Barbarie y terrorismo
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Opinión

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Barbarie y terrorismo

 


El zompantle fue el muro a baluarte mexica formado con calaveras de prisioneros de guerra y esclavos sacrificados cotidianamente para invocar las bondades de Huitzilopochtli, la deidad solar que se ocultaba en el ocaso, esperando que con la sangre vertida regresara como amanecer al día siguiente. Las matanzas fueron cosa habitual en el mundo azteca antes de la llegada de los españoles. No puede decirse que de todo México porque no existía ningún país o territorio que así se llamara. En realidad, toda la enorme superficie que constituyó el Virreinato, desde Oregón hasta Centroamérica, estaba habitada por tribus dispersas en el norte y sólo en el Altiplano y en la Península de Yucatán se hallaban asentamientos de sociedades organizadas bajo verdaderas tiranías fundadas en sacrificios humanos, de niños, niñas, esclavos y guerreros.
Entre los pueblos asentados en estas tierras, no había entendimiento ya que todos tenían idiomas, lenguas o dialectos diferentes; tampoco formaban una unidad heterogénea; más bien esos pueblos eran enemigos mortales entre sí, por eso los tlaxcaltecas recibieron con alivio a Hernán Cortés, con su alianza podían deshacerse de sus ancestrales enemigos de Tenochtitlán, que los sometían con sus guerras floridas para obtener cautivos destinados a los brutales sacrificios en el Gran Teocali, donde les arrancaban el corazón o les servían como alimento (muslo humano y pantorrilla le daban mejor sabor al pozole).
Persiste la falsa y absurda idea de que los mexicas y pueblos aledaños, se pasaban la vida en contemplación del universo, en articular una supuesta “cosmogonía” indígena plena de gratitud y plegarias a la “madre tierra” e invocando a sus deidades las cuales reclamaban sacrificios para su alimentación. Niños y niñas eran despedazados para que Tláloc les diera lluvia, mientras más lágrimas vertieran los infantes camino al altar de muerte, mayor esperanza de lluvia: así eran sus creencias. En el mundo prehispánico hemos depositado nuestras fantasías metahistóricas y etnocéntricas.
La moderna antropología pretende justificar tales prácticas como parte de una “cultura” y rituales que no pueden en realidad clasificarse más que como barbarie, que es la violencia por ignorancia y que, hoy como ayer, está reviviendo en un México lleno de muerte, diferenciación, polarización, mezquindad, muerte civil y odio.
No hay duda, la barbarie antigua está resurgiendo en forma de masacres a familias indefensas, entre sicarios del narcotráfico, en la delincuencia organizada y hasta en asuntos personales de rencor y odio con feminicidios y homicidios: todo crimen o asesinato se basa en el odio entre personas, no tiene que ver el género de víctimas o victimarios.
Quienes poseen el poder gubernamental se constituyen en élites burocráticas, ya sea que se las clasifique como “neoliberales” o que se autonombren “honestos”. Esas élites en el poder utilizan una forma de propaganda monstruosa como forma de gestionar mentiras, para decantarse como entes patibularios, facultados para señalar y condenar con índice de fuego a quienes no piensan como ellos y llenarlos de adjetivos con el fin de causar división y encono entre amistades y familias. Tal parece que en el México actual esa actitud se está exacerbando y con ello se va rompiendo la unidad, impidiendo la sana asociación para el logro de metas productivas, positivas, que permitan un mejor modo y nivel de vida y convivencia.
Aunque se niegue o se desconozca, la violencia en México es una forma real de terror y de terrorismo. En los aposentos del poder se establecen leyes y disposiciones para amedrentar y despojar al ciudadano, eso es terror. En la calle, en las carreteras, en las ciudades y pueblos, la delincuencia de cualquier tipo, siembra temor en un abierto terrorismo, vocablo al que las autoridades le temen porque también parece que el Estado está quedando a manos de la maldad y de la violencia.
Todo pudiera cambiar si se ejerciera la ley contra la barbarie. Pero el gobierno tiene otros datos y desatiende la obligación de proteger a la ciudadanía. ¿Qué espera?