Defender a quien nos defiende
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Defender a quien nos defiende

 


El pasado jueves, el domicilio de Rogelia González Luis fue allanado por un grupo armado. Ella, defensora de los derechos de las mujeres en el Istmo de Tehuantepec, no se encontraba ahí; encontraron en cambio a su nieto, quien fue amenazado y advertido de que la agresión era dirigida hacia su abuela. Se llevaron la computadora personal de Rogelia, donde se encontraba información sensible sobre los casos e identidades de las mujeres que apoya.

En entrevista tras lo sucedido, Rogelia González expone la vulnerabilidad de las personas que defienden derechos humanos (https://bit.ly/3tAHVhD) ¿Quién defiende a las defensoras y defensores?

Si bien en México existe un Mecanismo para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, este no cuenta con la infraestructura suficiente para hacer frente a las necesidades de las y los defensores de derechos humanos y periodistas cuando son sujetos de amenazas que su labor indebidamente conlleva. A decir de Rogelia González, es precisamente este mecanismo el que recién en el mes de diciembre determinó el retiro de medidas de protección del Refugio Regional de Mujeres Indígenas “China Yodo” (https://bit.ly/3GBqjpm; https://bit.ly/3Ibb7zs; https://bit.ly/320YAPQ).

Parece que en México no existe quien defienda a las y los defensores de derechos humanos. Una tarea ingrata que salva vidas, dignidad y mundos enteros sin que existan mínimas garantías para su ejercicio. Esta condición no es nueva y ya lleva años el deshonroso puesto de México entre los lugares más peligrosos para las personas defensoras de estas garantías básicas (https://bit.ly/3I86OFj; https://bit.ly/3Fw9ieZ; https://bit.ly/3GzkuZp).

En un mundo ideal, nadie debería ser defensora o defensor de derechos humanos. Las instituciones serían garantes de protección y no habría necesidad que las personas civiles pongan sus cuerpos de por medio para garantizar que no se cometan abusos desde el poder fáctico o legalmente constituido. Sin embargo, en territorios donde el Estado ha claudicado su función, es la labor de las y los defensores suplirlo. Es un servicio a la sociedad de primer orden que no debería recaer en los particulares y que lo hace a pesar del riesgo, coste y sacrificio.

Muchas veces, estas personas son perseguidas por el mismo Estado, señaladas como problemáticas y no es de sorprender en un contexto en el que el estatus quo es la corrupción, la indiferencia y la complicidad son el pan de cada día. En un país donde la impunidad es regla, donde los recursos públicos aún se aplican con opacidad y la cohesión social se desmorona en cada rincón, las organizaciones y personas defensoras de derechos humanos son un muy necesario atisbo de esperanza.

Como sociedad, resulta urgente que articulemos esfuerzos e interés por la labor, seguridad y dignidad de las personas defensoras de derechos humanos. Sin ellas, ellos y elles, con toda certeza nuestros mundos serían más inhabitables, violentos y crueles. Alcemos la voz por aquellas personas que han sido agredidas, que se encuentran desaparecidas -como Irma Galindo (https://bit.ly/3fox16h; https://bit.ly/3tvVsqn)-, por aquellas que han dado su vida por las causas justas (https://bit.ly/3FxHwyL) y por aquellas que hoy, a pesar de su dolor, se levantan para representar a quienes el día de hoy no nos pueden acompañar (https://bit.ly/3ntdINv; https://bit.ly/320HMbF). Protejamos a quienes nos protegen.

 

@GalateaSwanson