Seguridad: Puras cuentas alegres
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Editorial

Seguridad: Puras cuentas alegres

 


La seguridad pública oaxaqueña pende de hilos. El argumento que dan las autoridades es que se trata de un fenómeno nacional. En efecto, el gobierno de la llamada Cuarta Transformación no ha dado una para paliar la inseguridad que lacera al país. Los grupos criminales siguen con su carrera mortal, sin que nadie, ni el Ejército Mexicano, ni la Marina/Armada de México o la Guardia Nacional a las que se le han atribuido tareas de seguridad, hayan hecho un trabajo serio para desmantelar a los cárteles de la droga. En Oaxaca, ya lo hemos dicho muchas veces: a menudo se considera una de las entidades más seguras del país en los discursos oficiales, aunque todo mundo sabe que las estadísticas de homicidios dolosos y feminicidios han ido al alza. No existe una estrategia que permita acotar las ejecuciones y los ajustes de cuentas entre bandas delictivas y grupos vinculados a grupos criminales.

Ya es común el hallazgo de cadáveres atados de manos, desmembrados o en descomposición. La mayoría con el sello indiscutible del crimen organizado. Los dos últimos meses del año y hasta el fin de 2020, poblaciones como San Antonio de la Cal y Santa Cruz Xoxocotlán se convirtieron en escenario de crímenes. En efecto, el pasado 26 de diciembre, Nayeli Salomé G. de 17 años de edad, fue baleada por dos sujetos que viajaban en una moto. El 8 de diciembre, el propietario de un lava-autos, Eleazar G.P., de 51 años de edad corrió una suerte similar. El martes 29 de diciembre fue encontrado a orillas del Río Salado el cadáver de un hombre con disparos de arma de fuego, huellas de tortura y atado de pies y manos. El sujeto era presunto vendedor en la zona del Mercado de Abasto, a quien le dejaron un narco-mensaje.

La primera semana de enero no fue la excepción. En un camino cercano a la población de Tlacolula, fue encontrado el cadáver en descomposición de un sujeto, con huellas de tortura y con disparos en el cuerpo. En Matías Romero, un comerciante fue ejecutado frente a su esposa. En San Pablo Huixtepec, otro masculino fue ejecutado estaba en la peluquería, en tanto que, en un basurero de Juchitán de Zaragoza, se encontró el cuerpo de un joven atado de manos y con disparos. Tres jóvenes músicos fueron asesinados en jurisdicción de Ejutla de Crespo y otros tres en Soyaltepec, en la Cuenca del Papaloapan. A lo que vamos es que los responsables de los organismos de seguridad en el estado, dejen de estarse regodeando en estadísticas ficticias y fuera de la realidad. 

Cobro de facturas

En los primeros días del mes de enero, Oaxaca ha registrado cifras inéditas de contagios y decesos por Covid-19. Según los Servicios de Salud en el estado (SSO), vendrá una racha mayor, habida cuenta del cobro de facturas por la movilidad de los festejos navideños, de Fin de Año y del Día de Reyes. Si bien es cierto que nos mantenemos en semáforo naranja, la advertencia de que la capital y otros municipios retornen al semáforo epidemiológico rojo, no es un artificio, sino una medida extrema de las autoridades. El virus nos ha estado cobrando la movilidad decembrina; las compras sin sana distancia, en los tianguis de juguetes autorizados por las autoridades municipales de la capital oaxaqueña y las aglomeraciones en calles y tiendas de auto-servicio. 

Para un pueblo como el nuestro es difícil abstraerse de la fiesta. Somos un pueblo ritual. “El arte de la fiesta, envilecido en todas partes, se conserva intacto entre nosotros”, decía Octavio Paz hace 70 años. “A través de la fiesta la sociedad se libera de las normas que se le han impuesto. Se burla de sus dioses, de sus principios, de sus leyes: se niega a sí misma”, dijo en “El Laberinto de la Soledad”, en donde describe la identidad, las debilidades y fortalezas del pueblo mexicano. La aparición de la vacuna ha hecho ver la luz al final del túnel. Pero no es un hecho que nos llegue aquí y pronto. Hemos visto el arribo de ciertas cantidades sólo para el personal sanitario, que han sido insuficientes para proteger a quienes han estado en la primera línea de combate al mal, ya podemos imaginarnos cuándo se terminaría de vacunar a un universo de al menos 130 millones de mexicanos. 

Es decir, con certeza, parte de este año, sin pesimismo, estaremos en espera de poder vacunarnos. Sin embargo, con todo este panorama complejo en la salud, en la economía, en la tragedia y el dolor, hagamos votos porque después de la tormenta venga la calma. Los oaxaqueños hemos sido estoicos, que lo mismo hemos aprendido de la pobreza que de los desastres naturales. Tenemos ya encima los tiempos electorales. Ojalá que, a pesar de nuestras diferencias políticas o ideológicas, prevalezca la cordura, la tolerancia y la unidad. Sólo así podremos sortear los malos augurios para este 2021 y que aparezca en el horizonte, la anhelada luz de la esperanza.