Lenguaje incluyente
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Lenguaje incluyente

 


Mucha pugna y discusión sobre el lenguaje incluyente. Que si se escucha raro. Que si está “bien”. Que la Real Academia Española (RAE) dice esto o aquello…
Es un tema que ha generado mucho escozor en algunos sectores hasta el punto de llegar a la ridiculez de querer impulsar leyes en las que se prohíba que el lenguaje incluyente sea parte del currículo de la educación pública (https://bit.ly/3ksSsVW).
¿Qué tanto afecta si se usa una x, una e, se utiliza el género neutro o se desdobla el lenguaje? ¿Por qué genera taaaaaaanta oposición estos modos de comunicar cuando casi todas las personas distamos mucho de apegarnos a los designios de la RAE y de las clases de español de la primaria? ¿Por qué no hay la misma reacción cuando se dan otros cambios a los usos y formas de la lengua española mexicana?
Las lenguas son espacios en los que a través de la potencia de las palabras y expresiones lingüísticas se bosquejan rutas de acción y horizontes, lo que permite su materialización en obra, organización, propósito, objetivos, fines, sentimientos y vínculos sociales.
Son sistemas de comunicación, de posibilidades de relacionarnos y de habitar. A través de ellas conceptualizamos, describimos e intercambiamos sentires y saberes.
Las lenguas constituyen dispositivos mediante los cuales vamos reconociendo, creando y ocupando el espacio, el tiempo y los nexos con otras personas, otros colectivos y con otros elementos.
No es en balde la lucha de los pueblos que han resistido los procesos de colonización por la preservación y proliferación de sus lenguas. Ya lo señala la extraordinaria lingüista Yásnaya Elena A. Gil, es una lucha “por el territorio cognitivo”. Las lenguas son modos de vida y sistemas de conocimiento, por lo que constituyen mundos y realidades. “…la lengua nos atraviesa a todas las personas todo el tiempo… a diferencia de las manifestaciones artísticas o estéticas, la lengua es un fenómeno que empapa todos las interacciones humanas y también nuestros pensamientos concretos.” (https://bit.ly/3jnke6X)
Es por ello que las lenguas son sistemas vivos. Territorios sensibles a las prácticas, valores, apreciaciones y conocimientos de los conjuntos sociales que cambian con el paso del tiempo y la geografía. Las personas que hablamos español en México somos ajenas a usos del español en las Antillas, de la Patagonia o de Puerto Rico; incluso, ya ni siquiera hablamos el español de la misma manera que lo hacíamos hace 30 años (https://bit.ly/3yns8Bw).
Contrario al malentendido popular, las lenguas se trazan y modifican por el uso y necesidades de sus hablantes (https://bit.ly/3kyNaIb). Por tanto, la RAE no es la policía del lenguaje y aunque sí es un referente -entre muchos otros-, tampoco cuenta con autoridad alguna para definir, delimitar o validar el uso de la lengua española. Como lo señala el académico y escritor Adrián Chávez, el papel de las academias no es proyectar qué es o qué será la lengua, sino ir detrás de las y los hablantes para ir sistematizando sus prácticas y generar estándares que permitan tener algunas bases comunes que faciliten la comunicación (https://bit.ly/3sR29kK).
Entonces, las lenguas cambian y aunque tenemos acuerdos sobre su uso (reglas/estándares), éstos se encuentran en constante cambio. La lengua española y el español mexicano son maleables conforme a los usos y necesidades de sus hablantes y no hay un canon o condición material que impida su transformación, ya sea mínima o radical.
En ese contexto, el lenguaje incluyente se erige como un esfuerzo deliberado de las, los y les hablantes de la lengua para representar un mundo e identidades que en el tradicional uso del español no han sido reconocidos. Es una apuesta política militante de visibilizar y reivindicar la vida, existencia y derechos de personas que premeditadamente han tratado de ser borradas por estructuras de poder hegemónico.
El lenguaje incluyente no requiere de la validación de la RAE para existir. No está equivocado. No precisa ser aprobado por las personas receptoras. Tampoco se trata de querer imponer una manera de expresarse. Claro, se puede estar en desacuerdo y no es de ninguna manera obligatoria su adopción. Sin embargo, no hay mérito de corrección lingüística para tratar de invalidar o menospreciar su uso (https://bit.ly/3jny9tD). La descalificación, acusación de invalidez o inexistencia (?) recaen más bien en la intención de algunas personas de negar o rechazar la realidad e identidades que trata de nombrar, muchas veces como parte de patrones que perpetúan violencias en contra de comunidades enteras.
Es importante señalar, además, que el lenguaje incluyente no es un fin en sí mismo. Es una herramienta más -optativa y no exhaustiva- que nos permite continuar la lucha por la dignidad y derechos de millones de personas excluidas por siglos de las narrativas, toma de decisiones y realidades dominantes.
El lenguaje inclusivo hoy tiene poco que ver con la mera gramática, morfología y sintaxis. Es una lucha por nombrar y reconocer, con justicia, identidades, historias y vidas que aún muchas personas buscan avasallar; y eso, como ya dijimos, no necesita “permiso de la RAE”.

@GalateaSwanson