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Atlas de riesgo

 


El pasado viernes, el director general editorial de El Financiero, Enrique Quintana, publicó su columna titulada “Acapulco: que no vaya a temblar” (https://tinyurl.com/3nxeja7b). En ella daba a conocer que, en el Atlas de Riesgos del Estado de Guerrero, la posibilidad de que un ciclón tropical de categoría 3, 4 o 5 impactara su territorio tenía una posibilidad igual a cero. Queda hoy más que claro que no es el caso.  

El maestro Quintana abunda en su columna que una previsión de tal naturaleza equivale a que la administración pública guerrerense omitió contar con cualquier grado de prevención para afrontar un riesgo meteorológico como el que aconteció el pasado 25 de octubre, dado que su instrumento rector de la política de gestión de riesgos ni siquiera consideró un escenario como el que ya sabemos es totalmente posible.

¿Cómo está Oaxaca en ese rubro? Perdido. Resulta que nuestro Atlas de Riesgos Estatal data del año 2003. Tres administraciones estatales pasaron sin que uno de los instrumentos más importantes de política pública de largo plazo para salvaguardar la vida y patrimonio de la y los oaxaqueños haya sido atendido.

Bueno, existió una actualización somera en 2010 al Atlas de Riesgos entonces vigente. Sin embargo, todavía peor, ni siquiera es consultable. Si vamos a la liga https://www.oaxaca.gob.mx/proteccioncivil/atlas-de-riesgo/, no es posible consultar ninguno de los tomos del Atlas y, además, no se incluye la actualización.

Por tres administraciones estatales completas, es decir 18 años, el Atlas de Riesgos Estatal ha sido completamente ignorado a pesar que en el sexenio 2010-2016 se expidió la Ley de Protección Civil y Gestión Integral de Riesgos de Desastres para el estado de Oaxaca, en la que su artículo 35 obliga a la actualización del Atlas de Riesgos del Estado.  

Todavía peor, la vasta mayoría de los municipios, quienes constituyen las autoridades de primera respuesta ante cualquier siniestro, y quienes suponen la instancia inmediata de conocimiento y ordenamiento territorial, no cuentan con Atlas de Riesgos actualizados.

Cierto, se trata de instrumentos de planeación de alta complejidad, de alto costo para el erario público y resulta una obligación onerosa para los ayuntamientos, los que en muchos casos a duras penas cuentan con recursos suficientes para hacer frente a sus responsabilidades más sentidas.

No obstante, hay que recordar que el gasto de prevención es radicalmente inferior al que se genera ante un siniestro que no fue atendido con la debida precaución y que al final de la ruta, ese gasto, si es bien hecho, redundará en ahorros para la población entera, y no sólo eso, sino en patrimonios sin merma y, lo más importante, vidas salvadas.

Hay que admitir que existen señales alentadoras en los últimos meses. La Secretaría de Gobierno del estado anunció el pasado mes de junio que se trabaja en la elaboración de Atlas de Riesgos Municipales de la Región del Istmo de Tehuantepec.

Esperemos que pronto los demás ayuntamientos también reconozcan las bondades de contar con la planeación estratégica debida ante posibles catástrofes, especialmente ante un panorama de calentamiento global donde los riesgos son mayores y más volátiles. 

Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar.

@GalateaSwanson