Los nuevos mitos
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Editorial

Los nuevos mitos

 


Desde la más tierna infancia, los mexicanos fuimos educados con una historia que nos dejó en la memoria colectiva que, este día, se conmemora el descubrimiento de América. Dicha acción se enmarca en los viajes que llevó a cabo el marino originario de Génova, Italia, Cristóbal Colón, aquel que al frente de tres carabelas: “La Niña”, “La Pinta” y “La Santamaría”, habría llegado del viejo mundo, Europa, a tierras americanas y que el mapa de este continente, fue elaborado por el geógrafo Américo Vespucio. Con el paso del tiempo, la idea de dicho pasaje histórico fue cambiando. En el año de 1992, al conmemorarse el V Centenario del mismo, se calificó como “Encuentro de dos mundos”. Y se llevaron a cabo coloquios, seminarios, foros, etc., en el que participaron expertos para revisar la historia y darle una nueva connotación al llamado descubrimiento. 

Al 12 de octubre también se le conoció como el “Día de la Raza”, como una especie de reconocimiento a nuestras culturas ancestrales y sus herederos el día de hoy, también identificados como “pueblos originarios”. No faltaron aquellos que calificaron el citado acontecimiento histórico como el “choque de dos culturas”, haciendo remembranza a la jornada violenta que vivieron nuestros antiguos mexicanos con el impacto de los europeos, sobre todo con la llegada de los españoles en 1521, que trajo consigo la conquista, hoy calificada por los nuevos depositarios de la moral pública y de la historia oficial, como la “resistencia indígena”. Es innegable que se trató de una conquista violenta, sangrienta y que la religión politeísta de nuestras culturas mesoamericanas, fueron sometidas a una nueva religión a través de la violencia ejercida por las órdenes religiosas que envió la Iglesia Católica.

Sin embargo, el reconocimiento de este hecho histórico se ha tergiversado con postura dogmáticas que van desde la sustitución de la estatua de Colón en el Paseo de la Reforma en la Ciudad de México, hasta la exigencia al gobierno de España, a disculparse por la brutalidad de los soldados de Hernán Cortés con el pueblo mexica. Paradójicamente, se celebra con bombo y platillo el aniversario del inicio de la Independencia o los 200 años de la Consumación de la misma, que fueron labor de criollo, hijos de españoles nacidos en México. Es decir, los nuevos íconos del devenir histórico y de hechos como el que se celebra hoy, se han extraviado en discusiones torpes y sin sentido. 

Etiquetas e íconos 

Desde la semana anterior algunos grupos y organizaciones sociales, cuyos dirigentes afirman estar formadas por indígenas, se alistan para marchar el día de hoy. Con respeto a quienes forman parte de nuestros pueblos originarios, también calificados como “los del color de la tierra”, mitos y etiquetas que les han sido impuestas por algunos vivales y titiriteros, algunas organizaciones son movilizadas con el único propósito de obtener recursos. Uno de estos casos es el movimiento de los triquis, un grupo étnico caracterizado por su violencia, trashumancia y mendicidad. Es posible que en su esencia no sean quienes hoy conocemos como aquellos que sólo se dedican a alargar la mano. Empero, es la imagen que ha quedado grabada en el imaginario colectivo. Además, conllevan un estigma que comparten seguramente con otros grupos indígenas chiapanecos como los tzeltales y tzotziles: proclives a exterminarse al interior de la etnia, con una crueldad inaudita.

Según estudios más o menos recientes, Oaxaca es un mosaico pluriétnico y multicultural. Existen reconocidos al menos 16 grupos étnicos, algunos de ellos a punto de extinguirse o con muy pocos miembros, como es el caso del ixcateco o el chocho-popoluca. Existen además, una centena de variantes dialectales. Hoy los indígenas están en el eje de las prioridades de los gobiernos federal y estatal. El indígena se ha convertido en principio y fin; en referencia obligada, pero también en rehén permanente de vivales que, en su nombre, chantajean al gobierno o a las empresas privadas, con el argumento de que son los defensores de la identidad, de la tierra y el territorio. El mejor ejemplo lo tenemos en el Istmo de Tehuantepec, en donde, en su nombre se han echado abajo importantes proyectos de inversión.

Uno de los temas que se puso de moda es darle vigencia al Acuerdo 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que verifica que toda acción pública o privada que se pretenda llevar a cabo en reservaciones indias o pueblos tribales, sea pasada por el rasero de la consulta. Ello se ha complementado con la legislación mexicana reciente que establece asimismo, dicho mandato. De esta suerte, al menos en Oaxaca, el proyecto del llamado Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, fue objeto de consulta, sin embargo, hay grupos y organizaciones que siguen moviendo a los grupos zapotecos, zoques, huaves y mixes, para oponerse al mismo. No son necesariamente los grupos étnicos quienes se oponen, sino mestizos que los mueven a placer.