Historia: conquista y distorsión
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Hoja por hoja

Historia: conquista y distorsión

 


Son 500 años, medio milenio desde que han ocurrido grandes cambios y verdaderas transformaciones en las ciencias, en la tecnología, en la guerra, en el comercio, en la medicina, las finanzas y la economía. En 1521 estaban al alcance por los mares, islas y algún nuevo mundo. Hoy en día el cosmos es territorio de ocupación. Ya quedaron atrás los bergantines, las galeras y las carabelas…y las pirámides de sacrificios humanos. El mundo avanza y el hombre camina en el espacio.
Pero hay algunos lugares en eso que Ibargüengoitia llamó la América Ignota, donde se extraña el arado con yunta de bueyes, donde algunos añoran el trapiche y apenas están descubriendo los caminos de hierro, a costa de la destrucción de la selva. Hay quienes en sus nostalgias y sin referencias correctas de la historia, quieren revivir la vida en un inexistente paraíso mexica, pero que tratan de comunicarse en castellano y residen en palacios que construyeron los que, en su cortedad de miras, consideran conquistadores.
A finales del siglo XV y a lo largo del XVI, los imperios europeos hacían de la navegación el oficio de expansión por excelencia. El mar, en la amplitud de su horizonte, era donde se ensayaba la exploración, la conquista, la ocupación y la colonización. La Corona de Castilla llevaba la delantera desde 1492, cuando Colón, en su primero y temerario viaje, llegaba a tierras desconocidas. Le seguía John Cabot (Giovanni o Juan Caboto), genovés también; seguido por Pedro Álvares Cabral. En 1497 Cabot, por cuenta de Inglaterra llegaba a Terranova. Cabral, en 1500, divisaba las costas de Brasil por la corona portuguesa.
El papa Alejandro VI asignaba en 1493 a España, todas las tierras e islas que fuera descubriendo al oeste del océano Atlántico por medio de la Bula Inter Caetera (pronúnciese inter-cétera: entre otras cosas). Luego, en Tordesillas, en 1494, los reinos de España y Portugal acordaban corregir fallas de la cartografía, inexacta aún de aquellos días, para el reparto del Nuevo Continente, tocando a Portugal, también por error de trazo, una gran porción en el sur, la mayor parte de la Amazonia.
Hernán Cortés, extremeño de 34 años de edad, llegaba a las costas orientales de lo que hoy es México y constituía el primer ayuntamiento en este suelo: la Villa Rica de la Vera-Cruz. Era audaz, sagaz, aventurero inteligente, visionario y fue descubriendo sus dotes de estratega. Antes que él, ya habían bordeado nuestras costas Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva. Cortés, temerariamente fue internándose en las nuevas tierras y ganándose las adhesiones de pueblos del Altiplano que llevaban siglos sufriendo las atrocidades del dominio (que no imperio) mexica (o azteca, si se quiere). Las alianzas con tlaxcaltecas, texcocanos, otomíes y otros pueblos que guardaban grande resentimiento, fue crucial para que al toparse con Moctezuma Xocoyotzin, dispusiera primero la ocupación y luego, por la resistencia de los pobladores de Tenochtitlán, emprender una cruel guerra de conquista que culminó dos años después, el 13 de agoto de 1521 (todavía con el calendario juliano) para dar paso a una nueva era que sólo se entiende, como narra en una de sus Relaciones a Carlos V, por el triunfo logrado con 150 mil indígenas y sólo 900 españoles.
Cortés y sus hombres no eran soldados. Tampoco fueron enviados por la Corona.
Cortés fundo el mestizaje; creó una nueva nacionalidad. Fundó ciudades que hoy son Patrimonio Mundial de la UNESCO. La Nueva España fue un reino floreciente, rico y grandioso. Aquí se cultivaron artes y ciencias que impresionaron a sabios como Humboldt.
El mal aprendizaje de la historia supone que Tenochtitlán fuera todo el gran territorio: no es así. Colonizadores y evangelizadores misioneros construyeron un gran país, destruido e invadido después, no sólo en su suelo, sino en su ideario y en su fe.
Hoy en día, se quisiera reconstruir el tzompantli, esta vez con los cráneos de los “conservadores”, de los “neoliberales” y de cuanto adversario brote de una imaginación perturbada que divide a la nación.