Estoy hasta la madre de los…
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Estoy hasta la madre de los…

 


El obispo Onésimo Cepeda pronunció una frase demoledora que lo sacó de la campaña política más grande que se llevará a cabo en nuestro país, la más importante para él, quien quería incursionar en las cámaras legislativas y con la que quieren cambiar el desarrollo de país. La frase es muy breve: estoy hasta la madre de los pendejos que buscan una diputación.  Hay algunos que arreglaron el destinatario, pero la realidad es que se refirió a los que quieren ser legisladores. No solo él esta hasta la madre, muchos mexicanos están hasta la madre de las minorías que están desatadas contra las mayorías. Nunca había visto el odio manifiesto tan claro de una oligarquía, de un grupo de familias encumbradas y una clase media alta contra los pobres de este país. Cada personaje que se siente aristócrata, gente bien, persona con posibilidades económicas o francamente rico, detestan las políticas de López Obrador y a los que reciben los beneficios de un gobierno que tiene como lema: “Por el bien de México, primero los pobres” no se han dado cuenta que, si no se atiende a los pobres, todo el país se puede incendiar, además de la inmoralidad que significa vivir y tolerar una sociedad con tantas desigualdades. 

Don Onésimo, extraordinario comunicador, salió en las primeras planas de los diarios de la ciudad de México y del país, los noticiarios de radio y televisión editorializaron sus expresiones como el tono y grado de violencia en que se llevarían adelante las campañas políticas de este año, la cual lleva cerca de 20 precandidatos muertos. Algunas minorías están empeñadas en violentar al país y si es posible desquiciar las instituciones.  

Tenemos poco tiempo viviendo un modelo de desarrollo que ha cambiado a algunos costumbres y actores de la vida pública, pero no se ha movido el modelo económico, seguimos un modelo neoliberal. Lo que se le ha quitado es la corrupción que antes era un deporte y no tenía ningún castigo. Ahora es seriamente penada y no alcanza libertad bajo fianza. Los dueños de contratos leoninos con los gobiernos federales y locales han desaparecido del escenario político o están seriamente cuestionados y exhibidos como depredadores sociales del erario público. Es extraordinaria la capacidad de imaginación de los grupos económicos para hacer negocios sucios. Los ilícitos van desde la venta de productos a precios estratosféricos o que se entregaban en menor cantidad y calidad, hasta la renta de celdas de cárceles privadas al estado para que encierren a los posibles delincuentes a precios de hoteles de lujo, cuando que los primeros que tenían que estar ahí, eran los dueños de esas construcciones que inventaron negocios poco limpios. 

Entiendo a los financieros, ricos y muy ricos que han visto afectados sus negocios, entiendo a los intermediarios que gestionaban y operaban las malas artes. Entiendo que protesten que griten que formen grupos ideológico-económicos para atacar al gobierno de la cuarta transformación, los que han tenido que pagar los millones de pesos de impuestos que les eran condonados, pero a esa clase media, media que solo siente odios de clase, que se siente superior por comer tres veces al día y vivir en colonias de medio pelo, que escribe, vocifera y culpa a los benefactores de esas políticas públicas y repita las consignas de una clase social privilegiada, pensando que ya la hizo por hablar mal de Andrés Manuel López Obrador y de los actores de la Cuarta Transformación, eso no lo entiendo y es verdaderamente patética y lamentable su condición. A no ser que hayan perdido algún negocio   

¿Qué están defendiendo, su derecho a ser corruptos, su libertad de violar las leyes, las posibilidades de que llegaran sus compadres y les dé una plaza sin trabajar o puedan hacer un negocio chueco a costillas del estado? A lo mejor por ahí anda el peine. Porque un motivo real para odiar a quien está atendiendo con prioridad y eficacia a los más pobres de México, o que por primera vez se está desarrollando el sureste con obras que permitan el desarrollo económico y ofrezcan fuentes de trabajo a los nacionales nacidos en esas zonas no existe,  

El sureste había estado abandonado desde siempre. La última obra pública importante fue el ferrocarril México Oaxaca que gestionó don Benito Juárez, para lo cual puso dinero de su bolsillo y la carretera Cuacnopalan-Oaxaca que acorto en 6 horas el tiempo de recorrido de la ciudad de México a Oaxaca y fue construida por el padre del neoliberalismo mexicano Carlos Salinas de Gortari. En Chiapas y Tabasco la riqueza petrolera y maderera solo sirvió para encumbrar algunas de las familias más ricas del país que unieron poder económico al poder político y así vivieron todo el siglo XX. En el sureste de México se encuentran algunas regiones donde viven mexicanos en la mayor pobreza, comparada solo con las regiones más pobres de África. Desarrollar esas regiones es una necesidad imprescindible del estado mexicano y de la región. Solo de esa manera va a disminuir la migración de algunos de los mejores trabajadores de México a otros estados y a otras naciones. 

Un análisis serio y sin pasiones sobre los trabajos y programas que tienen en marcha AMLO y el gobierno de la Cuarta Transformación descubrirían que las obras que se están realizando son fundamentales para equilibrar el desarrollo económico del país, para mitigar las desigualdades, para que no haya regiones y mexicanos de primera y de segunda. Pero una serie de grupúsculos no lo ven así, prefieren el modelo de la corrupción y el despilfarro, el modelo de la desigualdad de la injustica, de mexicanos de primera y de quinta.