Responsabilidad con educandos
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Editorial

Responsabilidad con educandos

 


Amén de la confusión, los dobles mensajes y la reiterada instrucción presidencial que se han difundido en torno al regreso a clases presenciales, desde hace unos días, tal como lo publicamos en la portada de El Mejor diario de Oaxaca, el gobernador Alejandro Murat dio una declaración que conlleva una decisión congruente y responsable: dijo que, en lo general, el inicio del ciclo escolar 2021-2022, se llevaría a cabo de manera virtual, en virtud del crecimiento de contagios y decesos por Covid-19. Hubo algo más que vale la pena destacar: en un par de semanas y tomando la experiencia de aquellas entidades del país que habrían dispuesto el retorno presencial, se habría de tomar alguna decisión definitiva al respecto. En opinión de algunos, se trata de una postura correcta, habida cuenta que, como lo hemos mencionado con insistencia en estos espacios editorial, la pandemia no nos ha dado tregua.

A lo anterior hay que agregar que cada vez son más las autoridades municipales que se pronuncian al respecto. Si la idea es consensuar con las mismas para ponderar las condiciones en que se encuentran municipios y comunidades, nadie más enteradas que ellas para saber la situación. Hay que tomar en cuenta que cualquier brote que se presente en alguna escuela, la responsabilidad habrá de recaer en las autoridades educativas y en el gobierno. Tampoco hay que soslayar la lentitud con la que avanza el programa de vacunación, del que ya hemos comentado; el directorio de maestros fallecidos y, sobre todo, el temor de padres y madres de familia para enviar a sus hijos (as) a un escenario en el que se desconoce, si las condiciones sanitarias son las propicias. 

Existe un convencimiento generalizado de que ya urge que los educandos vuelvan a las aulas. A nadie, absolutamente a nadie, menos a ellos les ha beneficiado estar alejados de sus maestros, compañeros, espacios educativos y de recibir las clases in situ y no en la soledad de las salas, recámaras o espacios habilitados ex professo en el hogar. Hay pues, un clamor ciudadano que urge del regreso a clases, para reactivar la economía, la nueva normalidad, sacar al alumno (a) del ensimismamiento, revertir de manera parcial al menos, la relación educando-computadora personal, que jamás podrá sustituir al maestro-alumno. Lamentablemente, las condiciones, en este momento de mayor letalidad de la tercera ola, no son las propicias.  

Tradición perdida

Hoy se celebra el Día de San Ramón Nonato. Hasta hace algunos años la iglesia de Nuestra Señora de La Merced, se convertía en una verdadera romería. Era el día dedicado a la bendición de los animales. Los citadinos acudían con perros, gatos, pericos, etc., a recibir el agua bendita que arrojaba sobre los mismos el sacerdote. Reporteros de los medios de comunicación impresos cubrían este evento tradicional, con un rico menú de fotografías. Sin embargo, dicha celebración fue quedando, si no en el olvido, al menos rezagada del calendario. Uno de los factores fue el daño estructural que recibió el referido templo, con los sismos de hace al menos una década. Posteriormente, con los de septiembre de 2017. Las afectaciones en la cúpula y muros, hizo que durante algún tiempo los oficios religiosos se llevarán a cabo en el patio del referido espacio religioso. 

Con las restricciones que se han dado en virtud de la pandemia de Covid-19, con certeza, hoy tampoco se habrá de celebrar, dado que las altas esferas de la Iglesia Católica han actuado con responsabilidad a los llamados de las autoridades sanitarias. Se entiende que las celebraciones patronales se han suspendido en todo el estado, para evitar que se conviertan en focos de contagio. Cuando los comités de algunas comunidades anuncian la realización de calendas, jaripeos, bailes o mayordomías, se convierten en ejes de la crítica en redes sociales. Se les acusa de irresponsables. La lección de Santiago Choapan, el año pasado, fue todo un fenómeno mediático, cuando las autoridades municipales autorizaron un baile, de donde salieron cientos de vecinos, hombres y mujeres contagiados. La comunidad se convirtió en un pueblo fantasma.

Con la esperanza de que después de la tormenta viene la calma, esperamos que la tradición de la bendición de los animales a que nos referimos, no se extinga. Ojalá que quienes restauran el templo citado entreguen pronto a los feligreses el sitio donde asisten a misa o a orar y que esta pandemia que tanto dolor y muerte ha generado en el mundo y en Oaxaca, más de 4 mil 500 fallecimientos, pase pronto. La religión, sea cual sea, siempre ha sido un refugio moral en donde los seres humanos buscan alivio, más aún en un pueblo profundamente religioso como el nuestro. Ya vendrán otras celebraciones de carácter católico o profano, que seguramente tendrán una historia similar.