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Noroña primero ofende a su abuelita y luego le llora

¡¡¡Que la incineró!!!,¡¡¡Que tiró sus cenizas en el Rio Sena de París!!!. Si la señora hubiera podido defenderse y protestar, habría mandado al nieto muy lejos, ahí por donde vive, ya saben quién. Qué barbaridad que manera de lastimar la cultura de su abuela, las creencias de una persona, sus prístinos derechos sobre la disposición de su cadáver.

El señor Noroña, confiesa que su ascendiente, fue una mujer indígena pobre, estoy segura que lo menos que se le ocurriría a la difunta es tal excentricidad con sus cenizas. ¿cenizas?, jamás lo hubiera permitido si le hubiesen preguntado. O ¿La señora tendría un vínculo emocional con el Rio Sena?, ¿habrá sabido de la existencia de ese Río? ¿Estaba enamorada de París?. Noo, aunque así fuera, culturalmente las etnias de México, y la mayoría de los pueblos originarios del mundo, tienen un vínculo pero con la tierra que los vio nacer, con la tierra en las que están enterrados sus ancestros, en la tierra que les dio de comer, de donde, ¡brota la vida!. Ahí quieren regresar, enteros, sin cremación alguna. Debido a que en nuestros pueblos originarios conciben la muerte no como final absoluto, sino como una transición hacia otra forma de existencia, muchas veces ligada al mundo espiritual, a los antepasados y a la cosmovisión propia de cada cultura.

Los ritos y los rezos que se realizan al cadáver de un familiar fallecido cumplen múltiples funciones que no solo son religiosas o espirituales, sino jurídicas, comunitarias y simbólicas. Es una fuerte tradición que los padrinos de bautizo si viven, o un descendiente de esos padrinos vista al cadáver; en tratándose de mujer, debe vestirse con el traje con el que se casó si fue casada. O simplemente con el ropaje étnico de gala.

En la Costa del Pacífico, es un ritual especial el atuendo de la mujer finada, su vestido está guardado desde su boda para usarlo de mortaja, el huipil de algodón sin mangas, tipo quechquemitl, lleva en el cuello una tela de seda de color brillante, con unos pequeños bordados de animalitos de colores, ese día de la velación de cuerpo entero, también le ponen su tocado de la cabeza, que son dos agujas de madera con la que hilaron sus trajes en telares de cintura, colgando unos hilos y borlas de colores; al estar tendidas parecen princesas o reinas dormidas.

Los hombres también tienen un atuendo de gala que será para ese gran día en que son llamados a reunirse con sus ancestros. Está listo un petate o base de madera, rodeado de flores y el sahumerio con copal que inunda la habitación de esa mezcla de olores el copal y las flores. Todo mundo reza, llegan con la limosna que se anota lo que cada quien aporta, en agradecimiento le dan una taza redonda sin asas, con chocolate o café y su pan. Entre los rezos hay música, la música que le gustaba a la difunta.

¿Por qué todo ese ritual?, porque para ellos, la persona no muere completamente: su espíritu transita a otro plano, y necesita ser acompañado mediante ritos que lo guíen y protejan. Los rezos ayudan a “liberar” el alma del cuerpo y asegurar que no se quede atrapada en el mundo terrenal, lo cual sería peligroso para la comunidad. Esto se entiende como Continuidad con el mundo espiritual.

Y también se da un vínculo comunitario, por eso la muerte no es un asunto individual, como eso de que, ¡cremo a mi familiar!, y voy al extranjero a tirar sus cenizas. No y no, jamás. Es no entender el fenómeno de la muerte dentro de un núcleo étnico. Los ritos permiten a la comunidad acompañar simbólicamente al difunto y su familia. Es una forma de justicia relacional: se restaura el equilibrio alterado por la muerte a través de la participación del colectivo. Y sigue la purificación y tránsito.

En muchos pueblos consideran que el cuerpo del difunto debe ser purificado para que el espíritu pueda continuar su camino. Esto implica el uso de rezos, de baños rituales, sahumerios cantos o plantas sagradas. Es una forma también de proteger a los vivos del poder que puede tener la muerte. Estos son los derechos post mortem de una persona que pertenece a una etnia, son los derechos de un difunto, como a ser enterrado en su territorio ancestral, con sus antepasados, a recibir los honores propios de su rol en la comunidad o incluso a reencarnar.

Luego, la Cosmovisión cíclica del tiempo. A diferencia de la visión lineal occidental, muchas culturas indígenas tienen una visión cíclica del tiempo: la vida, la muerte y el renacer están conectados. Los ritos buscan asegurar que el ciclo continúe, tanto en lo espiritual como en lo social.

En suma, estos rezos y ritos no son meros actos religiosos; son expresiones de una racionalidad jurídica propia, que articula derechos, deberes, relaciones y espiritualidad de manera integral. Son parte del derecho indígena, que debe ser reconocido y respetado en el marco del pluralismo jurídico. En el pueblo Nahuatl, por ejemplo, le colocan al difunto cerca de su féretro objetos personales que apreciaba, tamales, atole y cacao para llevar consigo en su tránsito al otro mundo.

La colocación del cuerpo en posición de ritual. Algunos los colocan en posición fetal o con las manos cruzadas sobre el pecho, como símbolo de regreso al origen (la madre tierra o el vientre cósmico) Lo que se asocia con la idea del ciclo de vida y renacimiento. La caminata de toda la familia, amigos y conocidos de la casa al cementerio, con música, (esa música según si es niño, anciano o jerarca del pueblo, varía), marca el paso del mundo terrenal al espiritual. Después de esto, cómo se llama la escena de tirar las cenizas de la abuela indígena al Rio Sena. ¿Sacrilegio?, ¿profano?. Quien escribe es experta en derecho indígena porque siendo Directora del Registro Civil, capacité a todos los presidente municipales de la reforma de 1982 y me adentré en todo los relacionado con el nacimiento y la muerte de las personas, en los pueblos de Oaxaca.

Y diré que una mujer indígena y menos si es anciana, se considera pobre. No tienen zapatos, ni un clóset lleno de ropa de marca, pues no les importa. Su felicidad está en producir aunque sea en un pedazo de tierra del traspatio, las yerbas para curar, el maíz, verduras, la gallina, el marranito.

La mujer indígena es la más productiva del mundo, de la nada tienen las manos llenas para recibir a su familia. Solo saben dar, y dan en grande, desde un cálido abrazo, hasta la mejor de las bebidas o comidas que uno haya probado. Basta un huevo del comal, una salsita con chile, frijoles y tortillas de mano (todo orgánico), para hacerte sentir en tu casa, querido y apapachado. Jamás lloraría por la condición de una mujer indígena, porque no son pobres ni de corazón ni de coraje. El hambre las tira y el orgullo las levanta.

Y la realidad es que la gente que trabaja siempre tiene qué comer y compartir es su mayor satisfacción. Desde luego, no podemos dar por hecho de que tienen todo o que no les falta nada. Que los que fuimos a la escuela y tenemos los medios para vivir, estamos obligados a voltear y luchar por mejorar su calidad de vida, pero, con respeto a sus costumbres, a su cultura y a su cosmovisión. Cómo de que la cremo y me llevo al extranjero a tirar sus cenizas. Es el colmo de verdad.

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