La crisis como el denominador común
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La crisis como el denominador común

 


En este círculo que es la historia una vez mas llega el treinta y uno de diciembre. Fecha cabalística para hacer recuentos y en el punto en que creemos en la mágica posibilidad de realizar cambios individuales y colectivos. Vana inquietud.

Extrañamente nadie me ha comentado que tuvo una modificación por una fecha o un momento determinado, Yo mismo al cumplir 77 años no siento nada distinto. Sin embargo, con el tiempo o en determinadas décadas y lapsos parece que cambia la figura, los pensamientos, la capacidad de moverse, la rapidez para tomar desiciones. En ocasiones cambian las amistades. Uno pierde amigos por defunciones o cambios de posiciones políticas afortunadamente se adquiere otros o se ganan nuevas amistades; repentinamente de los grupos que antes eran desconocidos salen nuevos personajes con los que existen afinidades. En ocasiones los que creíamos que eran amigos, no lo eran tanto o no en la forma en que uno pensaba

El ser humano es impredecible, repentinamente manifiesta ambiciones que para uno no existen o tienen otro valor, en otras ocasiones no entiende, ni perdona, ni explican sus razones, sus terquedades, sus vicios y sus sin razones ni sus filias. Todos recomiendan para sobrevivir tolerancia, amistad, perdón, capacidad de comprender, sin darse cuenta de que esas actitudes son las más difíciles de lograr en la vida, a menos que uno sea un santo de cualquier religión y la tolerancia sea la constante de vida. Repentinamente en estas fiestas se da uno cuenta que la familia original, los 4, 6,o 10 miembros que se reunían en una mesa se han convertido en cien y en muchas cabezas de otras familias. Cada una forma un bloque distinto con sus propias costumbres, sus nuevos ritos, sus nuevos nombres. Es maravilloso como cambia hasta la forma de manifestar el amor y las ciudades o países donde viven y se desarrollan. “Para eso los formamos” dicen los padres, para que vuelen solos y hagan su mundo, su familia y su tronco vital. Entonces uno se da cuenta que el tiempo ha pasado y aquel que tomábamos de la mano no está con nosotros. Con la globalización, nuestros hijos y nietos andan en lugares tan extraños con Vietnam, Malasia, Frankfurt, Brujas, Ana Capri, Petra, la Isla de Pascua, en el polo norte o sur, Paris, Londres, Río de Janeiro o Nueva York, son metrópolis las cuales han quedado a la vuelta de la esquina y no aceptan nuevos residentes. Sin embargo hay ciudades en el polo norte, Australia, los países árabes o naciones emergentes donde pagan por vivir en ellas y muchos de los nuestros están ahí.

Así como cambió el mundo sin darnos cuenta cambiamos nosotros, nuestras referencias históricas son del siglo XX, lo más moderno que escuchamos fue la música de los Beatles y Fredy Mercury. Los agoreros del futuro luminoso o desastroso nos llenan de sorpresas. En ocasiones pedimos que nos expliquen dos veces o más lentamente las innovaciones. Otra sorpresa son los nuevos nacimientos. La hija de un amigo ya es abuela, el nieto de nuestro mejor amigo tiene dos matrimonios, tres divorcios y anda recorriendo el mundo ahora que cumplió medio siglo.

¿Qué pasó? Pasó el tiempo. En ocasiones no recordamos todo lo que hicimos y solo las cimas y las simas quedaron en nuestra memoria, pero evidentemente que cada uno trató de vivirlo lo mejor que pudo porque era en momento la razón de la vida. Conozco pocos seres humanos que se arrepienten de haber vivido como pudieron y como quisieron.

Este es sin duda uno de los fines de año en que el país enfrenta situaciones catastróficas, el neoliberalismo nos metió en un túnel de violencia, devaluaciones, asesinatos, narcotráfico, incompetencia del gobierno federal y de muchos gobiernos estatales. Más de seis gobernadores están procesados o están perseguidos por la justicia. Los partidos muestran sus prácticas corruptas para obtener dinero e invertirlo en prácticas deshonestas que les permitan mantener el poder. Las complicidades entre funcionarios y capitanes de la industria nacional y transnacional están todos los días en la prensa. Y lo más grave, la impunidad está en todos los rincones de la administración pública nacional y local.

Oaxaca no escapa a esta escalada de violencia. El robo de autos aumentó, el secuestro y los asaltos a mano armada están a la orden del día, lo más grave es que la población de la ciudad de Oaxaca tiene una percepción de temor porque se ha caído en una escalada de violencia.

Frente a la violencia de los maestros, del subdesarrollo y de la naturaleza, poco se puede hacer, casi nada. El estado que sería el encargado de establecer el orden carece de fuerza pública y de fuerza política, sólo tiene ocho mil policías para establecer orden y hay más de doscientos cincuenta mil maestros dispuestos a imponer sus condiciones y agresiones disfrazadas de conquistas sociales.

¿Que nos pasó? Se sustituyó una política de valores nacionales por el neoliberalismo, los símbolos patrios por el mercado, la identidad nacional, por la transnacionalidad, los valores éticos y morales por el dinero, el hombre que era el problema esencial de la política por el capital. Los resultados están a la vista, somos una sociedad desalmada, sin principios ni valores y los ejemplos que recibimos sobre moral o ética de los gobernantes son vergonzosos, algunos de ellos han perdido toda autoridad moral y llaman a la corrupción un problema cultural de la sociedad. La corrupción y la impunidad somos todos.

Finalmente no importa el modelo económico que se instrumente si este modelo tiene valores que preserven el bienestar del ser humano como problema esencial del hombre y la sociedad. Eso les ha permitido a los chinos, a los cubanos, a algunos países emergentes del lejano y Medio Oriente, a los europeos y a sociedades sur americanas establecer y salvar sus naciones del desastre, han preservado la calidad moral e impedido la corrupción e impunidad en las administraciones públicas.

Pocos son los precandidatos a la presidencia de la república que ofrecen restaurar la calidad moral de la nación mexicana. Para eso se necesita autoridad moral y las campañas que se están poniendo en el aire presagian una lucha despiadada y sin valores.

En fin, habrá que ver el lado optimista de la vida, el despertar todos los días, la lucha por la existencia, por la sobrevivencia, por la búsqueda del amor y de la felicidad. Las batallas que libran las mujeres por que se les respete. Se les reconozca como seres humanos y no como la costilla del otro. Los millones de sonrisas de los niños que esperan un mundo mejor, habrá que recordar al presidente del Uruguay quien en una conferencia que dictó en la FIL, la más grande concentración de editores y lectores de habla española, nos dijo: hay que ser optimistas, no hay que olvidar que después de cada amanecer, la noche es más oscura, pero esa oscuridad total anuncia la aurora. Feliz Año Nuevo 2018.

*[email protected].