Covid-19 y prensa escrita
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Covid-19 y prensa escrita

 


No puedo sustraerme a los miedos que causa la pandemia del Coronavirus. La muerte es natural, es cosa normal. Me asusta más su devastadora repercusión en la economía y la inacción del gobierno. Me refiero a la raquítica economía del pueblo, no a la de los magnates. Al no poder salir a trabajar, como lo ordena el gobierno, no hay ingresos y esto traería hambruna y graves consecuencias. Quien vive al día, al no laborar sencillamente no tiene qué comer. 

Ante esto, aunque me propongo mantener el ánimo arriba, no puedo.

Déjenme compartirles algo. Además de viejo comunicador soy distribuidor de periódicos impresos. La paulatina ausencia de lectores de medios tradicionales (Excelsior, Reforma, etc.) se acrecienta y más ahora con la contingencia. Estoy más que apanicado porque lo que viene es más serio. Estoy por cerrar mi distribuidora y dejar sin empleo a media docena de empleados. No es que sea calamitoso, pero estoy seguro de que esto es un caso de vida o muerte de una micro fuente de trabajo. Es la misma situación de millones en todo el país. 

El gobierno reacciona muy lentamente. Si bien hay algunas acciones en lo relativo a la salud pública, de las graves repercusiones en la economía popular nadie se percata.   

LA BONANZA DE OTROS 

La voz que escucho por todos lados es que la emergencia Covid-19 inmoviliza a la inmensa mayoría de mexicanos. Estamos en una situación de crisis sanitaria y gran debilidad económica, pero -oh ironía- también de división social. Esto se observa en Oaxaca. El zócalo está saturado de grupos de indigentes manejados perversamente por políticos ambiciosos. En política nada es casualidad. 

La grotesca movilización desde la semana pasada exhibe a los que insisten en ponerle piedras en el camino al gobierno de Alejandro Murat. Su obcecación en tiempos de pandemia muestra que el CODEP se mueven no por razones ideológicas sino por intereses económicos de los que los acarrean. Aparte están los embozados que tiran línea. Estos quieren clientela política y por eso dicen que el que mece la cuna es el senador morenista Salomón Jara. 

VIEJA ESCUELA  

Ver el modus operandi del CODEP de Samuel Hernández, nos remonta a muchos ayeres. 

En 1977, el entonces gobernador Manuel Zárate Aquino anunció que no daría más dinero público a los grupos de presión, como la COCEO y la COCEI, entre otros. La reacción fue virulenta, armaron movilizaciones, gran relajo y acciones de provocación. La coerción fue tal que tuvo que renunciar. 

La industria del chantaje político era aún incipiente. En 1976 empezaron con tácticas de coacción que hoy están mejor elaboradas. Utilizaron para avivar el conflicto a los nacientes grupos de la COCEI (Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo) en Juchitán y otros lugares del Istmo de Tehuantepec.

De la mano con la COCEO que operaba en Oaxaca desde la Universidad Autónoma Benito Juárez y con línea de otros grupos políticos, prendieron el fuego hasta hacer renunciar al gobernador Zárate. Se encadenaron varios hechos violentos en diferentes puntos del estado hasta que intervino el Senado de la República que designó gobernador sustituto al general Eliseo Jiménez Ruiz. 

LA APPO 

En el 2006, el gobernador Ulises Ruiz Ortiz también intentó NO dar más dinero público a los belicosos líderes del cartel 22 y su movimiento “democrático” magisterial. Cada mes de mayo cerraban las escuelas públicas y se plantaban en el zócalo para exigir una larguísima lista de peticiones, sobre todo dinero sin comprobar. 

En la tesitura de que “en política es barato todo lo que se compra con dinero”, hay informes de que Ulises negoció el fin del plantón magisterial en el 2004 con unos 17 mdp, pero al año siguiente tuvo que entregar a los líderes magisteriales 60 mdp. 

En el 2006 se encarecieron demasiado porque tuvieron la genial idea de inventar la APPO que aglutinó lo más temerario del lumpen. En los momentos más álgidos, con la ciudad sitiada, literalmente incendiada, dicen que el entonces Secretario de Gobierno Jorge Franco cedió 120 mdp para que concluyeran la asonada. Como tanto dinero solo lo podía dar el gobierno federal, las negociaciones escalaron hasta Vicente Fox y su Secretario de Gobernación Carlos Abascal cuyo favoritismo registró la televisión nacional. Cada que veía al incendiario mayor Flavio Sosa lo saludaba melosamente con un: “don Flavio” y lo abrazaba efusivamente. Por eso les digo, en política todo tiene signo y señal. 

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