Buena afluencia
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Opinión

Editorial

Buena afluencia

 


Estamos ya en plena temporada vacacional de Semana Santa. Gracias a ese poderoso imán de atracción que tiene Oaxaca y sus principales destinos de playa, se anticipa una buena temporada para los prestadores de servicios turísticos, a raíz de la afluencia -¿o visitación?- de turistas del país y el extranjero. Por lo que se ha visto en calles, avenidas, parques, museos, mercados, sitios de hospedaje y restaurantes, entre otros, tal parece que habrá una buena temporada. Se espera que la atención para el visitante sea de primera y no haya los abusos de siempre que tanto han afectado a nuestra industria sin chimeneas. Como ya hemos comentado, Oaxaca sigue siendo un buen destino turístico, sin embargo, la falta de una política de promoción y difusión de nuestras bellezas, ha sido causa de que la estancia promedio de permanencia del visitante siga en los mismos estándares de hace al menos dos décadas y sin cambio alguno.

Si bien es cierto que, como reconoció el gobernador Salomón Jara la semana anterior, en ocasión de la inauguración del estand de Oaxaca en el Tianguis Turístico en la Ciudad de México, que su propósito es hacer de nuestro estado un destino de clase mundial, hay que subrayar que hará falta un buen presupuesto y el compromiso tácito de sus colaboradores para lograr dicho objetivo. Es necesario superar la improvisación, la ignorancia y la nula experiencia de quienes están al frente de la Secretaría de Turismo, sumergidos en los últimos días en yerros y escándalos. Para hacer un destino en verdad exitoso, hace falta la participación de expertos en materia de comercialización, de imagen y otros. Todo ello tiene que hacerse en coordinación con asociaciones y cámaras de prestadores de servicios, en una política de corresponsabilidad y no con la fijación del paternalismo, de que todo lo tiene que hacer el gobierno.

Lo importante ya no es celebrar los millones que dejará el turismo cada temporada, sino crear políticas para que seamos un destino permanente y no de temporada. Que el visitante permanezca en Oaxaca, los valles Centrales y la Costa oaxaqueña, más tiempo del que se estimaba en el pasado -uno o dos días-, para así incrementar la derrama económica. Se trata pues de una labor coordinada, en la que todo mundo ponga su grano de arena. Y dejar la modorra y la inercia de que, como somos un destino socorrido cada temporada, hay que seguir en esos mismos parámetros.

 

Sancionar abusos

 

En los años 80 del Siglo XX, tenían presencia en cada entidad del país las delegaciones federales de la Secretaría de Turismo. No operaban en paralelo a la dependencia estatal sino de manera coordinada. Tenían a su cargo un área operativa que supervisaba y vigilaba que los prestadores de servicios al turismo cumplieran con los estándares de calidad y atención, pero también tenían capacidad de sancionar o imponer multas a quienes incurrían en malos servicios y abusos. Si en algún centro de hospedaje no se respetaba una reservación o había cobros excesivos o mala calidad en los alimentos, etc., de inmediato dichos establecimientos recibían la sanción o multa correspondiente. Taxistas abusivos, guías de turistas que no cumplían, transportadoras que no daban un buen servicio o agencias de viajes fraudulentas, todos ellos eran pasados por el rasero de las sanciones. Pero tal parece que hoy en día la carga de ello recae en la Procuraduría Federal para la Defensa del Consumidor (Profeco), en el mismo paquete que cualquier otro caso.

Ello ha provocado que cada prestador de servicio imponga sus precios sin vigilancia; que cada operador de taxis cobre lo que se le antoja o que haya restaurantes en donde se discrimina al turismo nacional o local, creyendo ingenuamente que cobrando en dólares estarán en la lista de los mejores del mundo y muchos abusos más. Bajo esa premisa se ofrecen cartas en restaurantes que ofrecen comida tradicional a precios inaccesibles a cualquier mortal, como el plato de mole con pollo en 500 pesos y no desglosar la cuenta y uno y mil abusos. O dar como se dice vulgarmente, “gato por liebre”, sin que nadie pueda reclamar en absoluto. O, como ocurre en algunos destinos de playa, servir pescado o camarón descompuesto, que provoca en quien lo consume terribles infecciones estomacales. Es más, hasta la supervisión de los Servicios de Salud, brillan por su ausencia.

Nada le cuesta a la dependencia responsable de turismo, llamar a cuentas a las asociaciones de hoteles y moteles o a la cámara de la industria restaurantera y de alimentos condimentados para que sus socios o miembros contribuyan a mejorar la imagen de nuestra entidad, a través de un buen servicio. Obvio, se trata sólo de un factor. Están otros rubros como el de la seguridad y la sanción a los infames bloqueos de temporada que, con todo el dolo y la mala fe buscan a toda costa imprimir nuestra peor imagen ante los visitantes.