#8M: Preguntas frecuentes
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#8M: Preguntas frecuentes

 


 

Después del viernes las redes sociales y los titulares de los diarios se han inundado con reportes y crónicas de las marchas que se realizaron en decenas de ciudades del país con motivo del Día Internacional de la Mujer —deberían ser mujeres, pero, ¿qué le vamos a hacer?

Y como siempre, existen tendencias en las reacciones a la cobertura de las marchas. Muchas cuestionando la validez del movimiento. Muchas cuestionando las formas. Muchas otras, también, preguntando cosas básicas sobre el feminismo y los términos que se ocupan en el lenguaje de las marchas.

Ante ello, aquí mis dos centavos.

¿Qué es el feminismo?

Depende a quién le preguntes. En ciertos diccionarios se define como Movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo (como que no ayuda nada en entender de qué va).

Algunas otras fuentes lo definen como una corriente de pensamiento que reúne un conjunto de movimientos e ideologías, tanto políticas como culturales y económicas que busca lograr la equidad de género, igualdad de derechos y la transformación de las relaciones de poder entre ambos sexos, y que, para mí, por aquí va a idea.

No hay una definición única, como tampoco hay un solo feminismo. Hay incluso muchas en los movimientos que nunca se identificaron con la palabra feminismo y lo que representa (aunque muchos medios se esfuerzan en etiquetar a “las feministas” como definición de todas las personas que participamos en estos movimientos). De hecho, es más preciso, quizá, referir a las luchas anti patriarcales como agente aglutinante de la movilización.

Y, entonces, ¿qué es la lucha anti patriarcal? Pues es la lucha en contra de un sistema de dominio y organización social, institucional, doctrinaria, económica y política, que establece la supremacía de lo masculino como unidad de medida, control e ideal social, excluyendo y buscando erradicar la existencia de cualquier diversidad de pensamiento, organización o ponderación.

De esto, hay miles de libros completos del tema. Lo que se ofrece aquí es una primera y somera aproximación.

¿Por qué se marcha?

Cada quien tiene su razón por la que ir a marchar. Pero el común denominador es que a todas nos cruzan historias de violencia y discriminación. Todas compartimos el miedo de no volver a casa porque siendo mujer hay una buena posibilidad de ello. Muchas ya no han regresado. También marchamos para acompañar a todas ellas que siguen luchando por justicia para las que están y las que ya no están.

Marchamos para que las cosas cambien de fondo. Que ser mujer o disidencia no sea sinónimo de riesgo o de ser vulnerable. Para poder estar seguras. Para, en suma, poder existir en nuestros términos. Que no nos maten, violen o agredan por ser mujeres o disidencias.  Se marcha para exigir que podamos vivir. Tan simple y básico como esto.

Además, marchamos para desafiar las ideas predominantes que nos siguen oprimiendo, para generar cambios sustanciales que nos permitan estar en mejores circunstancias de vida, porque seguimos trabajando muchas horas que no son reconocidas ni pagadas; porque por trabajo igual se nos paga menos; porque no tenemos mismos derechos sobre nuestros cuerpos y nuestra voz no vale igual.

Pero, al final, queremos un cambio de sistema. Porque tampoco aspiramos a reproducir el sistema patriarcal en igualdad de circunstancias que los hombres -quienes también se ven afectados y explotados por el sistema patriarcal-. Queremos tener la oportunidad de repensar en colectivo nuevas maneras de organización social, menos violentas y sin opresión.

Cada una de las personas que marchamos tenemos nuestras propias razones.

¿Pero, son las formas?

Pues sí. Digo, no es ideal que se rompan, rayen o quemen cosas. Pero esa es la reacción de un caldo de cultivo.

Es muy alarmante que la sociedad se escandalice por la destrucción de cosas en una marcha, pero no por la destrucción de la vida y dignidad de miles de mujeres que diariamente se reporta en los medios. La indignación por cosas y no por la pérdida de vidas humanas o la injusticia. ¡Vaya que nos falta empatía e incluso una pizca de humanidad! Y lo peor es que solo parecen voltear a ver el movimiento cuando hay estas manifestaciones de hartazgo y rabia por la falta de justicia.

A todas las personas que les causa tanta indignación los monumentos quizá deberían, en lugar de activistas de las paredes, ser activistas de la justicia para las vidas y cuerpos de las personas.

Quizá es momento de pensar que si no queremos rayones en las paredes y vidrios rotos primero tenemos que trabajar socialmente para que no haya personas asesinadas o violentadas en razón de su género.

¿Y luego de la marcha, qué?

Esta pregunta también me la hago yo. La marcha nos permite arroparnos, acompañarnos y visibilizar la generalización del problema que nos cruzan como mujeres o como disidencias. Existen colectivas y activistas que día a día trabajan de manera incansable por mejorar la vida de las mujeres y todas aquellas que no acomodan al pensamiento binario de asignación sexo-genérica, pero que nos falta acompañarlas en esos tramos.

Parece que nos estamos acercando a una “tokenización” de la marcha y que no pasamos más allá de ello. Es necesario que estos espacios sean usados para no sólo acompañarnos y visibilizar nuestras luchas, sino para articularnos y hacer otros horizontes posibles.

Estas líneas son la aportación de la que suscribe y de ninguna manera pretenden ser respuestas únicas. Precisamente lo que se busca en estos movimientos es que todas, todos, todes, nos cuestionemos y seamos críticos con nuestro entorno y las enseñanzas que nos ha brindado el sistema. Incluso puede que estas respuestas cambien con el tiempo. Pero hoy, estos son mis dos centavos.

@GalateaSwanson