De libertad y censura
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Opinión

Hoja por hoja

De libertad y censura

 


Pepe Ballesteros, una amistad natural, sin límites. Descanse en paz.

 

Días de ira, días de virus. Días de encono, inquina, polarización. Desde palaciego recinto, ofensivas contra quien piensa, contra quien se expresa. Odio no oculto contra quien difiere. Libertad conculcada, censura expuesta; terror matutino, persecución inquisitorial; amenazas y advertencias; régimen bordando terror; Robespierre reencarnado en su pureza transformadora que enloda el ambiente político; guillotina si no estás conmigo; versículos en vez de artículos de la ley. Luis XIV el Rey Sol, regresa de Versalles a Palacio Virreinal:  L’État, c’est moi.

Libertad y censura, términos opuestos, vocablos que acompañan el ejercer humano, sea familiar, social, político, religioso y hasta científico. A lo largo de la vida el ser humano es dueño de un derecho natural que ejerce instintivamente: la libertad de hacer y de hablar. Pero ese derecho casi siempre ha sido limitado, perseguido y cercenado, víctima de la intolerancia y de la intransigencia. Hoy en día se predica tolerancia y libertad, pero la primera se torna en una forma radical de intolerancia cuando se ponen barreras a la segunda: hoy parece haber libertades, pero, gravemente, hay más prohibiciones y censura.

En el siglo XVI, la Iglesia púbico el Index librorum prohibitorum (índice de libros prohibidos), que no sólo censuraba, sino que prohibía la lectura de centenares de libros y publicaciones que pudieran ser de contenido herético o que indujera a desviaciones doctrinales. La condena duró cuatro siglos, hasta que Paulo VI lo suprimió en 1966, aunque en realidad la prohibición de lecturas no limitó la difusión y conocimiento abierto y clandestino: lo prohibido excita la curiosidad y hasta pareciera que fue un acto intencional para difundir obras científicas y filosóficas que permitieron un gran avance en las humanidades y en las ciencias. Son paradojas de la historia.

En 1864, siendo pontífice Pio IX, se publicó el famoso Syllabus errorum complectens praecipuos nostrae aetatis errores (Listado recopilatorio de los principales errores de nuestro tiempo), que pretendía prevenir la difusión de errores conceptuales, diseminados en la etapa del modernismo, derivado de la Ilustración y de la vigencia del positivismo, que de muchas maneras controvertía enseñanzas, principios y dogmas de la Iglesia y que podría dar lugar al alejamiento de la fe y ser canjeada por el socialismo que emergía tronante en la Europa industrial, liberal, anticlerical y moderna, esto no en el sentido de avance, sino de “moda” antirreligiosa, anticatólica, como iba sucediendo en la Italia de Garibaldi, en la Prusia de Bismarck, en el México de Juárez.

Hoy estamos peor, no se pueden tratar temas sin que se considere todo como “fobias” aun sin agravio, sólo con vagas referencias: días en que se impone el lenguaje “inclusivo” contrario a la gramática, a la lingüística y a la voz popular ¿Acaso en lenguas indígenas, tan loadas, impondrán ese absurda jerigonza?; tiempo en que la biología pretende ser alterada violando las leyes que descubrió Mendel; Darwin borrado en los “lobbies” de lienzo multicolor intocable: prohibido opinar porque viene el linchamiento; mujeres que justamente reivindican derechos pero extremos radicales exacerban odios que se dice “de género”; equidad y perspectiva tergiversada, no importa sapiencia lo que vale es una balanza ajustada a fuerza con balines; fervor abortivo inexplicable por quienes nunca lo han experimentado. Negación y tergiversación de realidades históricas, historia torcida por el discurso oficial; embates a la inteligencia desde el poder, sin freno; incitación al odio desde un podio donde se dictan las leyes de la ocurrencia y de la improvisación. Objetivo de destrucción sin creación. Prohibido opinar: nazismo del altiplano.

Vergüenza humana. Democracia sin demócratas. Leyes burladas. Invento de una justicia tripulada por encima de la Carta Magna. Regresión disfrazada de transformación. Ese es el escenario en que se actúa y se finge. Nada nos libra.