El maximato que viene
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Carpe Diem

El maximato que viene

 


El presidente de la república lo está diciendo de forma abierta y pública, no nos llamemos a engaño el año próximo que habrá elecciones. Quién gane la encuesta será candidato presidencial de Morena y, como están las cosas, es casi seguro que triunfe.

A los que no ganen ya les informó el premio de consolación: liderazgo del Congreso y puestos de alto nivel en el gabinete. Para no dejar duda de sus intenciones, informó también que antes de dejar la presidencia, enviará al Congreso entrante una iniciativa para reformar al INE y otra para cambiar al poder judicial y someter al voto popular la elección de los ministros. Como buen populista, desea que su transformación dure hasta el fin de los tiempos.

El poder enloquece a los presidentes. La mayoría han buscado la forma de reelegirse a través de un títere y convertirse en el poder detrás del trono. Aunque no lo quiera, López Obrador se parece mucho a Carlos Salinas y es casi un clon de Luis Echeverría.

Porfirio Díaz tuvo su pequeño maximato. Nombró a su compadre Manuel González como presidente mientras él era el que mandaba. Después de la revolución y bajo el período de los sonorenses, Plutarco Elías Calles se alzó como jefe máximo de la Revolución tras el asesinato de Álvaro Obregón en 1928. Nombró a tres presidentes peleles: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez. Tuvieron el cargo, pero no el poder.

El maximato concluyó con la llegada de Lázaro Cárdenas, a quien Plutarco Elías Calles creyó que también manipularía. No fue así, Cárdenas lo apresó en piyama, lo subió a un avión y lo mandó a los Estados Unidos exiliado. Se acabó el poder detrás del trono, se acabaron los jefes máximos, pero no los ánimos reeleccionistas de, por ejemplo, Miguel Alemán, Echeverría, Salinas y ahora Obrador.

El sueño de un maximato sería el paraíso de la nueva burguesía, pero el infierno para México. Su revolución, mal llamada transformación, no entregará buenas cuentas en nada. Ni en seguridad, ni en salud, ni en crecimiento económico, ni en educación, ni en huachicoleo ni en la lucha contra la corrupción. Lo que si dejará es la restitución de una presidencia imperial en la que Obrador será el Supremo, nadie debe ser más poderoso e importante que él.

Faltan apenas quince meses para concluir este sexenio. El presidente ya se dio cuenta que no podrá cumplir lo prometido. El poder se le acabará, no habrá otros datos y la realidad lo anulará, por ello mismo tiene la necesidad de reelegirse o prolongar su poder a través de una marioneta.

Su favorita es Claudia Sheinbaum, que apenas el lunes pasado estuvo de campaña en nuestra capital. Al mismo estilo de los usos y costumbres del PRI que les dio vida, la cargada, “bufalada” diría el clásico, tuvo su capítulo local. Enorme gasto en acarreados y en escenografía que incluyó enormes pantallas digitales que seguramente trajeron desde la CDMX. El costo fue muy alto y existe la duda si, dada la simpatía de Salomón Jara por la señora Sheinbaum, el gobierno estatal pagará las facturas. Pero no importa porque lograron que las fuerzas vivas de Morena se lanzaron al zócalo con todo y marmotas a festejar por adelantado a quien consideran será la próxima presienta.

El presidente no debe olvidar que toda la abyección de sus corcholatas concluirá el día que uno de ellos sea postulado. Quien quiera de sus corcholatas que llegue al poder no querrá compartirlo. Lo ejercerá y será casi seguro que mandará a Obrador a su rancho o a una lejana embajada. Es la ley en la política y en el poder.

Torciendo la historia

Uno de los recursos favoritos de la izquierda populista que nos gobierna es la manipulación de la historia a su favor. Dada la simpatía del mexicano por los perdedores, siempre se proyectan como víctimas para lograr aceptación.

El movimiento magisterial es un experto en la manipulación. Crearon toda una narrativa en 2006 porque de una asonada absolutamente sindical la disfrazaron de un levantamiento popular. Gracias a ese discurso hoy están en el poder quienes incendiaron la ciudad en 2006. El carácter popular se lo dieron a través de la invención de la APPO, sin embargo, los beneficiados fueron exclusivamente los maestros y los agitadores, la gente no obtuvo nada, absolutamente nada, pero sigue teniendo simpatía por ellos por la falsa imagen que conservan.

Ayotzinapa es otro caso. Los asesinos intelectuales y materiales de aquellos revoltosos normalistas hoy están libres y los soldados y policías que investigaron están presos o en fuga. El mundo al revés. Los matones del cártel de los Guerreros Unidos están libres, los policías y soldados son los acusados.

Al presidente le urge cerrar el caso Ayotzinapa. Es otra de sus promesas incumplidas y, por ello mismo, acelerará los procesos, inventará chivos expiatorios, liberará criminales y acusarán de tortura a los investigadores. La transformación solo es un mundo al revés, el mundo de la posverdad y la simulación.

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