Segundo y cuarto años
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Opinión

Editorial

Segundo y cuarto años

 


Ayer, primero de diciembre, se cumplió el primer año del gobierno de la llamada Cuarta Transformación, es decir, el presidente Andrés Manuel López Obrador concluyó el año número uno de su sexenio, con resultados poco más que lamentables en muchos sentidos. Crecimiento cero en la economía; desaparición arbitraria de varios programas institucionales; una creciente inseguridad ante la falta de una estrategia firme y congruente en contra de los grupos criminales; el fracaso de proyectos anunciados en campaña, como fue la descentralización de algunas secretarias de estado y un catálogo más de yerros y desvíos.
Uno de los fantasmas que rondan al país ha sido desestimado por AMLO y su equipo de trabajo y es que la relación con los Estados Unidos de América, luego del affaireLeBarón, ha ensombrecido el panorama de una buena vecindad ante el posible intervencionismo, al catalogar a los cárteles de la droga como terroristas. Ha iniciado pues el segundo año de la administración de López Obrador, con un panorama de incertidumbre de recesión económica, inconformidad social, polarización del pueblo de México y una creciente zozobra respecto a brotes de resistencia. El ninguneo al Ejército Mexicano y al Poder Judicial; la sumisión burda del Poder Legislativo y el pisoteo a la Constitución advierte en lo que resta de su gestión un panorama sombrío.
En el ámbito estatal, el gobernador Alejandro Murat inició ayer su cuarto año de gobierno. Muy lejos ha quedado aquella toma de posesión apresurada en el auditorio de la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión (CORTV) y de las promesas de campaña para establecer un “gobierno de resultados”. Demasiados obstáculos, ha encontrado en estos tres años que han pasado, sin grandes obras, sin reconocidos programas sociales y de combate a la pobreza. No obstante, el reiterado discurso de que Oaxaca es una de las diez entidades más seguras del país, en la percepción ciudadana el estado ha estado sumergido en una espiral de violencia y crimen inédita.
En los cánones de la política mexicana lo que Murat Hinojosa no haga en el trienio que le falta, ello definitivamente habrá de contribuir a que su gestión pase a la historia con malas notas. Uno de los gravísimos rubros es el de la gobernabilidad, que sigue siendo soslayado como nunca. No ha habido voluntad política ni para aplicar la ley ni, mucho menos para mantener el Estado de Derecho. En fin, ha iniciado el cuarto año y el declive ha empezado de manera inevitable.

Oposición generalizada

Ninguna medida tan antipopular ha asumido la actual administración que el aumento a los impuestos para 2020. Hace unos días abordamos el tema en este mismo espacio editorial. Sin embargo, dicha medida esté desatando una ola generalizada de inconformidad en los diversos sectores sociales. Por ejemplo, en la pujante industria del mezcal, ya de por sí castigada con gravámenes cuantiosos que, hacen presumir que producirlo ya no será rentable. Otro más es el impuesto al hospedaje, que ha creado entre los prestadores de servicios turísticos una gran oposición, pues de manera contradictoria, en vez de inyectarle recursos a nuestra única industria más o menos rentable para la generación de divisas, se le asesta una puñalada por detrás.
La situación en Oaxaca, desde el punto de vista económico, no es precisamente la mejor. Si el país está en recesión aquí estamos peor. La ingobernabilidad traducida en bloqueos carreteros y a vialidades se ha convertido en el peor de los látigos para el comercio y el sector productivo. Sólo basta darse una vuelta por el Centro Histórico para darse cuenta de la situación tan dramática que pasa el comercio establecido, acotado por el ambulantaje, la carestía de las rentas y la falta de incentivos. A ello hay que añadir la inseguridad. Los asaltos, robos y homicidios dolosos, no obstante –perdón por la insistencia- el discurso de la entidad segura, sigue dejando su carga nociva entre comerciantes, agricultores, ganaderos, etc.
Gravar con más impuestos a los oaxaqueños no sólo representa una medida anti-popular, sino el reflejo de la inconciencia y la ignorancia. El poco amor a Oaxaca y la falta de respeto a los ciudadanos. Tal vez el equipo que tiene hoy el mando no ha entendido que no hay que vulnerar más el bolsillo de los gobernados, sin esperar respuestas violentas y drásticas. Más de la mitad de los habitantes, no obstante, las cifras alegres oficiales, sigue viviendo en la pobreza. Ya nadie cree el cuento de que en los últimos años dicho flagelo se ha abatido. Por supuesto que no. Sólo las mentes obtusas que nunca dejan el escritorio y la oficina no conocen la realidad lacerante que se vive en la entidad. La ola de protestas en contra de los impuestos apenas empieza. Ojalá que los legisladores no vayan a tomar la ruta equivocada y hacerse enemigos de la ciudadanía que les otorgó el voto popular.