Justicia primitiva
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Opinión

Editorial

Justicia primitiva

 


El lunes pasado la ciudadanía se enteró vías redes sociales de un hecho que, si bien es cierto, se ha repetido de cuando en cuando, ya no es raro en Oaxaca: el linchamiento de dos masculinos en la población de San Juan Atepec, distrito de Ixtlán. Trascendió que las víctimas habían atacado a balazos a otros vecinos de la citada población serrana. Se escondieron en su domicilio de donde fueron sacados para prenderles fuego en vida. Cuestión sólo de imaginar el dolor y la agonía de quienes debieron ser entregados a las autoridades competentes para ser juzgados conforme lo dispone el Código Penal vigente. La falta de castigo a aquellos que incitan, lleva la gasolina o prenden el cerillo para hacer justicia por propia mano, infligiendo dolor y tortura a quienes han delinquido -o a veces son inocentes- ha propiciado que sea Oaxaca una de las entidades en donde más linchamientos se cometen.

Son raros los casos en los cuales se identifica a los responsables. Hace al menos un par de años un presunto ladrón fue linchado en la agencia municipal de San Martín Mexicapan. Por fortuna, las cámaras de videovigilancia particulares de las que hicieron uso las autoridades ministeriales sirvieron para identificar a uno de los principales autores, quien posteriormente fue detenido. Es posible que, con la anuencia de la autoridad de la comunidad aludida al principio, los responsables del doble crimen en San Juan Atepec, ya hayan huido de la población. Y es que hace falta endurecer leyes para aquellos que, a sabiendas de que van a terminar con una vida, lo hacen aprovechando la impunidad que les reservan sus usos y costumbres, en los que se amparan, así sean prácticas cercanas al salvajismo.

En la última década, Oaxaca ha sumado una decena o más de estos casos. Antes de la pandemia, un par de presuntos asaltantes en la comunidad de Macuilxóchitl fueron quemados vivos en el basurero municipal, luego de haber asaltado el hogar de dos adultos mayores. Un poco antes, un ladrón domiciliario corrió igual suerte en la población de Santiago Matatlán. Hace apenas un par de meses, una mujer fue salvada oportunamente por la Policía Estatal en San Juan Guelavía, distrito de Tlacolula de Matamoros, cuando fue acusada de encubrir a su pareja sentimental quien habría incurrido en el secuestro de personas mayores. Existe pues un largo historial de linchamientos, pero también de impunidad para castigar a los criminales que, con la mano en la cintura acaban con la vida de sus semejantes.

 

Aplicar el reglamento

 

Las carreteras de la entidad se han convertido en un serio peligro. Nadie respeta el reglamento que rige la circulación de vehículos de motor. Por ejemplo, no sólo en carreteras estatales sino federales, circulan a toda hora del día mototaxis o unidades que prestan el servicio foráneo, levantan o dejan pasaje. Ya son comunes los accidentes mortales de los llamados taxis foráneos, que llevan sobrecupo de pasajeros o de moto taxistas que invaden carriles de alta velocidad. De igual manera, no se han regulado las operaciones de trato-camiones, incluso de doble remolque que circulan sin control alguno, inclusive en el entorno urbano, generando no sólo caos vial sino poniendo en riesgo la vida de centenas de automovilistas que se cruzan con ellos. El domingo pasado, dos tripulantes de una motocicleta provenientes de los rumbos de la Villa de Etla, tuvieron una muerte espantosa cuando chocaron con un tracto-camión de conocida empresa de paquetería, haciendo maniobras sin luces y sin precaución alguna.

Si bien es cierto que el referido accidente se dio en un tramo federal, alguien tiene que sancionar o aplicar al reglamento. En el caso de mototaxis y unidades foráneas, no se sabe a la fecha que luego de los accidentes mortales alguien los haya sanci0nado. Al circular a velocidades no permitidas no solamente ponen en peligro a las personas que como sardinas transportan, sino a los automovilistas que circulan con toda normalidad. Es patética la complicidad de las autoridades estatales en seguir permitiendo que por todo el estado sigan circulando esas pequeñas unidades que asemejan hormigas en nuestras carreteras. Ello refleja el atraso en que vivimos en materia de transporte. El servicio foráneo de autobuses no es el mejor. Unidades destartaladas y desvencijadas han propiciado mortales accidentes.

En la medida en que no haya vigilancia, en que no es aplique el reglamento, cada quien hará con sus unidades de transporte, sean permisionarios, concesionarios o trabajadores, lo que les plazca sin que autoridad alguna intervenga. Existe una dependencia: la Secretaría de Movilidad, que tiene que aplicarse para sancionar cualquier conducta que ponga en riesgo la vida de las personas. Empero, en tanto siga la complicidad, poco se puede esperar. El reglamento tanto del tránsito en carreteras federales como locales, es continuamente violado, sin que los responsables reciban castigo.