Una vergüenza pública
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Debates y Deslindes

Una vergüenza pública

 


 

El malinchismo en nuestro país es una catedra actual y vigente. En lugar de disminuir con la internacionalización de la humanidad en México se ha acentuado en ciertas clases sociales, de media para arriba, donde encontramos preferencias por lo extranjero y criticamos lo propio. Es verdaderamente vergonzoso cómo en el último episodio que se vivió entre una periodista del New York Times y nuestro presidente de la república se le fueron encima al primer mandatario, porque al leer una carta cuestionario que la reportera le había mandado había incluido su teléfono celular y el presidente al leer la misiva leyó los números de teléfono. Poco faltó para que lo lincharan en plena mañanera por parte de una reportera de Univisión que pidió la cabeza de nuestro primer mandatario por haber dado a conocer un teléfono cuya propietaria lo había hecho público al enviarlo en un documento que tenía que ser visto por varias personas.

Discutir la privacidad de un número telefónico de una persona que lo imprime en su correspondencia no es en este momento el tema, hasta qué punto la privacidad de un teléfono de alguien que lo imprime y lo publicita es válida, seria cuestión de analizarla, pero ese no es el tema hoy. El tema es la solidaridad un tanto irracional que mostraron diversos comunicadores a favor de una periodista que había difamado al presidente mexicano, afirmando en una de sus columnas que este había recibido dinero del crimen organizado en sus anteriores participaciones electorales por la presidencia de la república.

De manera que los comunicadores estaban más preocupados porque la corresponsal del periódico americano recibiera alguna llamada de alguien desconocido que por la calumnia a su presidente.

Afortunadamente “Presidente Abemus” y más temprano que tarde el primer mandatario México les dio respuesta a ese periodismo rapaz, por consigna, con el que se le difama. Expresó después de una crítica certera que siempre que la prensa difame va a encontrar una respuesta en las “mañaneras”. Por lo menos mientras él sea presidente.

A partir de la acusación de haber dado a conocer un teléfono cuya propietaria los había hecho público los adjetivos calificativos subieron de tono y lo acusaron hasta de lo que iba a morir. Mal está la prensa en un país que no sabe dar categoría a las expresiones públicas, que ha perdido la dignidad y el respeto que se merecen las personas y que ante las pasiones políticas olvida el respeto que se deben a las personas y los funcionarios. La prensa en estos días dio una muestra más del poco valor que le da a su país y a sus funcionarios, lo mucho que valora a los extranjeros, aunque estos sean falsarios y calumniosos. Una etapa triste y vergonzosa la que estamos viviendo por parte de la prensa nacional. Fin