Represión oficial al progres
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Represión oficial al progres

 


Se dice y se sabe que el ser humano teme al fracaso; le causa pavor el estancamiento y por ello se suele recurrir a consejos orientadores que generalmente resultan en: “ponte a estudiar”, “termina la secundaria”, “ingresa a la universidad”, “dedícate en el trabajo”, entre otras buenas intenciones. Hay quienes recurren a libros de motivación personal, que recomiendan desde normas de conducta y respeto para hacerse notorios, hasta los que dicen enseñar cómo hacerse rico o como incrementar las ventas. Hoy en día, por Internet, es fácil acceder a cursos de motivación y abundan las escuelas que ofrecen bachilleratos en seis meses, licenciaturas “ejecutivas” en pocos bimestres y maestrías en línea de corta duración.
Eficaces o no, los consejos, los libros y los cursos de superación personal son abundantes y por ello están en el mercado: su demanda es alta, lo cual refleja el interés de las personas en ir ascendiendo en sus estudios y en sus trabajos. Nadie quiere fracasar y la aspiración por mejorar en lo económico es absolutamente legítima. Muchos tenemos la satisfacción de haber trabajado desde la juventud y simultáneamente cursar estudios medios y superiores hasta obtener la graduación y titulación. Pero hay quienes alegan haber podido “estudiar” en casas asistenciales pagadas por algún gobierno estatal, donde todo era gratuito: la comida, el baño, la cama y demás servicios. Se dice que “sin beca no se puede estudiar”, lo cual es simple y llanamente falso.
El progreso y desarrollo de las naciones, se funda en el esfuerzo personal; en ese interés inherente a la naturaleza humana de crear riqueza y bienestar. Los Estados y gobiernos cumplen la función de proveer servicios comunitarios con recursos que captan de los impuestos, de la contribución pública y con ello se abastece a los habitantes de educación y de servicios de salud y sanitarios; aparte, desde luego, de proporcionar seguridad pública, impartir justicia, legislar y, en su caso, intervenir en la regulación de la circulación monetaria, así como en la correcta administración del erario. Cuando el Estado y el gobierno tratan de absorber producción y distribución de bienes, generalmente fallan y caen en prácticas monopólicas y corruptas, llevando a la bancarrota las empresas paraestatales o “productivas”, con lo cual se perjudica a la población.
De igual manera, cuando el Estado y el gobierno utilizan los fondos de la Hacienda pública para programas de ayuda monetaria directa, a jóvenes en edad de estudiar o trabajar, invariablemente fracasan y no construyen ningún futuro, más bien lo destruyen. O si se regala dinero a la gente del campo para supuestamente sembrar vida, propiciando tala y quema de bosques para mostrar terrenos planos y aptos para la forestación, sencillamente se quema también el dinero en tareas absurdas e improductivas. El enorme gasto en “programas sociales” propicia que las arcas nacionales se vacíen y que no haya fondos para invertir en ramas productivas, que a su vez atraigan la inversión privada, concurriendo así a la generación de empleos y al crecimiento económico de la nación.
Uno de los padres de la Economía, el escocés Adam Smith, publicó su famosa obra Indagación acerca de la naturaleza y causa de La riqueza de las naciones, que sentó las bases del auge y desarrollo de Europa y de otras regiones y países hoy de alto desarrollo. Todo se basa en el esfuerzo y la motivación personales, en la aspiración de ser mejores. Escribió Smith: “El esfuerzo natural de cada individuo por mejorar su condición, cuando se le permite actuar con libertad y seguridad, es un principio tan poderoso que por sí solo y sin ninguna ayuda podría lograr la riqueza y la prosperidad de la sociedad, y hasta vencer los cientos de obstáculos impertinentes con que la locura de las leyes humanas con tanta frecuencia trata de obstaculizar su realización”.
Hoy en México, desde el lujo palaciego, se combate el esfuerzo personal y el triunfo individual. Seguiremos apoyando a jóvenes y personas con grandes y permanentes aspiraciones, que oficialmente se intenta inhibir.