Mi segundo empleo
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Crónicas Oaxaqueñas

Mi segundo empleo

 


Dicen que el uno siempre va antes del dos, a menos que sea el veintiuno, antes de abordar mi segundo empleo voy a comentarles del primero, la casa familiar se ubica en la onceava calle de Hidalgo en el centro de Oaxaca, entre Xicoténcatl y Melchor Ocampo, a un lado están las casas de los hermanos Castillo.

Con vista a la calle tenían un par de locales comerciales, uno de ellos, justo el que colindaba con la casa de mi madre, era rentado por un técnico en reparación de aparatos de sonido audio y video, su nombre era Raúl, tenía un par de ayudantes que entendían de bulbos y transistores, que era lo moderno de la época, cuando ellos salían a atender a domicilio el local se quedaba solo.

Cuando yo tenía unos ocho o nueve años, el maestro pidió a mis padres que si los podía apoyar en las tardes quedándome en el taller para que en caso de que salieran a dar servicio fuera del local, pudiera atender a algún cliente que llegara, tomar sus datos y preguntar si esperaban, regresaban o les visitara alguno de ellos más tarde, no era complicado y me pagarían unos cuantos pesos.

El primer sueldo que me dieron fue de 5 pesos en un billete que estaba nuevecito, lo que hice fue ir con mi madre y se lo entregué, ella lo recibió con mucho gusto, lo guardó en un sobre, le puso la fecha y que era mi primer sueldo de la vida, es algo increíble que poca gente tiene la oportunidad en la vida,

Treinta años después me lo regresó, supongo que habrá estado haciendo limpieza y se lo encontró providencialmente, qué maravilla poder contar con el primer sueldo, de inmediato lo enmarqué y lo colgué en las paredes de mi oficina, regreso a ese primer empleo, habían transcurrido un par de semanas y ya los técnicos tenían más confianza y apertura conmigo.

Una tarde, uno de los ayudantes de Raúl, recibió un proyector de película en super 8, se había atorado cuando estaba en uso, traía un carrete de película completo, lo desarmó, quitó la parte quemada y defectuosa de la película, cambió alguna pieza que se requiriera, una banda me parece y lo volvió a armar.

La cinta la empató y la pegó con Diurex para que volviera a correr como si no hubiera pasado nada, simplemente se dejaba de ver el pedazo estropeado que se había quitado, para probar que el trabajo estaba terminado no tenía más que prender el aparato y correr la película, así lo hizo y empezó a reír, después me llamó y me dijo ven a ver esta película.

Era una proyección en blanco y negro de una muchacha desnuda bailando con las tetas al aire, estoy seguro que cualquier serie de televisión de hoy día enseña mucho mas el cuerpo de una mujer que eso, pero para la época, empezando los setentas, era algo muy subido de tono, a mi me dio risa mas que nada, no era capaz de verlo con morbo, aunque era algo que no había visto.

Al día siguiente, por extraña coincidencia de la vida, amanecí con una perrilla en un ojo, la molestia natural hizo que corriera a ver a mi madre para que me dijera que era lo que pasaba, la primera pregunta fue, casi seguro porque así se acostumbrara y no porque hubiera un fondo científico, pues que viste, y yo cándidamente conté que una película de una encuerada en el taller de Raúl.

Sobra decir que a Raúl le fue como en feria, que a su colaborador le fue peor y que ese fue el último día de mi primer empleo.

Cuando tenía dieciséis años, mi madre me mandaría a Inglaterra a estudiar inglés y a jugar tenis, ya hacía años que mi padre no vivía en la casa y aunque el abuelo Miguel nunca la desamparó, pues tampoco sobraban recursos, somos cinco hermanos y había que procurar para todos, así que traté de buscar un empleo para ahorrar un poco y no pedir más dinero del que me pudieran dar para ese viaje.

La persona que amablemente me dio mi segundo empleo de la vida fue don Pedro Cancino Tovar, tenía una tienda de materiales en la calle de Colón entre Melchor Ocampo y Fiallo, como estudiaba disponía de las tardes y los sábados, el trabajo consistía en tratar de cobrar las cuentas que ya estaban más que vencidas y casi consideradas perdidas.

Mi medio de transporte era bicicleta, tenía canastilla donde podía acomodar papeles para que no se cayeran o mojaran, en esa época no todas las calles de Oaxaca estaban pavimentadas, por ejemplo, en Av. Hidalgo, desde Los Libres y hasta lo que ahora es la Av. Universidad, todo era terracería con grandes charcos, muchas calles aún tenían al centro canales a cielo abierto donde corrían las aguas negras que salían de las casas en albañales.

Había algunas cuentas en colonias alejadas y oscuras, en esos casos mi madre sacaba la combi verde y me llevaba, supongo que gastaba más de lo que yo ganaba, pues ese buen hombre que confió en mí para recuperar su dinero, ha fallecido el domingo pasado, que tristeza, descanse en paz.

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Seguiré comentando la próxima semana.