La inolvidable Escuela de Comercio de la UBJO
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La inolvidable Escuela de Comercio de la UBJO

 


Cómo han pasado los años y cómo valoramos la amistad de nuestros compañeros con los que sobrevivimos en estos tiempos difíciles por los que atraviesa la humanidad, el fin del mundo en 2012 que predijeron los mayas, el fin del siglo veinte y el primer cuarto del veintiuno con la pandemia de COVID 19, el descontrol de las estaciones  provocadas por el cambio climático con temperaturas arriba de los cuarenta grados o el frío por debajo de cero, lluvias torrenciales con las inundaciones correspondiente; tsunamis, terremotos y demás calamidades que nos azotan.

Nos emocionan los recuerdos de la adolescencia que cómo estudiantes vivimos los yopes de Comercio en el edificio central de la Universidad “Benito Juárez” de Oaxaca –esquina de Av. Independencia y Alcalá– en la inolvidable Escuela de Comercio. Excelente escuela, tanto por la calidad de sus maestros, como la de sus alumnos y personal administrativo.

Escuela mixta de nivel medio superior en la que no había discriminación, ni élite de algún tipo; el mismo edificio albergaba a la Escuela de Derecho y era el lugar de reunión de todos los estudiantes de la Universidad: Comercio, Derecho, Medicina, Enfermería, Ciencias Químicas, Arquitectura, Preparatoria y Bellas Artes. 

Conocías a todos y todos te conocían; desde los de nuevo ingreso hasta los que estaban egresando; son evocaciones vividas en el edificio central por estudiantes de 12 años al ingresar a primero y 20 al terminar la carrera de Contador Público y Auditor; eran los años 60´s., la época del Rock. 

El plan de estudios era anual; los exámenes eran individuales, orales y prácticos; especialmente, versaban sobre todo lo que se había visto en el año –bien visto–, es decir: todo el libro de texto. Todo contenido en un índice que  llamábamos temario. 

Los exámenes eran en el mes de noviembre pasando los Días de Muertos y te daban vacaciones un mes antes para preparar exámenes; en el día buscabas lugares tranquilos y sin ruido para interrumpir a los que estaban estudiando y en las noches lugares públicos bien iluminados para hacer diabluras; a este periodo lo llamábamos “las preparadas”. 

Exponías ante un jurado –compuesto por un Presidente, un Secretario y un Sinodal–; tres temas sacados al azar de una copa de madera que contenía esferas también de madera, del tamaño de una canica bombocha, numeradas cada una con un tema; te llamaban al examen sonando una campanita metálica, mencionaban tu nombre, te persignabas en la puerta y entrabas hecho un costal de nervios, con las manos frías y un sudor helado que sentías que bajaba por tu espalda. 

Ya en exámenes, si había dos grupos, como era el caso de Álgebra, el maestro del “A” reprobaba, generalmente, a todos los alumnos del “B” y en reciprocidad este reprobaba a todos los del “A”; así es que para pasar había dos posibilidades: o eras un estudiante brillante o de plano tenías mucha suerte para sacar los únicos temas que habías estudiado. 

Los alumnos en un principio asistían a clase de saco y corbata, después sin saco pero con corbata y finalmente ni saco ni corbata.

Los yopes de comercio

Los yopes venían de provincia; generalmente hijos de padres con posibilidades económicas para enviar a sus hijos a estudiar a Oaxaca, la mayoría se inscribían en Derecho, Medicina y algunos, los más inteligentes, estudiosos y responsables en Comercio y por esta razón nos llamaban, los yopes de comercio.

Demostradito

Al maestro de Matemáticas II le decíamos demostradito porque al terminar de hacer la demostración de un teorema anotaba de manera abreviada “con lo cual quedó demostrado” ccqd; Ingeniero Civil; había trabajado en minas ricas en oro, plata y otros metales, según contaba; había aprendido alemán él solo; siempre de traje azul claro, con sombrero marrón de ala angosta; de unos 70 años de edad; era un excelente maestro y un ser humano extraordinario; Dn. Eugenio Sotomayor se quedó con nosotros para siempre.

El dormilón

Amigos y compañeros sacuden a personajes dormidos para que despierten; como el Dormilón, como cariñosamente le decíamos a un compañero que trabajaba de velador en una gasolinera y por esta razón, de cuatro a cinco de la tarde, en la clase de Álgebra, con Demostradito, se quedaba profundamente dormido; ¡Despiértalo! decía Demostradito mirando por encima de sus lentes y señalándolo con el índice tembloroso ¡Pero con cuidado, verdad mi hermano! y nunca faltaron los acomedidos que se abalanzaban sobre el pobre Dormilón para despertarlo con un coscorrón y cuando estaba de suerte, que era la mayoría de la veces, le tocaban dos o tres simultáneamente.

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