Olvido inhumano
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Opinión

Editorial

Olvido inhumano

 


Desde hace ya algunos años, en nuestras páginas hemos abordado el tema de los internados que existen en la entidad y del abandono físico en que están muchos de ellos, además, obviamente, de la vida que llevan niños y adolescentes que han acudido ahí para recibir alimentación y concluir sus estudios. Es el caso de la hoy Escuela Secundaria Técnica Número 14, que funciona en la comunidad de Reyes Mantecón, en los Valles Centrales, a donde abrevaron muchas generaciones de maestros rurales que permearon en todo el estado, acudiendo a comunidades remotas a enseñar a leer y escribir. Ciertamente, dicha institución que en la década de los 60 y hasta los años 80 del Siglo XX, fue una de las mejores calificadas desde el punto de vista académico y hasta deportivo, pero también semillero de rebeldía y doctrinas revolucionarias, ha ido decayendo hasta convertirse en un sitio en donde parece que viven indigentes y no jóvenes que se quieren labrar un futuro mejor.

Fundadas como producto de la Revolución Mexicana y fortalecidas con el programa de educación socialista del presidente Lázaro Cárdenas, dichos internados, que fungieron como Escuelas Normales Rurales, estuvieron pensadas para formar a maestros que acudieran a las comunidades rurales no sólo a enseñar los rudimentos de la educación básica, sino, además, a enseñarle a sus alumnos y padres de familia, artes, oficios, las bases elementales de la ganadería, la apicultura o la agricultura. La mayoría, como es el caso de Reyes Mantecón, poseían hectáreas de tierra en la que se sembraba maíz, frijol, sorgo y hortalizas, además de la cría de cerdos o aves, el cuidado de abejas y otros, para la propia manutención. La formación era integral, porque además ahí se formaron buenos músicos y grandes deportistas.

Desde el golpe que le propinó en los años 70 del Siglo XX, la Secretaría de Educación Pública (SEP), al fraccionarlas y separar secundaria y normal, dejaron de ser prioridad para el gobierno federal, en lo que se refiere a su manutención y atención docente. Reyes Mantecón es un ejemplo lamentable de lo que quedó de aquellas gloriosas instituciones educativas. Hoy, alumnos y alumnas que tocaron sus puertas para formarse, están en plena indigencia, esperando que el gobierno les tienda la mano, porque no cuentan ni con aulas o dormitorios dignos, vamos, ni siquiera con luz eléctrica. Y la rebeldía se incuba en la necesidad. Eso, el gobierno no lo entiende.

 

Notable deterioro

 

Desde hace algunos años, el Centro Histórico de la capital oaxaqueña dejó de ser aquel sitio emblemático, imán para propios y extraños, sobre todo para las familias oaxaqueñas. Mucho de ello se lo debemos a la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que tomó como tradición montar plantones que se prolongaban meses en el zócalo, la Alameda de León y las principales calles del primer cuadro. Aún a inicios de la década de los 80, en el Siglo XX, podrían verse a familias con niños jugando en los andadores del Zócalo o personas adultas estar en sus bancas escuchando las Marimbas del Estado por las noches o la Banda de Música. En ocasiones sentarse en los cafés de los portales y cenar unos ricos tacos de la lonchería “El Guajolote” o las tortas cubanas del bar “El Jardín”. Todo ello yace hoy en la mente de los oaxaqueños cincuentones, como una remembranza de lo que fue y ya no será.

Fueron los radicales de la Sección 22 los que poco a poco abrieron la puerta al comercio en la vía pública, al uso de dicho sitio emblemático como eje de la protesta y a tomarlo como rehén anual de sus plantones. La situación se fue pervirtiendo cada vez más y, en el 2006, como producto del movimiento político y social de dicho año, se puede decir que la sociedad civil y los oriundos de la capital perdieron dicho espacio. En todo este espectro hay que tomar en cuenta la pasividad de los últimos gobiernos que, ante la presión social y de grupos, fueron cediendo espacios que a la vez fue perdiendo la ciudadanía. El caso más sonado es el de los triquis que se dijeron desplazados por la violencia en la zona de San Miguel Copala, acudieron a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) exigiendo medidas cautelares y se adueñaron prácticamente de los pasillos del Palacio de Gobierno, desde el año 2010.

Gracias a la permanencia de grupos de ambulantes, de los triquis, de la protesta perpetua en el Zócalo, entre otros factores, así como del notable deterioro en el estado físico y la inseguridad, el Centro Histórico de la capital ha ido perdiendo paulatinamente su encanto como sitio emblemático de los oaxaqueños. ¿Lo habremos de recuperar algún día? Como se ven las cosas parece una utopía. Sólo la acción enérgica de las autoridades podrá devolverle el esplendor que tuvo antaño, y reintegrarlo como un espacio del sano esparcimiento que fue para las familias que viven en la capital.