Migrantes, boyante negocio
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Opinión

Editorial

Migrantes, boyante negocio

 


Uno de los negocios que mayor bonanza han registrado en el estado es el tráfico de indocumentados que se han internado en el país por la frontera sur. Hasta ediles hacen su agosto esquilmando los dólares y las miserias que traen aquellos que buscan con afán el Sueño Americano. El flujo migratorio se ha diversificado. Ya no son sólo centroamericanos, sino también asiáticos, hindúes, africanos, de países árabes y ucranianos. Ese tránsito atropellado e infernal que significa recorrer nuestro país para llegar a los Estados Unidos, no sólo representa un botín para los grupos criminales sino para transportistas, taxistas y mototaxistas. Ello, independientemente del acoso de elementos del Instituto Nacional de Migración, policías y hasta de la Guardia Nacional. Al viajar por la carretera 190, entre Oaxaca y Tehuantepec se pueden observar y percibir las peores aberraciones y explotación; vejaciones y violación a los derechos humanos.

Es deprimente ver familias enteras caminar por los parajes solitarios de dicho tramo carretero, sin agua, sin comida y soportando temperaturas brutales. Sólo para llegar y toparse con el retén policial, en donde les volverán a esquilmar sus miserias. Ahí a dos o tres pasos del Arco de Seguridad de Jalapa del Marqués, por ejemplo, están metidos en la maleza automóviles particulares que serán usados para llevar su carga humana ilegal, por caminos y veredas para brincar al siguiente tramo, en donde hay otros vehículos a la espera de la carga. Hace al menos diez días, en el tramo Zanatepec-Niltepec, en el Istmo de Tehuantepec, un mototaxi con migrantes a bordo fue impactado por una camioneta. El resultado fue trágico: 4 personas de origen africano quedaron tendidos en la cinta asfáltica. Es producto de la desesperación y la necesidad.

La Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO), debe disponer de operativos que verifiquen los abusos, los atropellos y la explotación de aquellas personas que tienen la desgracia de pasar por nuestro país y padecer las peores vejaciones de autoridades y particulares. Es cierto lo que mucho se ha dicho: pasar el infierno mexicano para lograr el sueño americano. Hay razón de que en la Unión Americana haya tanto resentimiento de los centroamericanos respecto a los mexicanos. Hoy, la situación se ha exacerbado pues los flujos migrantes son más diversos.

 

Los negros en el arroz

 

Dice un dicho popular entre los oaxaqueños que ya pasó el tiempo para tirar los cuetes, ahora, a recoger las varitas. En efecto, ya gozamos la borrachera de nuestra fiesta máxima, La Guelaguetza, ahora viene la resaca. Una vez más, como en los últimos años, el evento cautivó a los mismos oaxaqueños y a los visitantes del país y el extranjero. El turismo abarrotó calles, parques, ferias y muestras. Una bocanada de aire a quienes viven de la industria sin chimeneas. Como en todo, la novatez y la inexperiencia en algunas áreas de gobierno, dejaron entrever la vieja consigna de que “echando a perder se aprende”. El protagonismo –o más bien el voyeurismo- de funcionarios y funcionarias no opacó el lucimiento de nuestra fiesta tradicional. Sólo evidenció una realidad ineluctable: la riqueza multiétnica y pluricultural de Oaxaca es más grande que los desplantes personales.

Si bien bautizos, bodas, mayordomías y fiestas patronales, son un componente moderno y aburrido al derroche de bailes y danzas de antaño, en las presentaciones en la Rotonda de la Azucena, hay que celebrar la presencia de comunidades y grupos étnicos que nunca se habían presentado antes. También vale reconocer que, en busca de la identidad originaria, los comités comunitarios deben actuar con dureza para ir prescindiendo en el futuro, de elementos extraños a la naturaleza indígena. En efecto, nuestra capital ha vivido los festejos de julio con singular intensidad. Sin embargo, hay también claroscuros que no se pueden ignorar y que conlleva tareas para quienes toman las decisiones. La ciudad, considerada uno de los destinos turísticos más bellos del país, lució con un Centro Histórico, convertido en un enorme tianguis. Un destino de arquitectura novohispana, con un catálogo único de monumentos coloniales, incapaz de mostrarse tal cual, ante la anarquía y proliferación de terrazas, ruido, falta de orden en el comercio en la vía pública, en el transporte, el descuido y el abandono, además de la apatía municipal para dar una respuesta a los desafíos que entraña la problemática citadina.

No obstante, y haberse visto como un hecho aislado, el asesinato de profesionista de origen oaxaqueño en pleno Centro Histórico, cuya investigación, por cierto, ya tiene avances importantes, no es una nota que aporte a la buena imagen, sino todo lo contrario. Es evidente que el gobierno municipal no ha hecho su trabajo, pues en materia de seguridad ocho de cada diez citadinos se sienten inseguros. Y son datos oficiales. Pero para la venta de los espacios públicos, ahí sí se pinta solo.