Castigo a responsables
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Opinión

Editorial

Castigo a responsables

 


Lo que ocurrió en la capital oaxaqueña en los días previos a Navidad, no debe ocurrir más. Más allá de competencias o responsabilidades particulares, incluso del cacareado respeto a la autonomía municipal, el gobierno de Alejandro Murat debe tomar cartas en el asunto y no permitir que conductas nocivas de ediles irresponsables ponen en un brete la gobernabilidad o el Estado de Derecho. En relación a la protesta de los sindicatos del ayuntamiento se tienen que deslindar responsabilidades. Por un lado, el papel del Cabildo en la grave omisión de no contemplar los recursos para el pago de los salarios y prestaciones de fin de año de los trabajadores al servicio del municipio capitalino; a los funcionarios omisos: Secretario de Administración Municipal o Tesorero y, finalmente, a dirigentes sindicales que, no obstante los buenos oficios del gobierno estatal para coadyuvar a solucionar el conflicto, persistieron en sus mecanismos de chantaje.

Hay que recordar que en este conflicto estuvo la mano de uno de los personajes que, durante los aciagos días del 2006, trabajó de la mano con otros siniestros personajes para crear un ambiente de desorden, caos, ingobernabilidad y polarización social. Nos referimos a Marcelino Coache Verano, dirigente del Sindicato Independiente del municipio capitalino. Su postura cerrada para la negociación que dispuso el gobierno estatal, fue notoria. La misma derivó en enfrentamientos violentos, habida cuenta de que mientras el gremio mayoritario admitió una solución negociada, el aludido y sus pocos seguidores siguieron con amenazas y bloqueo de calles y avenidas. En pocas palabras, quiso aprovechar la coyuntura y el período de mayor afluencia de turismo nacional y extranjero, para crear el caldo de cultivo de un nuevo movimiento, en el cual, sólo él se elevara como el principal instigador.

Lo anterior, no omite fincar responsabilidades al presidente municipal, Oswaldo García Jarquín, quien con inusual cinismo, se dirigió a la ciudadanía capitalina el pasado 24 de diciembre, para “desearles Feliz Navidad”. No es un secreto que el conflicto de que tratamos puso en la picota el primer gobierno emanado del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Y puso además en el eje de las discusiones que, una cosa es ganar elecciones y otra, muy diferente, gobernar. Lo cierto es que para el ciudadano común y corriente, esta situación no debe repetirse.

 

INE: Descalificación dolosa

 

Desde el inicio del gobierno llamado de la Cuarta Transformación comenzó una labor sistemática de descalificación en contra de los órganos autónomos, particularmente del Instituto Nacional Electoral (INE), uno de nuestros pilares de la incipiente democracia mexicana. Desde el podio presidencial, ubicado en el Salón de la Tesorería del Palacio Nacional, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha arremetido una y otra vez en contra del Presidente del Consejo General, Lorenzo Córdova Vianello y de otros consejeros, particularmente Ciro Murayama. Como párvulos del sistema preescolar, dichas críticas y descalificaciones han sido repetidas como loros por el dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Mario Delgado, senadores, diputados federales y corifeos de la 4T. La idea perversa es demoler dicha institución y crear un órgano a modo, manipulable y sometido a las presiones presidenciales, lo que implicaría revertir los principios de autonomía, certeza e imparcialidad.

El actual Consejo General del INE ha actuado no sólo con prudencia sino con valentía, capeando los embates orquestados por alguna caterva de ignorantes sumisos y sin convicción propia. Los ataques verbales se han incrementado pues a raíz del recorte millonario al presupuesto del órgano electoral, éste ha aplazado –que no cancelado- la famosa consulta de “revocación de mandato”, que es una especie de circo, pero muy oneroso, con el cual el presidente López Obrador, le apuesta a las muestras de simpatía, para continuar en el mando. Dicha consulta tendría un costo superior a los 3 mil 800 millones de pesos y que, obviamente, quienes le aprobaron el presupuesto recientemente, no lo consideraron. La razón de fondo es económica y no de naturaleza política o ideológica como se pretende hacer creer a la ciudadanía, para justificar los ataques y descalificación.

Más allá de ideologías, pertenencia o militancia partidista, de filias o fobias, el pueblo mexicano debe estar muy atento ante la escalada que se ha desatado en contra del INE. Si dicho órgano ha validado el triunfo de Morena y su posicionamiento como el partido con más ventaja electoral en el país, ello implica que no es un instrumento del antiguo régimen, ni de los neoliberales o conservadores. El árbitro no juega, se lo ha dicho a AMLO y a los corifeos. Sin embargo, querer demolerlo con argumentos sin sustento es, sencillamente, un despropósito que puede llevar al país a la antesala de una dictadura simulada.