Sancionar el vandalismo
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Editorial

Sancionar el vandalismo

 


Para los oaxaqueños que amamos nuestra capital, sus monumentos históricos, su entorno de arquitectura colonial, en donde se arraiga la tradición y nuestra identidad, representa una bofetada ver el deterioro constante de los mismos, ante la ceguera o la apatía de las autoridades. Y no nos referimos a la delegación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que sólo se aparecen cuando de derriba una barda antigua o el propietario de algún predio quiere hacer una remodelación. Con el argumento de que es monumento histórico catalogado aplican sanciones o suspensión de las obras. No. Nos referimos a las áreas respectivas del Municipio de Oaxaca de Juárez y a su Secretaría de Seguridad Pública, Vialidad y Protección Civil, bastante omisas para proteger nuestro entorno citadino. Y no hablamos de seguridad, pues el mismo Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), ha difundido datos preocupantes sobre la percepción de inseguridad en siete de cada diez habitantes.

A lo que vamos es a lo siguiente. Cada marcha, cada manifestación, sean de maestros, normalistas, mujeres feministas, organizaciones sociales, etc., las centenarias canteras de Catedral, Santo Domingo, San Agustín, San Felipe Neri y otros edificios no religiosos como el edificio Central de la UABJO o el Teatro Macedonio Alcalá, exponentes de la arquitectura de los Siglos XVIII al XX, se convierten en lienzos de imbéciles, ignorantes y descastados que, al amparo de la multitud plasman ahí parte de sus frustraciones. Es urgente que haya un marco legal y normativo para sancionar con penas corporales o administrativas el daño al patrimonio cultural. Nuestra ciudad no debe ser presa de la anarquía y del derroche de acciones fuera de la ley. Las corporaciones policiales deben participar en la detención de los vándalos.

Si bien es cierto que toda comparación es mala, es importante recordar gobiernos municipales anteriores que, ante faltas de quienes incurrían en violaciones, los responsables eran detenidos y, al día siguiente eran obligados a pagar su falta con trabajos comunitarios, lo mismo barrer parques públicos, que limpiar banquetas o borrar pintas. Pero hoy, con preocupación vemos que existe una total apatía, desinterés o temor para aplicar la ley, como ocurrió hace unos meses con vándalos normalistas. Queda claro que ni aquí ni en China se puede gobernar con miedo.

 

¿Convicción o sólo para la foto?

 

No se trata de descalificar, sino de ubicar en el contexto. Se trata del tequio, esa tradición comunitaria del trabajo para el bien común. Algo parecido a aquello que en la Sierra Norte llaman Gozona. En los meses que lleva la administración del gobernador Salomón Jara se ha puesto de moda, particularmente en la Secretaría de Bienestar, Tequio e Inclusión. Fines de semana o días hábiles se puede observar a grupos de trabajadores, suponemos que, de confianza o contrato, pintando guarniciones de banquetas, barriendo calles, lavando pisos afuera de mercados u otras actividades enmarcadas en lo que conocemos como tequio. Sin embargo, lo que ha llamado la atención es que en dicha tarea han participado, asimismo, diputados (as) locales y personajes que, literal, pertenecen a otros poderes, como es el caso del legislativo. Detrás de su participación es más que evidente un interés político: enchufarse en algún cargo de elección popular u otro en el gobierno de la Primavera Oaxaqueña.

Bajo esa premisa pues, no hay un interés genuino de participar en este nuevo entorno de trabajo comunitario del gobierno de Jara Cruz. Por ello es común a dichos actores aparecer en videos casi promocionales o fotografías, portando una escoba, una brocha, un bote de pintura o simplemente no moverse para aparecer en la citada foto. Visto así, la filosofía de nuestra costumbre ancestral se ve desdibujada por quienes manipulan ese espíritu comunitario para llevar agua a su molino político y obtener o la palmada en la espalda o el testigo para afirmar que han trabajado con la población. Esto es, uno de nuestros valores identitarios que más nos identifican en el entorno de nuestra riqueza multiétnica y pluricultural, se ven como instrumentos para beneficio de la nueva casta política del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), no como labor solidaria y de convicción de unidad, sino como parte de un pragmatismo ramplón.

Esperemos que dicha tradición no se siga pervirtiendo más y que el ejecutivo estatal marque las directrices, pues en estos tiempos políticos no faltarán los oficiosos que, con el afán de acercarse a la población sigan explotando una costumbre ancestral que poco o nada tiene que ver con el posicionamiento partidista o electoral. El tequio, hay que insistir, es una de las tradiciones más arraigadas en nuestra vida comunitaria. No es una invención reciente o contemporánea. Está anclada en nuestra historia.