CENEO: Aversión ciudadana
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Opinión

Editorial

CENEO: Aversión ciudadana

 


La semana pasada, de nueva cuenta, presuntos estudiantes de las escuelas normales hicieron de las suyas. Aparecen de vez en cuando con una serie de demandas. Algunas de ellas disparatadas. Sus métodos son los mismos: secuestro de autobuses, cierre de vialidades y otras acciones temerarias. El manipuleo por parte de sus titiriteros, ya identificados por las autoridades, hace presumir que hay intereses perversos detrás de dichas movilizaciones. En los años 60 y 70 del Siglo pasado, las normales, sobre todo las rurales, fueron un semillero de inconformidad. En su formación estaba la simiente de la rebeldía. Jóvenes idealistas se formaban en las doctrinas de la revolución socialista. Su discurso, al igual que aquellos dirigentes que participaron en el movimiento del 68, era cambiar el estado de cosas. Luchar contra el mal gobierno, contra la injusticia y la disparidad económica.

Cuando concluyeron sus estudios se convirtieron en íconos de la educación. Fueron guías morales en las comunidades más recónditas del estado. Verdaderos maestros rurales, por vocación, convicción y compromiso con el pueblo. Ahí vivían. Comían de lo que las comunidades les compartían. Eran gestores, líderes y hasta consejeros espirituales. No farsantes. Su cruzada educadora jamás renunció a la rebeldía. Sin embargo, hay que verlos hoy, exigir plazas automáticas, sin haber asistido a clases los dos años de pandemia y sin título. Futuros maestros convertidos en porros. Perdidos en materia ideológica y devenidos sicarios o mercenarios que son usados a placer por la paga. Prestos a acciones temerarias, pero, sobre todo, volcados a afectar al pueblo inerme. De aquellos jóvenes idealistas del pasado, rebeldes y conscientes de su papel histórico, ni sus luces.

Han creado un entorno de aversión social. Sus acciones ya no despiertan simpatía sino repudio o conmiseración. ¿Habrá que aplaudir el secuestro de autobuses y los atracos en las casetas de cobro? ¿O el saqueo de unidades de mercancía, la que después venden a precios irrisorios? Lo grave es que teniendo como telón de fondo el tema de la desaparición de 43 jóvenes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, aún no hayan aprendido la lección de bordear con sus acciones, los límites entre lo permisible por la ley y el desafío a los poderes fácticos. Ojalá que sus tutores tomen debida nota. La ciudadanía está harta. El affaire Ayotzinapa nos ha dolido a todos. Hay pues que advertirles a estos jóvenes porros, que sus acciones ya no son bien vistas.

 

Ediles bajo sospecha

 

El tema de la inseguridad en el estado, está calando hondo entre los oaxaqueños, particularmente en la región del Istmo de Tehuantepec. Lo más preocupante es que, se habla de políticos y presidentes municipales presuntamente en las redes criminales que estarían operando para beneficiarse del proyecto presidencial del Corredor Interoceánico. Varios columnistas de diarios nacionales como El Financiero o Reforma, han aportado datos precisos sobre esta situación. En realidad, no es nada nuevo. En la atomizada estructura municipal del estado, hay ejemplos de verdaderos delincuentes que han llegado a la presidencia municipal. Y ya en el cargo, se han coludido con malandros y sicarios. Tampoco es algo privativo de Oaxaca. El país está permeado de malos servidores públicos, alentados por una irrisoria y complaciente política respecto al combate a la delincuencia, que ha hecho que la impunidad sea parte de esta ominosa realidad.

Y en este marco, el periodismo ha llevado la peor parte. Según fuentes oficiales, de los cinco compañeros que han sido asesinados en lo que va del año, en la mayoría, la huella de los grupos delictivos está presente. Las protestas airadas del gremio van en el sentido de exigir al gobierno, cese a la violencia y garantías para poder cumplir con la tarea. Sin embargo, lejos de ello, medios y periodistas siguen siendo estigmatizados, descalificados y satanizados. Estamos pues a dos fuegos. Por un lado, la campaña permanente de descrédito y, por la otra, como la parte más vulnerable ante las balas asesinas. Y no sólo ello, también de maestros, porros universitarios, normalistas, sindicatos, comuneros u organizaciones sociales, que se han montado sobre el encono propiciado desde las altas esferas del poder.

El tema de la agresión y el crimen en contra de periodistas en el país, que hoy mismo está a los ojos del mundo, está exhibiendo la frágil y delgada línea que separa la civilidad de la violencia. En México hay hartazgo. El país está salpicado de sangre. La responsabilidad no es de los que ya se fueron, es de quien está al frente. La política de seguridad muestra cada día su fracaso. Y el sistema de justicia sigue entrampado, entre el ser y el deber ser. Tal parece que, ante este escenario tan negro, el gobierno, su estructura y las instituciones están entrando en un tobogán, que nos está arrastrando a todos los mexicanos. Ya no es la credibilidad, ya no es la confianza, hoy, el distractor es la consulta sobre la revocación de mandato.