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Editorial

Atención social

 


La aplicación de programas sociales debe complementarse con crecimiento económico y generación de empleo, pues sin duda, la eficiencia de los programas sociales depende de tres cosas: que estén bien diseñados y alineados con las necesidades, que tengan la cobertura correcta, y que tenga un presupuesto suficiente y consistente.

Ante un escenario social muy delicado, las autoridades deben ser cuidadosas con las políticas que desplieguen para prevenir y combatir la violencia, pues año con año el Estado mexicano invierte cuantiosos recursos para el combate a la pobreza y la reducción de la desigualdad. Los resultados son por todos conocidos: la mitad de la población sigue siendo pobre por ingresos y mientras el ingreso de los mexicanos no mejore seguirá aumentando la pobreza.

El gobierno federal y de Oaxaca deben de estar preocupados por el aumento de la pobreza en zonas urbanas, debido a que en éstas las carencias pueden derivar en resentimientos sociales y delincuencia con mayor facilidad que en las áreas rurales. Si bien se admite que combatir esta pobreza urbana no merece dilación, los contrastes y desigualdades que se dan en las ciudades generan un clima de más violencia, pues la desigualdad que se genera en las ciudades causa encono y resentimiento.

Algunos problemas que se registran en esas zonas, entre las que se encuentran el robo a transeúntes o en el transporte público, reflejan la relación que existe entre pobreza urbana y violencia social. Hay servicios de seguridad pública, pero son deficientes, y entre el hacinamiento, la falta de oportunidades y las condiciones precarias de vida, genera cierto tipo de violencia.

Las carencias económicas y de oportunidades pueden hacer que las personas ejerzan la delincuencia, pues la violencia que puede derivar de la pobreza urbana no necesariamente se relaciona con los grupos del crimen organizado, sino que puede manifestarse en la formación de pandillas, agresiones entre vecinos o violencia intrafamiliar y de género.

 

Envejecimiento

 

Cada día 2 mil 332 personas alcanzan la edad de adultos mayores, grupo que en breve tendrá la tasa más elevada de crecimiento. En nuestro país la baja fecundidad y las ganancias en la esperanza de vida han ocasionado que la población comience a envejecer y, en menos de 50 años, se convierta en un país con una importante proporción de adultos mayores.

Las entidades que presentaron mayor avance del envejecimiento son Oaxaca, Ciudad de México, Zacatecas, Nayarit, Yucatán, Michoacán, Veracruz y San Luis Potosí. Algunas de ellas se encuentran en una fase más avanzada de la transición demográfica como la capital del país, pero en otros como nuestro estado el envejecimiento se debe más bien a la emigración.

De ahí que en México, el envejecimiento poblacional tendrá que ser estudiado a conciencia y se tendrán que planear oportunamente las estrategias para su atención, ya que la forma de envejecer del pueblo mexicano es del todo diferente a la de los países europeos, que ya han transitado por el mismo fenómeno pero con matices socioeconómicos, culturales, demográficos y de salud diferentes.

En estos estados, igual que en el medio rural, gran parte de la población en edad laboral emigra, lo que genera un proceso de envejecimiento demográfico atípico, en el que la población se va componiendo de adultos mayores y niños. En el otro extremo están los estados con mayor rezago en la transición demográfica, como es el caso de Chiapas y Tabasco; pero también llama la atención el caso de Quintana Roo, en el que la inmigración favorece el crecimiento de la población en edades laborales y reproductivas.

Los ritmos diferentes del envejecimiento entre las entidades federativas se deben no sólo a que tienen distinto grado de avance en su transición demográfica, sino también al efecto de la migración, tanto entre los estados como hacia el exterior del país. En la medida que avanza el proceso de envejecimiento se harán más pronunciadas las diferencias entre entidades federativas.