Riesgo inminente
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Opinión

Editorial

Riesgo inminente

 


Las recientes lluvias que han azotado a la capital oaxaqueña han exhibido la situación de abandono y negligencia que han caracterizado al gobierno local. En las dos últimas semanas se han precipitado a tierra no menos de diez árboles. Ello implica que no existen mecanismos de protección civil que incluya la poda oportuna o la sustitución de especies añejas y secas, por nuevos árboles. Por fortuna no se han dado desgracias personales o pérdidas qué lamentar. De lo que sí estamos ciertos es que incluso árboles que no tienen ni diez años se han precipitado a tierra con la lluvia y el viento, lo que conlleva a pensar que no tienen ningún tipo de mantenimiento. Pero que a ningún vecino se le ocurra cortar alguno que represente un peligro para su vivienda o familia, porque de inmediato llegarán los “expertos” de Medio Ambiente o Ecología municipal a imponer las sanciones correspondientes.

Por si ello no fuera suficiente, las especies caídas no son repuestas. Ya hemos abordado aquí la continua deforestación del entorno citadino. Cientos y cientos de palmeras han sido derribadas, luego de haberlas afectadas la plaga conocida como “picudo”. Después de la labor de la motosierra, sólo se observan troncos inertes en los camellones de algunas avenidas y boulevares. Cayeron, pero ninguna autoridad, menos la municipal se ha preocupado por conseguir –así sea de obsequio- nuevas especies para sustituir a las muertas. El panorama es triste, pues amén de la pérdida de dichas especies, se deja la evidencia de algo que estuvo viva y floreció algún día, pero que la torpeza, la abulia y el abandono, permearon más por lo que no se pudo mantener su supervivencia.

Otro de los temas que también ha sido soslayado, es el de las alcantarillas abiertas y sin tapa, en diversos puntos de la ciudad, lo cual, con las intensas lluvias se convierten en trampas mortales para automovilistas, motociclistas y ciclistas. Porque no es el daño a los vehículos sólo lo que se pone en tela de juicio, de lo cual ninguna autoridad responde, sino el peligro de succión en dichos desfogues de agua pluvial, que podrían traer consecuencias funestas para la población. Sin embargo, como ya hemos dicho, vale más estar lamentando la falta de presupuesto que atender con prontitud todo lo que implica acotar los riesgos antes mencionados. Si no hay obras públicas qué cacarear, al menos hay que atender aquello que puede ser fatal para quienes viven en esta ciudad de abandono y rezago.

Crisol de cultura y creación  

Con diversas actividades, la Casa de la Cultura Oaxaqueña (CCO), celebra su Quincuagésimo Aniversario. Se trata de una institución que ha sido a lo largo de su medio siglo de historia, un emblema de la formación artística y la creatividad. En sus talleres se han formado decenas de pintores, músicos, escritores. A pesar de tener luz propia, sigue formando parte de la Secretaría de Cultura y Artes, como lo fue en su momento, del Instituto Oaxaqueño de las Culturas (IOC) en los años noventa o de la Secretaría de las Culturas, en la primera década del Siglo XXI. En los últimos años, esta institución eminentemente formativa, ha sorteado diversos problemas, algunos de ellos laborales, sin embargo, jamás se ha pensando en su desaparición como se manejó en su momento. Por el contrario, sigue como eje importante de la actividad cultural oaxaqueña.

Como una institución sólida ha sabido sortear con éxito los desafíos y problemas. Con un escaso presupuesto ha podido transitar por los sinuosos recovecos de los embates económicos. Ello es lo que ocasionó hace al menos dos años protestas generalizadas de un grupo de maestros, cuando circuló profusamente el argumento de que la idea era cerrar la institución. Nada más lejos de la realidad. El entorno cultural oaxaqueño habría recibido un golpe demoledor. Por fortuna, la habilidad, la diligencia y el diálogo se han impuesto para sacar adelante a dicha institución. Antes bajo la hábil dirección de Guillermo García Manzano y recientemente con Emilio de Leo al frente, no hay duda que la CCO ha transitado por el camino correcto y sigue estando en el ánimo ciudadano como un crisol de cultura, formación y creatividad.

No hay duda que habrá Casa de la Cultura para rato. Las nuevas generaciones habrán de encontrar siempre las puertas abiertas de este semillero, en donde han agravado durante medio siglo, muchas generaciones de artistas y formadores. Ahí, en el viejo edificio del ex Convento de Nuestra Señora de Los Ángeles, se seguirá escuchando el ruido del violín, la marimba o la guitarra, o el sonido inconfundible del zapateo de los alumnos de danza, mientras sus paredes habrán de captar el silencio de los pinceles y lienzos, de aquellos que, en el futuro, podrán llegar a ser los herederos de Rufino Tamayo, Rodolfo Morales o Francisco Toledo, o los discípulos distinguidos de Sergio Hernández, Luis Zárate u otros tantos creadores contemporáneos.