Un circo de tres pistas
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Opinión

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Un circo de tres pistas

 


Tal vez se piense en el famoso circo Ringling Bros. & Barnum & Bailey, conocido como “El espectáculo más grande del mundo”, o en el muy mexicano Circo Atayde, cuando ambos daban sus formidables exhibiciones en tres pistas y eran el deleite de todos. Había elefantes, camellos, leones, tigres, caballos monos, trapecistas, alambristas, magos y payasos.

A falta de circos maravillosos para colmar nuestras ilusiones, el sistema político mexicano, que en forma abreviada y real podemos decir que es el sistema mexicano de gobernación, o el estilo unipersonal de gobernar, ha decidido dar mucho circo al pueblo de México: también el circo preparado por el régimen tendrá tres pistas, una de ellas para aterrizaje de aeroplanos (no puede dárseles otro nominativo) de la Fuerza Aérea Mexicana, que ya fue “inaugurada”. Las otras dos pistas, aún en diseño y proyecto, servirán para aeronaves de mediana envergadura, como las que tres empresas de aviación comercial prestaron, sin pasajeros, para simular que “ya pueden aterrizar” en una quimera de aeropuerto que no es tal, sino que se trata de un aeródromo militar en remodelación.

El pueblo mexicano (especialmente el bueno y sabio), puede darse por enterado y puede darle credibilidad a una farsa, a un circo en el cual sobraron payasos y algunas fieras y hasta equilibristas: políticos y funcionarios de toda laya y de toda estirpe. Sin rubor alguno estaban ahí tres gobernadores y una jefa de gobierno, también estaban ¡los poderes!, destacando la titularidad del Poder Judicial y quien comanda la entelequia legislativa de México; eran parte de una lealtad ciega que debe llevar bastón o un can que los guíe, porque les ofusca esa imposibilidad de visión o ese servilismo traducido en abyección, o viceversa.

El espectáculo más grande del sexenio se escenificó en el municipio de Zumpango, Estado de México, sede de la Base Aérea Militar No. 1 Santa Lucía, que fue inaugurada en 1952 por el presidente Miguel Alemán Valdés, abuelo del neoliberalismo mexicano. Es decir, las instalaciones de varios escuadrones de la Fuerza Aérea, tiene ya 69 años. Con tal de cumplir el capricho presidencial de suprimir el avanzado proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en Texcoco, con sustento endeble basado en una “consulta popular” amañada. Será, un aeropuerto de tamaño mediano una vez concluida la remodelación y adaptación, así como la conclusión de dos pistas aún faltantes.

A pesar de las deficiencias previstas por la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional) y por la IATA (Asociación internacional del Transporte Aéreo), así como por MITRE (organismo no lucrativo que certifica instalaciones aeroportuarias y su potencial, al cual el presidente acuso de sobornos, sin pruebas), el gobierno federal se empecinó en adaptar la Base, con aspiración de  aeropuerto internacional y, el presidente de la República, tal vez mal informado, aseguró: “es el aeropuerto en construcción más importante del mundo, el más grande…”, desconociendo que en Europa, Estados Unidos , Japón y China existen aeropuertos gigantescos, inmensurables y ultramodernos, junto a los cuales Santa Lucía (fututo “Felipe Ángeles”) será equivalente a una modesta terminal camionera municipal (alguien ya lo llamó  “terminal avionera”). El exceso político en México sí que es inmensurable: no tiene límites.

Llegar por tierra al futuro aeropuerto, es algo parecido hoy a un calvario. Si se llegan a construir las vialidades prometidas, el costo será tan alto como el aeropuerto mismo y para los viajeros será quizás más costoso que el boleto de su viaje. Por lo pronto, las obras proyectadas son con cargo a los impuestos que todos pagamos y que deberían, hoy, dedicarse a la compra de vacunas, cuyo déficit acentuará el número de contagios y muertes por coronavirus. Pero eso le es indiferente a una administración que alega estar sustentada en 30 millones de equivocaciones.

Santa Lucía, Tren Maya y Dos bocas, son tres apuestas de pronóstico perdedor. Una por el declive del transporte aéreo; otro previsto sin turismo y, el último, destinado a contaminar más a este país, urgido de aseo ambiental y político.