Defender las garantías individuales es defender la esencia misma de una sociedad libre, justa y democrática. Las garantías individuales son los derechos fundamentales que protegen a cada persona frente a cualquier abuso de poder, ya sea del Estado o de otros particulares. Son los pilares que sostienen nuestra dignidad, nuestra libertad y nuestro derecho a vivir en condiciones de respeto y equidad.
El respeto a las garantías individuales no es opcional: es una obligación moral y legal que sostiene todo el sistema democrático. El derecho a la vida, a la libertad de expresión, a la privacidad, a la libre asociación, a un juicio justo y a la propiedad son elementos fundamentales que ninguna ley ni autoridad deben vulnerar. Cuando estos derechos se ponen en riesgo -ya sea por leyes restrictivas, políticas autoritarias o prácticas de abuso- toda la sociedad pierde.
Proteger nuestras garantías individuales implica alzar la voz ante cualquier intento de represión o censura. Implica también vigilar que los poderes públicos actúen dentro de los límites de la ley y que los derechos de todos, especialmente de los sectores más vulnerables, sean respetados y promovidos.
La historia nos enseña que los retrocesos en derechos humanos comienzan muchas veces con pequeñas restricciones que parecen inocuas: una ley que limita las manifestaciones, una norma que censura ciertas expresiones, una política que discrimina a ciertos grupos. Por eso, la defensa de las garantías individuales debe ser constante, activa y consciente.
Hoy más que nunca, es urgente reafirmar que ningún interés político o económico puede estar por encima de los derechos fundamentales de las personas. No podemos permitir que el miedo o la apatía nos silencien. Cada derecho conquistado fue fruto de luchas, de voces que no se rindieron ante la injusticia.
Defender las garantías individuales es defender la posibilidad de vivir libres, de pensar diferente, de soñar y construir un mejor futuro.