Discursos falsos
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Editorial

Discursos falsos

 


Una vez más, un sector importante de los oaxaqueños tuvo que sorber el trago amargo de la impotencia y el dolor, ante los embates de la naturaleza. El huracán “Agatha”, que tocó tierra el lunes 30 de mayo, dejó en las poblaciones de la Costa y la Sierra Sur, devastación, desolación y muerte. Habitantes de Pochutla, Puerto Ángel, Santa María Tonameca, Huatulco, Pluma Hidalgo, San Mateo Piñas, San Marcial y San Francisco Ozolotepec, Santiago Xanica, los Loxicha y decenas de comunidades más, resultaron duramente afectados. Los daños en la red carretera, caminos, vivienda, infraestructura de servicios de agua potable, energía eléctrica, etc., dan cuenta de nuestra vulnerabilidad ante este tipo de siniestros. Si bien la atención gubernamental ha fluido en la entrega de despensas, comunicación y servicios básicos, lo cierto es que las tareas de reconstrucción serán, como se dice vulgarmente, otro boleto. En efecto, muchos millones de pesos deberán fluir para tan gran empresa.

A los damnificados ya nos les convence el discurso de “no están solos” o que el apoyo de la Federación llegará para resarcir a quienes perdieron su patrimonio. Las promesas gubernamentales son como las llamaradas de petate: se dan mientras el ambiente de tragedia se está viviendo, para extinguirse después. Y lo vamos a ver muy pronto. Lo vimos en el Istmo, con la pasarela de funcionarios del gobierno de Enrique Peña Nieto en septiembre de 2017. Iban y venían. Pero los apoyos se dieron a cuenta gotas o jamás llegaron. El Fondo Nacional para Desastres Naturales –el Fonden- desapareció en octubre de 2020, gracias a una política errática del gobierno de la Cuarta Transformación y el vergonzoso aval del Congreso. A sabiendas de nuestra vulnerabilidad a sismos y huracanes; a los duros golpes que nos ha propinado la naturaleza en los últimos años, nuestros representantes populares, como vulgares levanta-dedos, validaron la desaparición de dicho fideicomiso.

Hay razón de que no se haya escuchado hasta el momento alguna declaración o que se haya visto a diputados o diputadas del partido Morena, en sus propios distritos, en donde existen mayores afectaciones, al menos para darles a sus habitantes algún mensaje de solidaridad. La verdad, darían pena ajena. Pues a estas alturas, al menos ya se estarían documentando los daños para recibir los apoyos del Fonden.  Por eso siempre hemos dicho: ¿hay algo que los oaxaqueños tengamos que agradecerles a nuestros flamantes patiños –porque eso son- de la Cuarta Transformación? Creo que nada.

 

Darle vuelta a la hoja

 

Pasaron las campañas políticas y también la jornada electoral. La participación ciudadana, las casillas, los votos, los paquetes y las actas de escrutinio. Todo coincide en que hay ganadores y perdedores. En los procesos democráticos se gana o se pierde por un voto. Sin embargo, las inconformidades y los litigios ante los órganos jurisdiccionales, forman parte también de nuestra legislación electoral e incipiente democracia. Son válidos. Luego de una jornada que nada tuvo de participativa, civilizada y en paz social, sino con un marcado abstencionismo, violencia, delitos electorales e información falsa, se cierra un capítulo y hay que darle vuelta a la hoja. Oaxaca merece emprender los caminos del desarrollo y la gobernabilidad.

Más que grillas y futurismo político, la entidad requiere de programas de combate a la pobreza para hacer realidad el sobado eslogan de “primero los pobres”. De apuntalar la austeridad republicana, pues también como se repite a menudo, “no puede haber gobierno rico y pueblo pobre”. Si en verdad la lucha contra la corrupción, la cruzada por la transparencia y hacerles justicia a los marginados e indígenas, van en serio, quienes se asumen ganadores de la contienda, deben ir preparando un plan estatal de desarrollo apegado a la realidad. La actual administración gubernamental, con todos los buenos propósitos de quien la ha encabezado, ha tenido un mal fario. En 2017, sequía, huracanes y sismos. En 2018, más sismos y las tareas de reconstrucción del devastador temblor de 8.2 grados de septiembre de 2017 y sus réplicas. En 2020, otro sismo en junio y, previamente, el inicio de la contingencia sanitaria por el Covid-19, que se ha prolongado hasta 2022.

Si la reconstrucción de los sismos de 2017 no ha terminado de concretarse, cuestión sólo de imaginar, cuándo volverán a la normalidad Pochutla, Puerto Ángel, Tonameca, los Ozolotepec y decenas de comunidades de la Costa y Sierra Sur, total o parcialmente devastadas por el huracán “Agatha”. Es decir, a nuestra pobreza recurrente y ancestral, hay que sumar la tragedia que nos ha perseguido. A todo ello hay que agregar la indolencia y el ominoso chantaje de grupos y comunidades que, ignorando la tragedia que traen a cuestas quienes han perdido su patrimonio, sus miserias y esperanzas, siguen con sus manidas prácticas del bloqueo. Tarea nada fácil pues para quienes se estrenarán como gobierno en diciembre.