Urge un acuerdo
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Debates y Deslindes

Urge un acuerdo

 


Nunca había visto en mis 79 años un esfuerzo tan amplio y constante del gobierno de la república por informar al pueblo de México. Las últimas movilizaciones que se dieron en el país ocurrieron el siglo pasado cuando Lázaro Cárdenas, los presidentes don Adolfo López Mateos y Luis Echeverría, en su momento convocaban a la población en forma masiva para apoyar la expropiación petrolera, la compra de las compañías de energía eléctrica, la expropiación de latifundios y el reparto de las tierras. Ellos fueron algunos de los últimos mandatarios que lograron movilizar a miles de mexicanos en beneficio de un movimiento social. Tenían un código de comunicación que conectaba con el pueblo y se encargaban de interpretar la voluntad común y de prever los fines a los cuales la política debía orientarse

Treinta años de neoliberalismo hicieron que las administraciones públicas olvidaran esos principios, se optó por beneficiar a una oligarquía, se dedicaran a entregar a un grupo de amigos ricos los bienes de la nación. Desmantelaron el estado protector, vendieron las empresas públicas, aplicaron leyes en contra de los trabajadores, la clase media y saquearon al estado mexicano.

Los neoliberales cometieron auténticos crímenes económicos, se vendieron los ferrocarriles nacionales, las empresas acereras, y todo aquello que constituía parte del patrimonio nacional. El saqueo fue feroz en una sociedad neoliberal donde el único valor que existe es el dinero, los demás valores quedaron olvidados. Los pobres aumentaron exponencialmente, las desigualdades se ampliaron, el estado de malestar creció en forma geométrica dando como resultado qué en 2018, más de 30 millones de personas votaran a favor del hombre que tenía 25 años participando en la política nacional y encabezando las protestas contra el neoliberalismo.

Aparecieron voces de protestas, se realizaron manifestaciones, pero los órganos que tenían que equilibrar y detener las acciones del ejecutivo federal estaban también ocupados por los neoliberales.  Sin embargo, se creó una cultura de la denuncia la cual suponía y garantizaba que las minorías pudieran protestar e interrumpir comportamientos abusivos lo que finalmente permitió lograr una protesta masiva de más de 30 millones de votos. AMLO en esos años recorrió todas las poblaciones de la nación mexicana, municipios y pueblos.  Durante 20 años fue consolidando un movimiento que terminó por botar, mediante el voto, al equipo de neoliberales.

Ahora había que instrumentar una nueva transformación para que el gobierno atendiera a los pobres, no solo como un acto de justicia, sino como prevención  ante posibles levantamientos sociales. AMLO inició una lucha contra la corrupción en los círculos administrativos del poder ejecutivo, legislativo y judicial, abrió un espacio de libertad  y libre expresión para que todas las voces pudieran manifestarse, cerró las puertas de la censura, del espionaje político, exhibió a los periodistas corruptos, que habían hecho del periodismo un negocio lucrativo, investigaron y analizaron a los funcionarios que habían sido corruptos  y estableció una política de comunicación abierta, amplia, accesible a todos, sin negocios y corrupciones, en la cual,  los medios y los periodistas pueden decir e interpretar la realidad respetando lo que debe ser una verdad periodística, dejándole a cada medio y a cada persona que su valor lo establezcan con base en su valor ético.   Ahí empezaron las sorpresas,  en una sociedad neoliberal donde el único valor que existe es el dinero, los demás valores quedaron olvidados. Los medios de comunicación  son propiedad de los particulares y cada uno de ellos empezó a defender sus intereses o los intereses del grupo que los patrocinaba. Las administraciones anteriores pagaban miles de millones para que la prensa  transmitiera  la imagen de un país, emergente, en desarrollo,  sin problemas sociales graves y donde los pobres  casi no existían o eran minoría.

La oposición maneja con maestría las “benditas redes sociales”, los periódicos y noticieros de medios electrónicos. Hoy tenemos centenas de miles de videos, memes, ‘tweets’, bombardeando las redes sociales, de los cuales, sin duda, el 90% son de carácter mágico y hechizos, generando pánico, desaliento y falsas esperanzas, agudizando aún más la crisis psicológica que por sí misma trae la pandemia y el estado de confinamiento.

Hace falta en este momento de crisis mundial una nueva política de unidad, un gran acuerdo nacional, que permita construir una plataforma donde se puedan ir registrando los daños económicos que está padeciendo la población. Se dice que por el aislamiento entre el 13 de marzo y 6 de abril, se perdieron 347 mil empleos formales, según la Secretaría de Trabajo y Previsión Social; el consejo coordinador empresarial advierte que entre 800 mil y un millón de personas se quedarán sin empleo este 2020, así como también entre 500 mil y 600 mil que se encuentran en la informalidad. El FMI calcula una contracción del 6.06% de la producción nacional, y no hay ni para donde hacerse, la crisis es mundial y muy grave.

Ante la magnitud del problema, el gobierno, los empresarios, los políticos deben construir un acuerdo para contrarrestar la contingencia económica laboral y social que azota al mundo y a nuestro país. Ahí se va a ver la capacidad de negociación de los actores políticos.

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