendo casos particulares el de los hondureños y salvadoreños, quienes escaparon del destino ‘que les tocaba’:  el de unirse a pandillas criminales como la de los Maras, la cual guarda fuerte presencia en ambos territorios  

Pese a que Omar y gran parte del personal de CAFEMIN, ha tenido que renunciar a estar en cuarentena con sus familias para hacer turnos de hasta una semana y así reducir las posibilidades de que el virus entre al lugar, el joven admitió que su situación es mucho más favorable en comparación a la de otros albergues de la ciudad. “Hay estaciones migratorias como la de Iztapalapa, con grados de hacinamiento bastante fuertes. Debido a las medidas que los distintos albergues hemos tomado de cerrar las puertas para preservar las medidas de higiene y distanciamiento, la cantidad de población migrante en las calles, ha aumentado de manera alarmante”. 

Por otro lado, el esquema de financiamiento de la asociación se basa en la postulación de proyectos a nivel local, nacional e internacional, así como en donaciones; el gobierno no les brinda ningún apoyo directo. Según afirmó Omar, las donaciones han disminuido desde que inició la pandemia, pero el modelo de financiamiento que manejan, ha ayudado a que la asociación se mantenga estable aun en estos momentos de crisis. 

De acuerdo con las últimas cifras publicadas por el Instituto Nacional de Migración, el flujo migratorio al sur del país, ha disminuido casi en un 90% en los últimos tres meses. Esto como consecuencia del cierre de fronteras que se estipuló para controlar la expansión del virus dentro del país. No obstante, no podemos dejar de lado el hecho de que aún existen miles de migrantes desamparados, y sobre todo, expuestos a contraer un virus que podría ser letal si tenemos en cuenta que a muchos de ellos, les es negado el acceso a un servicio de salud pública.  

México es un país que vive muchas realidades de manera simultánea. Es ingenuo pensar que esas seis letras, o los tres colores de la bandera, cobijan a una misma nación. Con la llegada de la crisis sanitaria a nuestro territorio, el espectro de estas múltiples y escalonadas realidades, se ha acentuado. Un -pequeño- porcentaje de la población ha (hemos) tenido la fortuna de quedarse en casa y a pesar de todo, vivir una realidad medianamente estable. Pero hay otros, como la población migrante, que no goza de las mismas oportunidades. Si bien es cierto, que asociaciones civiles como CAFEMIN, han hecho un trabajo admirable salvaguardando la integridad de estas personas, eventualmente tendrán que salir de ahí y enfrentar un mundo mucho más turbulento del que dejaron al ingresar. Apoyemos, exijamos, defendamos. 

Tw: @chinaCamarena 

 


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