Excesiva tolerancia
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Opinión

Editorial

Excesiva tolerancia

 


Ha llegado el momento de llamar al orden a líderes de organizaciones sociales que han abusado de la libertad de expresión y manifestación que en sus afanes han quebrantado la paz social y la dinámica económica del estado y de esta capital. Si la convocatoria es para ceñirnos a las leyes, reglamentos y causes institucionales que regulan la convivencia armónica de todas las expresiones de nuestro tejido social, urge que todos ellos asuman el papel que les corresponde.

Junto con ello la exigencia a las autoridades estatales y municipales para que actúen con mayor eficiencia en sus responsabilidades, no administren los conflictos y problemas para alcanzar soluciones inmediatas y concretas. Posponer o alargar las respuestas a todos ellos solo causa irritación entre la sociedad, creciente enojo por las repercusiones cotidianas de quienes ven trastocados sus derechos a transitar con total y absoluta libertad.

De lo contrario, la aplicación puntual de la ley debe garantizar orden y paz, ya que en el Estado de Derecho prevalece el gobierno de las leyes sobre el arbitrio de los hombres, al tiempo que se reconocen y garantizan las libertades de los ciudadanos. Un Estado de Derecho no se da por generación espontánea ni depende sólo de la voluntad o decisión de algún actor político en particular.

Su construcción es un proceso que involucra a todos los actores políticos relevantes y a la ciudadanía, y no se agota en la edificación de un sistema jurídico o constitucional. El Estado de Derecho se expresa y realiza en la norma legal, pero también en la definición y el funcionamiento efectivo de las instituciones, así como en la cultura y las prácticas políticas de los actores.

Ante los sucesos protagonizados por organizaciones sociales y sindicales debe quedar muy claro que nadie puede estar al margen de la ley ni tampoco vulnerar el derecho de terceros, anteponiendo sus intereses personales o de grupo. Si deseamos fortalecer un régimen de libertades, se debe respetar el derecho de la ciudadanía a vivir en un ambiente de seguridad y de libre tránsito.

 

Altas temperaturas

 

Las personas más pobres del mundo, muchas de las cuales son agricultores y pescadores, están siendo los más afectados por las altas temperaturas y el aumento de la frecuencia de desastres relacionados con el clima. Una consecuencia es que los sistemas agrícolas y alimentarios tendrán que adaptarse a los efectos adversos del cambio climático y hacerse más resilientes, productivos y sostenibles.

Es la única manera de poder garantizar el bienestar de los ecosistemas y de la población rural y reducir las emisiones. Cultivar alimentos de manera sostenible significa adoptar prácticas que producen más con menos en la misma superficie de la tierra y usar los recursos naturales de forma juiciosa.

Significa también reducir la pérdida de alimentos antes de la fase del producto final o venta al por menor a través de una serie de iniciativas, que incluyen una mejor recolección, almacenamiento, embalaje, transporte, infraestructuras y mecanismos de mercado, así como marcos institucionales y legales.

Uno de los riesgos más preocupantes para la producción de alimentos nacional es la alteración del clima, como resultado del cambio climático global. Los cambios en la temperatura y la precipitación, los eventos climáticos extremos y las modificaciones en la estacionalidad de la lluvia, son terribles para la producción agrícola y ganadera.

Inquietan los cambios que se suscitarán en el largo plazo, pues se trata de un aumento paulatino en la temperatura a nivel nacional y una disminución potencial en las precipitaciones que sucederá al menos de manera continua por los próximos ochenta años. Frente a ello, nuestros sistemas de producción de alimentos están en grave riesgo a menos que se suscite un cambio sistémico de fondo.

Será fundamental transitar de los sistemas intensivos de monocultivo a alternativas sustentables de manejo agroecológico, tales como los sistemas silvopastoriles —que manejan ganadería y árboles— o los agroforestales —con cultivos y árboles—, con una amplia gama intermedia. Todos estos sistemas han probado ser mucho más resilientes frente al cambio climático, al necesitar menores insumos y proveer una producción diversificada.