La vacuna ya
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Debates y Deslindes

La vacuna ya

 


Esta semana se empezó a vacunar a los 130 millones de mexicanos que según el INEGI existimos en este territorio. La vacuna, como una ola pequeñita, empezó a recorrer algunas poblaciones con grandes barrios, llevando la esperanza a miles de mexicanos en distintas partes del territorio nacional.

Cuidándome en el antiguo “defiéndete” esperaba que nombraran a la alcaldía Cuauhtémoc para vacunar a las personas de más de 60 años. Esperanza inútil, la Jefa de Gobierno nombró otras donde no son tan pobres, y un gran porcentaje llegan en autos de lujo a los centros de vacunación. Gran decepción para una esperanza

Afortunadamente me enteré que, en Oaxaca de Juárez, la tierra de mis antepasados el martes, miércoles y jueves vacunarían a los adultos mayores. Me llené de gozo porque mi casa, donde he pasado algunas de los días más felices de mi vida, está en el ejido Guadalupe Victoria y en la cancha de basquetbol instalarían el puesto de vacunación. Me subí a lo primero que encontré y me trasladé a Oaxaca. Dos días antes ya estaban formadas, más de 300 personas, no los adultos mayores, sino hijos, nietos, o gente que encontró una manera de ganarse unos centavos alquilándose como “cuida lugares”.

Como buen oaxaqueño arbitrario, traté de meterme al principio de la fila, pero ante la imposibilidad de hacerlo y la vergüenza de ser arbitrario, decidí formarme en la “cola” que en ese momento ya llevaba más de 800 gentes. “Algún día me tocará” pensé con optimismo. Unos jóvenes uniformados con un chaleco de la Secretaría del Bienestar, empezaron a tomar fotos de las colas y a repartir números, me toco el ciento siete. Como a las tres horas en pleno rayo del sol, los del mismo chalequito de Bienestar, instruyendo a la gente que no rompiera la formación, pasaron nuevamente haciendo otra lista. Algo había pasado, me tocó la ficha 729. Repentinamente pusieron 622 personas delante de mí. O no contaron bien, o unieron dos filas, o lo que sea, pero ya me habían metido un gol de campeonato. Resistimos heroicamente la ofensa. Había que esperar a que pasaran 600 personas antes a vacunarse. Ni con quién quejarse. El silencio era el único que respondía ante las solicitudes de una explicación.

Otras cuatro horas bajo el sol radiante. Los grupitos de “Bienestar” daban órdenes de todo tipo, metían gente que no estaba formada y aprovechaban la angustia y el malestar de 8 horas de estar parados en el sol y no tener capacidad de protesta. La autoridad que les daba el chalequito les permitía hacer lo que les diera su gana. Nadie mandaba ahí. Todos eran “jefes”. Al acercarnos al lugar de la vacuna los ancianos empezaron a llegar, se ponían en los lugares de las personas que estaban formadas. Familias enteras que no habían hecho cola, llegaron a ocupar el lugar del sobrino o hijo que había estado parado. Trampa, inteligencia, protección a los abuelos, inmoralidad.  Quién sabe cómo se llame eso, son las formas sofisticadas de los que nos valemos para sobrevivir por encima de los demás.

Los del “chalequito de Bienestar” que deberán de haber puesto orden estaban con una sonrisa que no sabíamos si era de cinismo y complacencia o de franca inutilidad de “háganle como quieran”. Finalmente, un grupo nos esperaba en la entrada de los registros para desinfectarnos y tomar la temperatura a los futuros vacunados. Más adelante otro grupo ordenado tomaba los datos y al final el más importante, un grupo de enfermeras que tenían en sus manos las jeringas salvadoras de la vacuna. “Le va doler un poco el piquete” comentó el “ángel” de mi guarda que me toco. Cerré los ojos…  ahora estoy vacunado.

 

Conflictos

 

Una serie de conocidos me manda en forma cotidiana todo tipo de mensajes contra el presidente de la República y las acciones de la cuarta transformación. Algunos de ellos les he pedido que no tratemos ese tema en nuestras conversaciones privadas porque cuando les contesto se molestan. Ya van varias personas que he terminado por bloquear sus teléfonos. No tiene caso confrontar un problema que podemos solucionar y está más en el área de la emoción que la razón. Mi madre me decía que de religión y política no había que hablar porque surgían algunos malentendidos. Es sorprendente la capacidad de transformación de las personas y sus argumentos cuando se habla de esos temas.

A pesar de las molestias personales que me causa el envió de textos, caricaturas, fotografías trucadas, me parece muy saludable que en México prive este clima de libertad y participación. En eso consiste la libertad en que cada uno diga lo que piensa y no le pases nada. Vivimos tanto tiempo con temor a la represión, a los granaderos que nos golpeaban para disolver la manifestación, a la censura de los periódicos y revistas que no hemos acabado de asimilar que ahora vivimos una auténtica libertad, que los periodistas connotados no son ya comprados, por primera vez la prensa es libre. Porque la dejaron de comprar y ahora pueden decir lo que quieran, sin que les pase absolutamente nada. Esa es una auténtica libertad.