Fecha memorable
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Editorial

Fecha memorable

 


El 19 de septiembre ha sido para los mexicanos y, en especial para los oaxaqueños, una fecha memorable, por lo trágica y dolorosa. Hoy se cumplen 37 años de un brutal sismo que devastó la Ciudad de México, que cambió para siempre la vida de la gran urbe mexicana. Miles y miles de muertos sucumbieron debajo de los escombros, en tanto que, otros miles desaparecieron. Tanto el gobierno federal como el de la ciudad, fueron rebasados por la tragedia. Surgió de las entrañas más profundas de nuestra identidad, el sentimiento de solidaridad. Miles de ciudadanos se volcaron a las calles para prestar auxilio a los citadinos en desgracia, sin importar posición social, credo o demás. Todos, como hermanos en la desgracia apoyaron, en algo que representó un hito en la historia del país, pues dejó una huella profunda que jamás ha cerrado en la conciencia colectiva de nuestro pueblo.

En una fecha como hoy, pero de 2017 los oaxaqueños padecimos un segundo golpe en nuestra larga tradición sísmica. Luego del brutal temblor de 8.2 grados que devastó la zona del Istmo de Tehuantepec, en la noche del 7 de septiembre, principalmente poblaciones como Juchitán de Zaragoza, Unión Hidalgo, Chicapa de Castro, Asunción Ixtaltepec, Santa María Xadani y decenas más. Fue un nuevo golpe y el remate que impactó particularmente la región mixteca y los Valles Centrales. Es decir, 32 años después del siniestro que devastó la Ciudad de México, se presentó un evento similar, aunque con resultados menos trágicos. A este evento le habrían de seguir miles pequeños sismos de magnitud casi imperceptible y, el 23 de este mismo mes, de nueva cuenta uno más habría de azotar al Istmo y echar por tierra lo poco que el sismo del día 7 había dejado en pie.

Nuestra historia local está llena de siniestros de esta naturaleza. Oaxaca es hoy en día, la entidad del país que registra el mayor número de temblores de tierra. Nuestros ancestros recordaban algunos de magnitud mortal, como los del 1928 o del 14 de febrero de 1931, que destruyó parcialmente nuestra ciudad capital y que, incluso, el cineasta ruso, Sergei Ensenstein habría de inmoralizar en un corto metraje. Pero no fueron los únicos. El Siglo XX, como lo ha sido este siglo, han sido en realidad trágicos para la población. Pese a ello, nuestros flamantes diputados (as), no acaban de discernir la importancia de salvar vidas y sólo autorizan para las áreas de protección civil, presupuestos irrisorios.

 

Prevención, clave en desastres

 

Como ya hemos dicho en este espacio editorial, Oaxaca es una entidad altamente sísmica. La mayor parte de los sismos que se sienten en el país y muchos más que son imperceptibles, tienen su epicentro en territorio oaxaqueño o, en otras circunstancias, son ubicados en las cercanías de nuestra geografía estatal. Es decir, siglos de historia nos hablan de una intensa actividad sísmica, razón por la que las autoridades estatales y, en su jurisdicción las municipales, deben alentar en la población las campañas de prevención y manejo social de las crisis que traen consigo este tipo de siniestros. Sin embargo, en triste reconocer que sólo cuando ocurren éstos, con magnitud mayor a los 5 grados, se ponen en actividad protocolos que jamás se aplican, como es el caso de la revisión de la alarma sísmica, de la existencia en oficinas gubernamentales y empresas privadas, las rutas de evacuación o, en su caso, la capacitación sobre el qué hacer en casos de desastre.

En 1999 hubo dos sismos que trajeron consigo resultados funestos. Uno en junio y otro a fines de septiembre. El primero afectó una buena parte de las comunidades de la Mixteca, en tanto que el segundo azotó con dureza comunidades de la Costa oaxaqueña y algunas de la Sierra Sur. Éste dejó en la capital del estado al menos una persona muerta. En las calles de Reforma, una marquesina cayó golpeando a una modesta empleada de mostrador, ocasionándole la muerte. También en comunidades costeñas dejó un saldo mortal. Se trató sólo de dos eventos de los muchos que hemos padecido. Empero, a lo que vamos es a lo siguiente. Se promovió la formación no sólo de unidades de protección civil en los municipios de la entidad, sino también de consejos formados por ciudadanos de la sociedad civil, que organizaran en casos de siniestro a la población.

Dichos consejos, al parecer, ya no existen ni tienen vigencia. Es decir, es urgente promover su creación y funcionamiento. Asimismo, se dejaron de realizar los simulacros de desalojo y demás. Se han hecho con tal mala organización que la gente los toma a relajo. Los mercados, plazas, cines, espacios públicos y otros, carecen de las más elementales condiciones para salvar vidas. Es decir, todo aquello que suena a prevención, simplemente se ha echado en saco roto, soslayando que es, si acaso, el único elemento con el que podemos salvar la vida y la de los demás.