AMH: Medidas más enérgicas
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Editorial

AMH: Medidas más enérgicas

 


El pasado jueves, un día después de la aprobación del tercer decreto, en el cual se dan a conocer algunas medidas más enérgicas para hacer frente a la pandemia de Covid-19, el gobernador Alejandro Murat, especificó ante los representantes de los medios de comunicación locales y nacionales, una por una las acciones que emprendió su gobierno para evitar ese relajamiento de movilidad que nos había ubicado en el país como una entidad en la que no se respetaban los mínimos indispensables para enfrentar la emergencia sanitaria. Desde el mismo jueves se montó un cerco en el primer cuadro de la ciudad capital y se iniciaron los procedimientos dispuestos para que, aquellas actividades no sustanciales, fueran suspendidas. Dicha medida fue respaldada por elementos policiacos y la Guardia Nacional, como en Tuxtepec, por ejemplo, en donde las calles principales están invadidas por comerciantes en la vía pública. Sin embargo, hay que decirlo, siguen las violaciones ciudadanas a esta medida.

Una de las acciones que instruyó el ejecutivo estatal es reducir la movilidad en el transporte. Sin embargo, se requieren acciones inmediatas para detener el flujo constante de taxis foráneos que entran y salen de la capital oaxaqueña por miles. La otra, es hacer realidad los filtros sanitarios que se propuso el gobierno instalar en entradas y salidas de cada una de las cabeceras municipales donde se han detectado más incidencia de Covid-19. Es importante subrayar que hay al menos 130 comunidades que han instalado sus propios filtros para evitar que personas que no viven ahí lleven consigo el contagio. Pero, es evidente que ello no es suficiente. El crecimiento en los municipios con casos positivos es un hecho irreversible, así como el crecimiento en los decesos. 

Lo que llama la atención son las medidas enérgicas y hasta motivo de sanciones administrativas o corporales para aquellos que no acaten las medidas de prevención, decretadas por los gobiernos federal, estatal y municipal, quienes serán sancionados con multas o, inclusive, con penas corporales de hasta 36 horas. Se hace asimismo obligatorio el uso de cubre-bocas y, sobre todo, la acción policial en sitios en donde se sigue dando una concentración masiva de personas, como es el caso de los bancos, gracias a la terquedad de las responsables de los programas Bienestar del gobierno federal, que parecen no haber entendido la gravedad de la contingencia que enfrentamos como país.  

Una visión sesgada

La relación prensa-gobierno, salvo con los monopolios televisivos, mediáticos y los medios impresos que circulan en la capital del país, jamás ha existido en México, no obstante, los criterios establecidos en nuestra Constitución, respecto a la libertad de expresión, de prensa y el derecho a la información. Dicha relación ha sido hoy más que nunca, la más tensa de que tenga memoria. Los dislates verbales, las sofocantes “mañaneras” del presidente Andrés Manuel López Obrador y el maniqueísmo torpe y burdo que se ha diluido en su administración, ha derivado en un constante ataque a los medios de comunicación y a quienes lo ejercemos. Desde esa tribuna cotidiana se ha cuestionado el papel del periodismo independiente y se ha puesto en un pedestal a los panegiristas, quema incienso y apologistas de la mal llamada Cuarta Transformación. Es decir, no sólo hemos padecido el discurso de odio del México de los buenos y de los malos, sino de la buena prensa –la que aplaude- y la mala prensa –la que critica-.

México se debate hoy mismo en un mundo de problemas: de salud, económicos y energéticos. No son tiempos de seguir dividiendo, sino de sumar. No es tiempo de utilizar la tribuna del Palacio Nacional para estar echando diatribas y denuestos en contra de aquellos que no están de acuerdo a las políticas disparatadas de seguir con el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas o el Aeropuerto de Santa Lucía. No hay democracia en donde se conculca una de las libertades más sagradas, como la libre expresión. Nada hay más absurdo que, en lugar de ponderar el papel de los medios de comunicación para penetrar hasta en los más recónditos municipios de la geografía nacional y llevar el mensaje de conciliación y unidad, continuar descalificando y negándose a la crítica y pidiendo sólo el aplauso, haciendo parecer una dictadura encubierta y no un gobierno emanado de un proceso democrático con cerca de 30 millones de votantes a favor, cuya mayoría hoy deplora de semejante torpeza. 

La ciudadanía mexicana ya sabe ahora quiénes son los “únicos” que defienden el proyecto presidencial; los medios que “se la han jugado” con él, pero también saben de aquellos que critican; de medios impresos que tienen entre sus colaboradores a periodistas críticos, que llaman a la reflexión, que usan la libre expresión, como una forma sutil de darle voz a aquellos que no la tienen y son una tribuna de la libre expresión. Los olvidados, no cómplices de los desatinos, yerros y balandronadas que hoy están llevando al país al caos.