Otro fin de semana largo
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Opinión

Editorial

Otro fin de semana largo

 


Luego de un período relativamente corto de baja afluencia turística, después de los festejos de julio, es decir, durante el mes de agosto, el aniversario 212 del inicio de la Revolución de Independencia, vuelve a poner sobre la mesa la oportunidad para las empresas que prestan servicio al turismo nacional y extranjero. Desde hace días se escucha que las expectativas no son muy buenas, habida cuenta de que está reciente el regreso a clases presenciales, que implica un costo adicional para las familias mexicanas, además de una galopante carestía que ha implicado para todos, apretarse el cinturón. Sin embargo, un período largo de asueto siempre representa la oportunidad de generar derrama económica y una mayor ocupación en hoteles y restaurantes. Esperamos que quienes viven de la industria sin chimeneas no se dejen invadir por el pesimismo.

Siempre hemos dicho que la capital oaxaqueña y sus principales destinos de playa deben formar parte de un corredor turístico permanente y no ser sólo de temporada. Sin embargo, gobiernos estatales van y vienen sin que a la fecha se haya propuesto una estrategia para un verdadero despunte. Está por demás decir que somos un estado con una forjada tradición turística, con un entorno completo: zonas arqueológicas, una capital colonial, arquitectura novohispana, artesanías, gastronomía, etc. Es decir, todo un universo de atractivos para quienes buscan no sólo el destino cultural sino, asimismo, la belleza de nuestras playas. Sin exagerar, tenemos mucho más de lo que cualquier destino de playa. Sin embargo, al igual que en muchas cosas, vamos a la zaga de las prioridades nacionales en diversos rubros.

El gobierno que llega a partir del primero de diciembre próximo tiene la gran oportunidad de formular un Plan Estatal de Desarrollo, en donde el turismo sea un verdadero puntal del desarrollo económico y no un simple aliciente para generar empleos o impuestos. Es, si acaso, la única industria en verdad rentable. Lamentablemente todo se ha planeado para el corto o mediano plazo y no con una visión de futuro. Por ahora, las únicas bocanadas de aire que recibe nuestra industria turística son los períodos vacacionales y fines de semana largos, como el que inicia hoy y que, seguramente querrán aprovechar quienes laboran en este sector tan importante de la economía. Sin embargo –insistimos- hace falta mucho por hacer. Hasta hoy se ha hecho muy poco para aprovechar todo lo que tenemos y podemos ofrecer.

 

Burdo dispendio

 

En octubre de 2018, cuando apenas se estrenaba la Sexagésima Cuarta Legislatura, al menos tres novatas diputadas locales surgidas del Movimiento de Regeneración Nacional –Morena- enarbolaron la bandera de la austeridad republicana. Nada de gasolina para los vehículos oficiales, telefonía celular, viajes aéreos, menos remodelaciones de oficinas. Cuando saborearon las mieles del dispendio, de lo que el voto popular les había otorgado, de la discrecionalidad con la que opera el Congreso local, jamás volvieron a tocar el tema. La pasada legislatura fue calificada por el Instituto Mexicano de la Competitividad –el IMCO- como una de las más improductivas y onerosas en el país. Nosotros le acuñamos el calificativo de voraz. Por ésa y por la actual, no pasan ni la austeridad republicana ni la pobreza franciscana.

La anterior se chutó más de 2 mil 500 millones de pesos, durante su lamentable gestión. ¿Y qué hicieron nuestros y nuestras diputadas? Salvo calentar la curul, absolutamente nada que les debamos agradecer. Hubo dos leyes aprobadas. Una en 2019, la conocida como Ley para el manejo de residuos sólidos o ley anti-PET, a la que hace días le dio palo la Suprema Corte de Justicia de la Nación y otra, llamada Ley anti-chatarra, aprobada en pleno auge de la pandemia en 2020, que hasta hoy ha sido letra muerta.  En sentido contrario, el costo al erario estatal para mantener a esta casta improductiva sigue en ascenso. Hace días trascendió que se habían autorizado un incremento de 93 millones de pesos. Y es que a sólo 2 meses y medio de haberse instalado el segundo período ordinario de sesiones, los angelitos ya le metieron duro la mano al cajón y se han gastado cerca del 70 por ciento de los casi 560 millones que tienen autorizados, que es un decir, pues con las ampliaciones presupuestales bordean los 800 millones.

Los datos no son invenciones nuestras, sino de fuentes oficiales. Sin embargo, salvo discusiones y buenos propósitos, la improductividad sigue al igual que la voracidad. Ya los veremos antes de que termine la actual administración estatal, como ya se ha hecho costumbre, pidiendo su bono sexenal. Que se haga pues la austeridad republicana o la cacareada pobreza franciscana, pero en los bueyes de mi compadre, como dice un viejo dicho popular. Si como mucho se ha dicho, los pueblos tienen los gobernantes que merecen, lo mismo puede aplicar para nuestros flamantes legisladores. Ellos y ellas no tienen la culpa, sino quienes votaron para treparlos a las curules.