El ferrocarril
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Debates y Deslindes

El ferrocarril

 


Siempre que paso por la estación del ferrocarril abandonada de Oaxaca me acuerdo del legendario Orient-Express, símbolo de una civilización y de una época. Un tren lleno de historias de artistas, espías, músicos y escritores que viajaban desde Londres a Estambul. Desde su primer viaje, el lujoso Orient-Express, inaugurado en 1883 entró a la leyenda por su lujo y esplendor; unía el oriente y el occidente del viejo mundo. Su existencia quedo en la historia y en la leyenda de los viajeros.  Estaba decorado con ornamentos artísticos, locomotoras y vagones con valiosas marqueterías «art déco»; compartimentos diseñados con teca y caoba, cortinajes de damasco en las ventanas y paneles florales en las paredes; y, sobre todo, esos salones rematados con vidrios y cristales de Lalique que aún resuenan como un eco lejano de esa etapa de Europa. Solo le ganaba a la belleza del tren la atención y las comidas que se servían, las cuales eran las originales de los países por los cuales recorría.

Sus vías eran las calzadas de un sueño llamado Europa, de una sociedad que disfrutaba los cafés, comenzaba a leer los periódicos y se aventuraba hacia las puertas de Oriente, a ese Estambul mágico, rico en leyendas. Comenzaba en Londres y terminaba en Turquía. La primera vez que fui a Estambul, lo primero que busque fue la estación del Expreso de Oriente. Ahí estaba, aunque el tren hacía mucho tiempo que no hacia esos recorridos. Como recordatorio pusieron su nombre a un elegante restaurant con fotografías cuadros del legendario tren.  Había otros trenes legendarios, el Transiberiano que iba de Moscú a Vladivostok, recorría 9,600 kilómetros en siete días y cruza siete husos horarios. Su construcción fue considerada la proeza técnica más grande del mundo.

La historia del ferrocarril en México comenzó en 1837, por el decreto de Anastasio Bustamante. El primer ferrocarril que existió fue el de Veracruz a la Ciudad de México, inaugurado en 1873 por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada. El de Oaxaca se inauguró en 1892 fue construido por los ingleses y comunicaba la ciudad de Puebla con Oaxaca, pasando por Tehuacán y Esperanza también contábamos con el ferrocarril interoceánico de Salina Cruz a Puerto México que unía el Océano Pacifico con el Golfo y que hoy se pretende modernizar. Don Benito Juárez, aporto una cantidad de dinero para la construcción de esta vía. México tiene una gran tradición ferrocarrilera, durante todo el siglo XIX y XX el ferrocarril fue el principal medio de comunicación en el transporte de pasajeros y de carga. El ferrocarril recorría todo el país su longitud en vías férreas que en 1960 era de 23 mil 619 kilómetros.

Siempre me han fascinado los trenes. De pequeño viaje en el ferrocarril interoceánico que corría de Oaxaca a la ciudad de México, en el tramo de Puebla a la estación de Nanacamilpa Era un tramo corto, pero fascinante. Más tarde viaje en “El regiomontano” todos los fines de semana de la ciudad de Saltillo a la de México durante seis años. Fueron más de 300 viajes de casi dos mil kilómetros de ida y vuelta. Cuando salgo de México tomo los ferrocarriles y los disfruto plenamente.

Los ferrocarriles como espina dorsal del transporte en México sufrieron los mismos problemas y beneficios que el país. Durante el gobierno de Porfirio Días representan el progreso que anunciaba el Dictador, en la Revolución se convierten en el comunicador ideal de los revolucionarios quienes utilizan el ferrocarril para transportarse de una región a otra. Villa, Obregón y Carranza transportan a sus tropas en ferrocarril o a caballo. La forma de evitar su movimiento era volar las vías y los puentes. El ferrocarril forma parte importante de las estrategias y de la imagen de la Revolución Mexicana, esta se hizo sobre las ruedas y las vías de este transporte formidable.

El ferrocarril donde don Venustiano Carranza sale de la ciudad de México rumbo a Veracruz huyendo de los alzados por el Plan de Agua Prieta es el último tren que aparece en la historia de la Revolución. Carraza recorre pocos kilómetros y tiene que abandonar el tren porque le levantan las vías. Más tarde es asesinado.

Somos un país con vocación ferrocarrilera. Millones de mexicanos utilizaron el tren para transportarse porque era cómodo, seguro y barato. El gremio de los ferrocarrileros era un gremio combativo unido y solidario con las causas sociales. Se habían hecho numerosas inversiones para mejorar las vías, el equipo de trenes y maquinas diésel.

Repentinamente se dio la orden de que el estado mexicano en lugar de seguir invirtiendo en ferrocarriles empezara la construcción de carreteras y supercarreteras. Se vinieron a México las dos constructoras tradicionales americanas Ford y Chevrolet y se inició toda una industria de construir caminos y producir vehículos para el transporte. Era más versátil, decían.  La industria automotriz y del transporte se convirtió en una gigantesca maquinaria de desarrollo. Los ferrocarriles no pudieron seguir su ritmo de desarrollo, se dejó de invertir en ellos. Cada nueva administración había un nuevo director que trataba de mejorar las condiciones de operación de los ferrocarriles, había trenes legendarios, con vagones tipo pulman, El Regiomontano, El Tapatío, que corría de Guadalajara a Monterrey, El del norte, de Ciudad Juárez a la ciudad de México y así una serie de pequeños enlaces que unían todo el territorio nacional. Era evidente que los principales negocios para la transportación estaban en los autotransportes. El ferrocarril y la transportación de pasajeros y de carga fueron desapareciendo. Finalmente, un presidente de México Ernesto Cedillo estaba preocupado porque no sabía en donde iba a trabajar cuando dejara de ser presidente. Se le ocurrió privatizar y vender los ferrocarriles a empresas ferroviarias extranjeras. De esa manera ellas en agradecimiento le darían empleo cuando terminaran su mandato. No le importo negociar con estas empresas para seguir prestando el servicio de transporte de pasajeros en condiciones de acceso en materia de precios. No, les dio todo y de esa forma seguro su trabajo y se olvidó de los millones de viajeros que utilizaban este medio. Un acto de corrupción que no se ha castigado

Ahora los amantes del tren estamos de plácemes. Se han iniciado los trabajos para construir un ferrocarril turístico en el sureste del país.  Una zona maravillosa abandonada por el desarrollo. El tren como siempre lo ha hecho se convertirá en una palanca del desarrollo desde el inicio de su construcción a esa región, hoy olvidada.

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