Cada día que pasa, en el mundo los presagios son más funestos. Cada día las amenazas de una conflagración mundial parecen acercarse y cercarnos a pesar de que ya se anuncia una tregua Irán-Israel, la posibilidad de una nueva embestida de unos a otros sigue ahí, vigente.
Las guerras, las interminables guerras que los hombres inventaron y utilizan para agredirse o defenderse, para acechar o cuidarse, para expandirse en sus territorios como país; para apropiarse de lo que no les es suyo o para no permitir que ocurran atropellos en tierra propia…
Las guerras son una expresión de la ambición, del odio, del orgullo, de la venganza, del amor propio mal entendido, de la defensa de nuestra vida y de nuestro espacio vital. En las guerras se confrontan orgullos, venganzas, odios; arrogancia, supremacía también mal entendida o confusión de debilidades.
Y por las guerras han muerto millones de seres humanos. Muchos porque así lo han querido, porque participan en la confronta y matan o mueren, hieren o son heridos. Y destruyen familias enteras y su patrimonio y su estabilidad en nombre de una guerra que unos cuantos deciden y en las que arrastran a comunidades enteras, a países enteros, a naciones completas, pero sobre todo arrasan con la vida de millones de seres humanos inocentes, que querían vivir, que ya vivían, que tenían sueños y expectativas.
Winston Churchill, en su primer discurso como primer ministro ante la Cámara de los Comunes el 13 de mayo de 1940, pronunciado en un momento crítico de la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania había invadido Polonia y comenzaba su ofensiva en Europa Occidental; cuando predominaba en el ambiente mundial una gran incertidumbre, el político advirtió a la nación británica de una guerra larga y difícil. Aunque la frase comúnmente se recuerda como “Sangre, Sudor y Lágrimas”, él realmente dijo: “No tengo nada que ofrecer más que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.
Y tal como fue. En las guerras todos sufren, nadie gana, a pesar de los cantos de victoria de muchos. Una victoria obtenida a través de la muerte de millones no es una victoria. Es un triunfo amargo, engañoso, dañino, cruel. Porque los triunfos de guerra se cimientan en el dolor humano, en el miedo de millones de seres humanos, en el terror y en el estado extremo entre vida y muerte.
Guerras han ocurrido a lo largo de la larguísima historia de la humanidad. Ya entre individuos o entre pueblos y comunidades, entre culturas y sociedades humanas. Hoy mismo Rusia y Ucrania se enfrentan sin sentido: la ambición de Rusia por el territorio de Kiev es interminable. Guerras-guerras-guerras…
De hecho la primera guerra que se conoce en la historia de la humanidad, y que está documentada, es la sucedida entre las ciudades-estado sumerias de Lagash y Umma, que ocurrió aproximadamente en el año 2700 a. C… Y fue por disputas territoriales y por el derecho al agua.
Muchas más han ocurrido desde entonces. Los países de todo el mundo cuentan con ejércitos militares y navales o aéreos para -lo dicho- defenderse o para agredir, depende.
En la I Guerra Mundial (1914-1918) murieron aproximadamente 10 millones de militares y entre 6 y 13 millones de civiles. Hubo, además, alrededor de 20 millones de heridos y mutilados, lo que da más de 40 millones de víctimas entre muertos y heridos. ¿Quién ganó? ¿Quién perdió?
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) resultó en la muerte de aproximadamente de 70 a 85 millones de personas. Esto incluye tanto a militares como a civiles y fue, como se sabe, uno de los conflictos más mortíferos de la historia. Y todo por el predominio territorial y estratégico de unos cuantos.
Las bombas nucleares lanzadas por Estados Unidos, que arrasaron Hiroshima y Nagasaki, en Japón (6 y 9 de agosto de 1945), son ejemplo de la inteligencia humana puesta a disposición de la guerra. El primer ataque, con la bomba “Little Boy”, fue lanzado sobre Hiroshima; la bomba “Fat Man”, sobre Nagasaki.
En Hiroshima, se estima que murieron entre 90,000 y 166,000 personas, mientras que en Nagasaki, las muertes oscilaron entre 60,000 y 80,000. Además hubo miles de heridos, y miles que sufrieron daños a largo plazo debido a la exposición a la radiación.
Hoy los tambores de guerra suenan en oriente medio. Israel ha decidido sostener un estado de guerra que puede arrasar con millones de vidas. La confronta y humillación que asesta a Palestina -Gaza-, y su sed de venganza haciendo que mueran por hambre miles de niños, ancianos, mujeres… es inaudito. Sí. Argumenta razones históricas y de defensa. La historia dirá la verdad…
Como dirá verdad también en su ataque a Irán por lo que considera un peligro para su nación por el desarrollo de armamento nuclear en el país musulmán. Irán ha respondido asimismo con agresión. Donald J. Trump ha iniciado una nueva escalada agrediendo a Irán en sus bases nucleares. Irán ha lanzado misiles contra bases estadounidenses en Qatar e Irak…
Un conflicto que puede llevar a una Tercera Guerra Mundial. Donald J. Trump tiene mucho que ver en ello. Y sólo los ciudadanos estadounidenses con inteligencia y sentido del honor que los caracteriza, podrán detener las locuras de unos cuantos estadounidenses que podrían derivar en tragedia mundial.
Las guerras, desdicha fuerte. Sólo la inteligencia humana. La sabiduría y el sentido de preservación, con la ley mundial en la mano, podrán contener lo que puede ocurrir y que, una vez si ocurriera, nada lo detendrá. Esta vez podría ser una guerra de exterminio. Ojalá no ocurra. Ojalá no.