Pobreza urbana
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Opinión

Editorial

Pobreza urbana

 


Si bien los programas sociales han logrado reducir carencias, su aplicación debe complementarse con crecimiento económico y generación de empleo. La eficiencia de cada uno de ellos depende de tres cosas: que estos estén bien diseñados y alineados con las necesidades; que tengan la cobertura correcta y un presupuesto suficiente y consistente. Si la economía no crece y las personas no pueden incorporarse al mercado liberal, no hay condiciones para disminuir en términos sostenibles la pobreza.

Las carencias económicas y de oportunidades pueden hacer que las personas ejerzan la delincuencia, pues la violencia que puede derivar de la pobreza urbana no necesariamente se relaciona con los grupos del crimen organizado, sino que puede manifestarse en la formación de pandillas, agresiones entre vecinos o violencia intrafamiliar y de género.

Ante tales condiciones, las autoridades deben ser cuidadosas con las políticas que desplieguen para prevenir y combatir la violencia por el aumento de la pobreza en zonas urbanas, debido a que en éstas, las carencias pueden derivar en resentimientos sociales y delincuencia con mayor facilidad que en las áreas rurales.

Combatir esta pobreza urbana no admite dilación porque estos contrastes, esas desigualdades que se dan en las ciudades generan un clima de más violencia, de violencia social. La desigualdad que se genera en las ciudades genera encono, resentimiento, como el robo a transeúntes o en el transporte público, lo cual refleja la relación que existe entre pobreza urbana y violencia social.

Hoy son tareas trascendentes y especialmente urgentes de acometer si se desea atacar con decisión la pobreza y la precariedad de las ciudades de Oaxaca. Una consiste en ampliar las escasas posibilidades que hoy tienen los pobres para acceder al suelo urbano. Otra más se refiere a la provisión de servicios, en especial aquellos de agua potable y saneamiento, a los barrios donde viven los hogares con más población que carece de viviendas o habita de manera precaria, pueda acceder a alojamientos que satisfagan sus necesidades básicas de confort, seguridad y salubridad.

 

Reclamo indígena

 

Aumentan las voces que demandan atender con mayor énfasis a los pueblos indígenas y cambiar el escenario para elevar la calidad de vida de sus habitantes, conscientes de que en Oaxaca existen 416 municipios indígenas, muchos de los cuales requieren acceso a los servicios básicos, ya que el 85 por ciento de la población pertenece a alguno de los 16 grupos indígenas que habitan en el estado.

Desde siempre y más ahora, demandan atender peticiones de agua y electrificación, contar con clínicas que brinden la atención médica que se requiere, ya que la prioridad debe ser ayudar a la gente que lo necesita sin importar su condición étnica ni política.

Es indudable que la situación de descuido, desatención y falta de apoyo a las comunidades indígenas ha provocado que gran parte de esa población no cuente con oportunidades de educación, salud ni desarrollo. Y a pesar de que se pregonan políticas públicas para su atención, la quinta parte presenta analfabetismo, la mitad no tiene acceso a servicio médico y el 40 por ciento vive en pobreza extrema.

A todo eso hay que agregar que el 35 por ciento de los municipios del país tiene clasificación de alta marginación, pero si se centra la atención en los 624 que cuentan con el 40 por ciento de la población indígena, el índice de alta y muy alta marginación se dispara hasta el 75 por ciento, mientras que en Oaxaca continuamos con los mismos esquemas que no ayudan a integrarlos al concierto del progreso y desarrollo.

El Estado Mexicano tiene el compromiso de mejorar las condiciones de bienestar social de las comunidades indígenas a partir de obras de infraestructura, electrificación y proyectos productivos, como parte de la estrategia de atención a poblaciones que viven en pobreza y pobreza extrema. El desarrollo de los indígenas debe ser dirigida en dos sentidos: reducir el rezago social de la población originaria y, simultáneamente, acortar la dramática distancia que los aleja del resto de las y los mexicanos, respetando siempre su identidad, costumbres y tradiciones.